Estaba en su casa mirando una peli con Renzo, su hijo. Las escenas de la cinta eran en la ciudad de Chicago, Estados Unidos. En ese entonces, el nene de 12 años la miró y le preguntó porqué no se anotaba en la tradicional maratón de Chicago, si ya había corrido la de Nueva York. Así comenzó el periplo de María’o Paiella que terminó en la ciudad de los vientos en el norte de América. Esta psicóloga – maratonista que ya tiene dos carreras de las World Marathon Majors (“Grandes del Maratón Mundial” en español), en el bolsillo. Y va por más.
María’o Paiella es, como se ha dicho, psicóloga. Además es mamá de Renzo, el hijo que tuvo junto a Fernando, profe de educación física y su marido. Tiene un nombre bastante particular: María’o. “Mi abuela se llamaba Olimpia y no le dejaron a mi papá que me ponga ese nombre, entonces agregó la O a María”, contó en una charla con EL DEPORTIVO. ¿Cómo nació la idea de correr la maratón de Chicago? Hay que remontarse a algún tiempo atrás.
María’o es maratonista, corre. Lo hace por pasión, por hobbie y por salud. Arrancó de muy jovencita. Cuando terminó la secundaria se mudó a Baires para estudiar la carrera de psicología y el desarraigo le pegó fuerte. “Cuando uno se va a estudiar la migración es tremenda y eso hace que el cuerpo sufra bastante. El primer año me generó un impacto importante físico y había que tomar las riendas y empezar a hacer algo”, contó a EL DEPOR. Ese primer año subió doce kilos, entonces se dio cuenta que tenía que empezar.
“Empecé con gimnasio hasta que conocí a mi marido. Él corría y empezamos a salir a dar unas vueltas a un parque… yo trabajaba y estudiaba, el correr lo que tiene de lindo es que no tenés horario marcado, vos te pones la zapatilla y podés salir a la hora que quieras”. Así fue, primero comenzó como una necesidad física y se terminó transformando en una pasión. María’o siguió corriendo. Se recibió, volvió a Misiones, comenzó a trabajar como psicóloga, tuvo a Renzo. Y siguió corriendo.
“Con el tiempo, aparte de una actividad física, se va convirtiendo un poco en un trabajo muy personal con uno y eso es lo que nos termina atrapando. Es lo que hace que el correr se termine convirtiendo en algo como compulsivo, porque es un tiempo que uno se va acostumbrando a encontrarse. No trabaja solamente el cuerpo cuando uno corre, trabaja mucho la cabeza, trabaja mucho uno emocionalmente, es un tiempo que uno se habla a uno mismo, es un tiempo donde se pasa por distintos estados emocionales y entonces se fue convirtiendo en algo un poco más organizado”.
Hoy en día, María’o se organiza como puede: lleva a Renzo a inglés y durante esa hora se va a la costa a correr; o los domingos se va corriendo a misa; o sale con amigas que se reúnen gracias al grupo “Chicas que recorren”, un conjunto de corredoras que se encuentras en las redes y en las calles.
Y era hora de llevarlo a otro nivel. El año pasado se anotó para la maratón de Nueva York, una de las Majors. En realidad se anotó a un sorteo a través de internet por una plaza para participar de la maratón. “Yo quería pasar una vez en la vida por esa experiencia. Cuando me di cuenta estaba anotada para el sorteo de la maratón de 42k, cosa que en mi vida pensé que iba a correr”. Su intención era correr 20 kilómetros o 21. Pero salió sorteada y tenía los 42 por delante. “Yo casi me muero, pero me ayudaron, un poco mi marido me fue guiando”. Viajó a Nueva York con Renzo y Fernando y la corrió, e hizo un tiempo “fantástico para mí. cuatro horas, ocho minutos”, contó. 50 mil personas corrieron ese día en la Gran Manzana.
Este año, cuando Renzo le preguntó porqué no se anotaba a la maratón de Chicago, prendieron la compu y descubrieron que estaban abiertas las inscripciones para el mismo sorteo que le había dado la posibilidad de correr en Nueva York. Y como el año pasado, volvió a salir sorteada por segunda vez. Tenía que prepararse para la segunda Majors de su carrera. “De nuevo estábamos en el baile y entrenando”.
La situación económica del país y el valor del peso con el dólar complicaron la posibilidad de que viajen Renzo y Fernando. “El plan quedó medio trunco. Yo seguí entrenando y finalmente mi hermana me dijo que me acompañaba. Esta vez no viajamos los tres, ellos hicieron por mí el sacrificio y se quedaron”, recordó. La maratón se corrió el 13 de octubre pasado. 60 mil personas la esperaban en Chicago.
“Viajé unos días antes y fue un evento sumamente solidario para mí. Como lo decidí sobre el momento publiqué en redes, y mucha gente se solidarizó, desde conseguirme pasajes a buenos precios; hasta una chica de Posadas que vive en Chicago, Anita Acosta, que hace años no veía, me dijo que vaya a su casa a quedarme; mis amigas reunieron algo de plata y me regalaron, con ese dinero me pude comprar una zapatilla nueva”, dijo y las mostró: tiene todas las iniciales de sus amigas escritas en la suela. “Recibí mucha solidaridad. Y la maratón fue multitudinaria, hacía mucho frío y Chicago tiene mucho viento, pero fue una fiesta”.
