En la Comisaría de la Mujer de Oberá, el grupo de policías que la integran, a diario potencian su labor al poner al servicio de la comunidad el rol de docentes, consejeras, amigas y madres.
Son veinte mujeres que además comparten vivencias, experiencias y se contienen en la búsqueda de un mundo mejor. Rosa Berley, Andrea Harasimezuk, Paola Arrúa, Viviana Fuglistaler, Karina Villarreo, Fiorella Alarcón, Silvana García, Mariana Robledo, Eugenia Dos Santos, Verónica Bordón, Xiomara Cardozo, Vanesa Rodriguez, María Dallabrida, María Piñeiro, Valeria Vignolles, Vanesa Rubin, Paola Fernández, Noelia Suárez, Yesica Cabaña y Daniela Correa.
El caso de la cabo primero, María Cristina Dallabrida (32), madre de Nahuel (14), Thiago (4) y Aldana (1), amamantó al bebé de otra mujer a la que estaban asistiendo en un operativo policial, ya que el pequeño, de sólo dos meses, lloraba de hambre, esto refleja la sensibilidad que las identifica y que no dudan en manifestarla ante cada situación que les toca vivir.
Para estas mujeres es habitual bañar a los niños que llegan en estado de abandono al lugar, curarles heridas, darles ropas, abrigarlos, darles de comer, tenerlos en brazos y mimarlos. Por eso, a la comisaría la fueron dotando con un ropero que ellas mismas armaron y de sus propias pertenencias siempre suele aparecer algo que cura alguna “nana” de los pequeños.
“Hacemos tareas de proteger los bienes, derechos y la vida de las personas. Pero las mujeres también podemos salvar vidas, como en este caso el hambre de una criatura tan chiquita e indefensa”, comentaron a PRIMERA EDICIÓN. “Tenemos el gabinete interdisciplinario que nos ayuda mucho y nos permite abordar de la mejor manera cada hecho”.
Sensibilidad y generosidad
Dallabrida presta servicios hace doce años en esta comisaría, según sus compañeras, se destaca por su generosidad y aunque comentó que en la época de estudiante su proyecto era tener una guardería o jardín de infantes, reconoce que en la fuerza, descubrió su verdadera vocación, ser policía.
“Ese día estaba en el hospital, yo tenía al bebé, la mamá debía ser atendida y él lloraba, no dejaba de llorar. La mamá me dijo que seguro tenía hambre. No teníamos mamadera, ni leche ahí, así que le pregunté a la mamá si no se enojaba si le daba la teta y me dijo que no, así que fue instintivo, me salió naturalmente. El bebé se prendió de la teta y dejó de llorar, se tranquilizó y durmió. En ese momento fue una gran satisfacción para mí. Es inexplicable”, relató.
A pesar de que debió escuchar algunas voces contrarias a esa decisión, afirmó que “lo volvería a hacer, sin dudar. En ese momento no se piensa en otra cosa, más que en ayudar al bebé”.
Combinación perfecta
Para estas mujeres hacer su tarea, más allá de la vocación de servicio está sustentada por el amor a sus hijos. “Ellos son mi todo, por ellos me levanto, trabajo, vivo. Vemos tantos casos de abuso, maltrato, violencia, que queremos cambiar pensando principalmente en nuestros hijos. Hacemos todo para mejorar la realidad que nos toca, que tengan una mejor comunidad”, expresaron.
El caso de María Cristina no es un hecho fortuito en la comisaría de Oberá, en las últimas horas pasó algo similar con otro bebé de sólo un mes y otra agente-madre. Amamantar a un hijo es, para la mayoría de las mujeres, un momento único en el que se profundiza la relación madre-hijo.
Para estas mujeres, es una posibilidad de ayudar, un acto de amor hacia un niño que se encuentra en estado de vulnerabilidad.