Es de tarde y el sol cae sobre el predio del hipódromo posadeño. Los últimos rayos de febo le dan cierta tonalidad rojiza al pelaje de Allegra (7), que camina de un lado al otro ansiosa por mostrar lo que sabe. La yegua lleva más de tres años con Ayelén Scheveloff (19), su dueña pero, más que dueña, su compañera. Ambas lograron semanas atrás lo que muy pocos en la equitación misionera: se consagraron campeonas en el Torneo Federal, máximo certamen en el calendario de la Federación Ecuestre Argentina.
Ayelén se ríe al recordar aquel momento de emoción. Se abraza a Allegra, que parece saber de lo que está hablando la jinete. El triunfo de ambas en Concordia, Entre Ríos, fue una bocanada de aire fresco para la disciplina a nivel provincial, que cuenta con pocos atletas y es prácticamente desconocida para la mayoría.
EL DEPORTIVO no quiso dejar pasar la oportunidad de compartir una tarde con Allegra y Ayelén, estudiante de Administración de Empresas en la Universidad Nacional de Misiones, quien sueña ahora con poder competir en un Sudamericano. Allegra no tendría problemas, sólo pide un poco más de las zanahorias y manzanas con las que Scheveloff la malcría a diario. Son un equipo. Una familia. Y se nota.
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Ayelén, ¿cómo empezaste con la equitación?
Todo empezó a los 7 años, porque vivía en Santa Inés y, como estaba cerca, comencé a hacer polo en el Garupá Polo Club. A los 8 años dejé ese deporte… Y en ese lapso, mi papá se cruzó con un conocido que tenía caballos y le ofreció si no quería que yo empezará con equitación. Probé y la verdad es que enseguida me encantó.
¿Allegra fue tu primer caballo?
No, no. Mi primer caballo fue Gaspar, un tordillo, blanco. Ya era grande. Con él competí casi 4 años, pero empecé a subir de categoría, es decir, la altura de las vallas, y él ya no alcanzaba. Fue duro pero tuvimos que venderlo.
En la equitación… ¿es mejor un caballo macho o una hembra?
No necesariamente tiene que ser macho o hembra. Sin embargo, siempre es preferible cierto tipo de razas para la disciplina. Por ejemplo, así como los perros, los ovejeros son mejores para el trabajo de la Policía. Después tenés caballos de campo, de carrera o de salto. Para equitación se recomienda un caballo zaino, como lo es Allegra.
¿Cómo llegó Allegra a tu vida?
La compramos en Buenos Aires cuando tenía 4 años. Estuvo un año “a campo” para que se relaje y a los 5 años un profesor mío la domó y le enseñó lo básico, como salir al galope, al trote, a bajar la cabeza… todos ejercicios con los que le vas enseñando al caballo a saltar. Ella estuvo todo ese tiempo en Santo Tomé, Corrientes, hasta que cuando tenía 6 años finalmente la trajimos para acá y comencé a montarla.
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Más allá de eso, tiene que darse cierta química con el animal, ¿no?
Sí, pero afortunadamente desde un principio conectamos. Fijate que con ese profesor, Juan Rodríguez, saltaba pero como que le costaba, era distinto. En cambio, conmigo enseguida pegamos química. Todo eso se logra afianzando la relación. Por ejemplo, trato de venir todos los días y estar con ella, hablarle, bañarla… La malcriamos bastante también, porque la “premiamos” con azúcar, zanahorias, manzanas… Así te va reconociendo. Hoy creo que el amor que nos sentimos es recíproco.
Hay una comunión entre ambas…
Claro, es eso. Te la vas ganando con el tiempo, con la zanahoria, con montarla todos los días. Los caballos te reconocen, no sé si por el peso cuando te subís, si por la voz, por el olor. Por ejemplo, siempre que te acercás a un caballo, lo primero que tenés que hacer es acercarle la mano al hocico para que te huelan… Son animales muy inteligentes.
¿Cómo es una competencia de equitación?
