El huerto de la Reducción Jesuítica de San Ana estuvo por siglos escondido entre arbustos, tierra colorada y olvido, hasta que un equipo de trabajo al mando de la arqueóloga María Victoria Roca, integrante del Instituto de Estudios Sociales y Humanos del CONICET y de la UNaM, junto a un grupo de profesionales del área como Lorena Salvatelli y Mónica Leyria, entre otros, comenzaron a desenterrar raíces del pasado en una ardua tarea que recién comienza.
Tras meses de intervención en la “capital provincial de la chipa”, a la vera de la ruta nacional 12 y en medio de un escenario histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, la doctora Roca dialogó con PRIMERA EDICIÓN y relató que “el trabajo en el huerto de la Reducción Jesuítica de San Ana estuvo orientado a empezar a determinar zona de actividades y espacios a lo largo y a lo ancho de las dos hectáreas que comprende este espacio jesuítico-guaraní”.
Parcelas de cultivos
“Nos movimos y distinguimos distintos sectores y lo que empezamos a descubrir a través de un exhaustivo relevamiento dibujando en el terreno, en forma literal, las parcelas de cultivos de esta Reducción y con eso ya avanzamos un montón, ya que teníamos una planimetría un poco incompleta”, añadió la profesional rosarina, radicada desde hace varios años ya en Misiones.
En otro tramo de la charla, en un entorno por demás atractivo, retrospectivo y referencial como el Museo Aníbal Cambas, Roca explicó que “lo que pasó con la mayoría de los huertos de las Reducciones Jesuíticas de Misiones y la región es que pasaron por un proceso de invisibilización a lo largo de los años; más que nada por una actividad antrópica (humana), con formas de concebir y preservar el mismo patrimonio. Son procesos de patrimonialización donde se decide qué se va a preservar y qué va a quedar de lado. Un caso testigo es San Ignacio, donde lamentablemente el huerto jesuítico no está visualmente para los turistas, se lo dejó de lado”.
“Proceso de invisibilización”
“Por eso hablamos de un proceso de invisibilización. Este espacio en realidad era un jardín lleno de especies ornamentales, alimenticias, aromáticas. En donde tenemos un diseño pensado para cada una de estas misiones distintas. Así como no todas las misiones son iguales, todos los huertos no son iguales y el de Santa Ana así lo demuestra”, remarcó la arqueóloga.
Asimismo remarcó que “este trabajo está en curso y comenzó el año pasado con la búsqueda de material bibliográfico, antecedentes y este año arrancó el trabajo de campo, el cual no se lo puede realizar en cualquier época del año”.
“A veces las condiciones climáticas, la visibilidad y las estaciones nos determinan nuestro trabajo de campo, el cual tuvimos que llevar adelante en invierno, cuando menos césped existe. Las parcelas y andenes sólo los podemos ver cuando no hay pasto, ya que tenemos una serie de areniscas colocadas en forma vertical que se pueden ver de manera más claras y otras no”, añadió.
Muy bien conservado
Además, Roca destacó que “el huerto de Santa Ana es uno de los mejor conservados y presenta mucho potencial para una hipotética reconstrucción”.
Y subrayó: “Dentro de este proyecto que estamos trabajando que se trata de la recuperación de contenidos etnobotánicos (NdR: la etnobotánica estudia las relaciones entre los grupos humanos y su entorno vegetal, es decir el uso y aprovechamiento de las plantas en los diferentes espacios culturales y en el tiempo), buscamos a futuro llevar y reproducir este huerto en otra locación”.
¿Múltiples funciones y nombres?
También la investigadora recalcó que “el huerto no solamente cumplía la función de darle de comer a los jesuitas y a los guaraníes; por eso a veces nosotros nos quedamos atrapados en nuestras propias categorías. Así cuando decimos huerto, son vegetales y cuando decimos jardín, asociamos con plantas y flores y las esencias medicinales, ¿qué nombre tenían su espacio?”.
Recuperación y visibilización
Por otra parte, la profesional contó que se busca en esta primera etapa de trabajo de campo poner en valor determinados elementos de este espacio y así llevar otra visualización del lugar a los visitantes o turistas que se acerquen hasta el huerto mediante limpieza, generación de contenidos específicos y remarcación de determinados elementos arquitectónicos.
El predio está atrás de todas las construcciones de la Reducción de Santa Ana y contiguo a él estaba la cocina, el lugar de almacenaje de alimentos y un posible espacio para la preparación de los almácigos.
“Sistema hidráulico fantástico”
“Uno de los elementos que también comenzamos a investigar y que se conecta con otros sectores de la Misión es el sistema hidráulico, el cual es fantástico. Es una obra de ingeniería que aún hoy funciona, con la recuperación de algunas canaletas. Ese es otro capítulo que se abre sobre el manejo del agua que tiene que ver con cuestiones funcionales como ser el riego de algunas especies y el sistema de higiene, que en el ámbito de las Misiones eran por demás importantes y aún más avanzados que en las ciudades coloniales de la época”, destacó Roca.