Cuando llegas a un torneo, primeramente desde la organización te dan un recorrido con una cierta cantidad de vallas para saltar. Generalmente son entre 10 y 12 vallas. Y tenés todo un camino que seguir. Si te equivocás y en vez de saltar la valla 1, saltás la 5, te descalifican y quedás eliminada. No es fácil: al circuito te lo dan 5 minutos antes de competir y tenés que memorizarlo. Antes, vos no sabés cómo va a ser ese recorrido, sólo entrás caminando a la pista y te van diciendo que esa es la valla 1, aquella la 2, y así. Y bueno, después tenés que saltar y tratar de no tirar los palos. Gana el que hace el mejor tiempo posible sin tirar las vallas y sin equivocar el orden del recorrido.
¿Qué altura tienen esas vallas?
Son diferentes alturas y, por ende, diferentes categorías. Con Allegra saltamos en Tercera, que va desde los 90 centímetros hasta 1.10 metros. Ese es el mínimo y el máximo en que pueden estar las vallas para esa categoría. Después tenés Segunda, que va de 1.20 a 1.40 metros. Y Primera, que es más arriba de eso. Ahora en el Torneo Federal salimos campeonas en Tercera 1.10 metros.
Contanos un poco del Federal…
Para clasificar tuve que participar en los tres torneos que conformaron el Regional Litoral Norte. Uno fue acá en Posadas, otro en Corrientes y el tercero en Concordia. Pudimos salir campeonas en los tres torneos y así lograr el pasaje al Torneo Federal, que también se hizo en Concordia y que terminó el 20 de octubre pasado. Ahí participan jinetes de todas las zonas de la Argentina. Es lo máximo a nivel país. Y esta fue la primera vez que pudimos consagrarnos campeonas.
¿Qué sentiste al subirte al podio?
Yo fui con una mentalidad re positiva y con mucho entrenamiento a cuestas. Nos entrenamos muchísimo para el Federal, pero la verdad es que no me esperaba ese resultado. Todavía hoy no caigo en que somos campeonas federales. Fue algo muy lindo, una sensación única. Y estar en el podio fue algo increíble.
¿Cómo es el entrenamiento?
Bien, como yo también estudio, me cuesta un poco entrenar todos los días, pero trato de venir cuatro veces a la semana, los lunes, miércoles, viernes y sábados. Y ahí depende el día, pero los sábados solemos hacer saltos y recorridos (N. de R: Allegra, que una vez más parece saber de qué se está hablando, interrumpe la entrevista en busca de zanahorias en el bolsillo de Ayelén, pero ya no hay más), los lunes y miércoles hacemos adiestramiento, que son ejercicios que la preparan para el salto, para que tenga más fuerza, y también para medir las distancias… Son varias cosas.
¿Cuál es tu sueño dentro de la equitación?
Mi sueño máximo sería competir en un Sudamericano y ser campeona. Y si se puede, ir a los Juegos Olímpicos, aunque sé que no es fácil. Es una disciplina muy cara y todo esto es un sacrificio enorme. Ahora estoy en busca de esponsors para poder ir más lejos a competir. El año que viene voy a intentar subir de altura a los 1.20 metros.
¿Qué es Allegra para vos?
Me cuesta definirlo porque siento mucho amor por ella. Si llegara a pasarle algo malo, sufriría mucho. La siento como alguien de mi familia. Ya es parte de mi familia, la malcriamos como si fuera una hija más. No podría estar en esto sin ella.
¿Y la equitación?
La equitación es un estilo de vida. Uno vive el día a día y muchas veces se estresa, pero cuando subo y monto, me olvido de todo. Por ejemplo, cuando estoy compitiendo, alguien me puede gritar desde afuera pero ni escucho. Como que estoy en otro mundo y me olvido de todo. Cuando bajo, soy otra persona, estoy tranquila, no me molesta nada. Es otro mundo.
Paso a paso
Ayelén y Allegra entrenan cuatro veces por semana en el Jockey Club Posadas. Allí lo hacen bajo la coordinación del profesor David Rodríguez. No es nada sencillo. “Tengo una clavícula rota, de una vez que caí porque Allegra se frenó en un salto”, se ríe Ayelén.