María’o fue con el objetivo de mejorar el tiempo que había hecho en Nueva York. Iba en búsqueda de mejorar esa marca en medio de una marea de gente de todas partes del mundo. Mientras corría “sentí como que alguien me empujaba de atrás. Era un hombre belga, alto, yo sólo veía la bandera en su remera. Estábamos en el km 20, donde empieza la parte dura porque uno está un poco dolorido, extremadamente cansado. Este señor se me puso muy atrás; en un momento pensé en dejarlo pasar, pero vi que iban 3 horas y media de carrera y dije no. Ese tiempo para mí era un logro, no podía parar. Así que corrí desde el km 20 con ese señor pegado. Sin cruzar palabra, él me hizo correr más rápido porque me lo quería sacar de encima y terminé haciendo la carrera en 3 horas 42 minutos, que para mí fue un logro”.
Y ahí estaba la meta. “Cruzar la meta es algo que pasa tan rápido, uno la va buscando porque el último kilómetros fue muy duro. En la última curva la vi a mi hermana y ella me dijo que ya llegaba y eso fue una inyección de energía. Cruzas la meta y es como un muro de emociones y el cuerpo también entiende que terminó y se entumece todo. En ese momento te ponen la medalla. La chica que me la puso me dio una abrazo tan fuerte que me largué a llorar, y llorábamos las dos y nos abrazábamos como si fuese mi familia y me ayudó emocionalmente porque es un abrazo que uno quisiera darse con sus seres queridos”. Emoción pura y genuina.
Esa noche no durmió nada. Al otro día se embarcó hacia Argentina y en Buenos Aires se encontró con Renzo y Fernando para ese abrazo que, por un rato, le dio la mujer en la meta.
Después fueron días de festejos: el 23 de octubre fue su cumpleaños “y me traje mi medalla de regalo”. Ese día Renzo le dio una carta “donde decía que él se sentía orgulloso cuando corro las maratones. Me emocionó que mi hijo me diga que se siente orgulloso y poder mostrarle que las cosas que uno quiere hacer se las tiene que proponer. Yo no soy deportista, no vivo de esto, pero si uno es ordenado, disciplinado y se lo propone, se consigue”, dijo con lágrimas de alegría en los ojos. Recién después de los múltiples festejos pudo dormir bien y de corrido. “Es un cansancio lindo, como una inyección de adrenalina que dura bastante, no sólo la carrera, dura bastante tiempo más. Es una experiencia lindísima”.

Más allá de los beneficios físicos que otorga la actividad física, María’o lo veo como una escuela de vida. “A veces me preguntan porqué corro, qué es lo lindo. Y lo lindo es que uno aprende a autodesafiarse mucho, que no es nadie contra nadie sino uno contra uno, que es uno lidiando con sus pensamientos, con su abatimiento, automotivándose, uno va aprendiendo a respetar el límite personal, saber hasta donde, no lastimarse, pero al mismo tiempo desafiarse”, aclaró.
Se entrena, además del físico, competencias que suman y mucho en el día a día. “La paciencia, nadie corre de un día para el otro, nadie corre mucho de un día para el otro, correr mucho no siempre es correr más, hay veces que no es ir sumando y sumando, a veces es ser constante y uno tiene que aprender a entrenar esas competencias también, la voluntad se entrena, la paciencia se entrena, la templaza se entrena y la actividad física hace que uno entrene todo eso”.
María’o no piensa parar: “Ahora me pico el bicho que quiero ir por las Majors que son seis: Nueva York, Chicago, Boston, Berlín, Tokio y Londres”. Una vez que se corren todas, el esfuerzo y la constancia se premian con una súper medalla. María’o ya tiene dos carreras adentro, faltan cuatro. La próxima es el Berlín. Ya está anotada para el sorteo. La carrera es en septiembre del año que viene.
Hasta que se dé a conocer el ganador, María’o seguirá a puro entrenamiento. Una hora por día (dos si está cerca de una competencia). “Yo, por mi profesión, trabajo con muchas personas y sé que la mejor farmacia la tenemos adentro. Lo que tenemos que hacer es buscar la medicación que genera nuestro cuerpo: la actividad física es el mejor activador endorfínico, es lo que hace que nuestro cortisol se estabilice, ayuda contra el stress, es mejor que cualquier antidepresivo o ansiolítico químico. Los químicos los genera nuestro cuerpo, pero nosotros tenemos que aprender a buscarlos”.
Ese es el principal consejo que les da a sus pacientes. “Lo primero que pregunto es qué actividad física hace, cómo se están moviendo, no importa lo que hagan, nuestro cuerpo vino diseñado para moverse. Tenemos que aprender a cuidar la máquina. Siempre digo que yo estoy invirtiendo en mi jubilación física, porque uno siempre se prepara sólo para la económica, y nos olvidamos que tenemos que llegar bien a ese momento físicamente. A mí ojalá que la vejez me encuentre corriendo maratones”, se río.
Las Majors
Las World Marathon Majors son seis maratones: la de Nueva York, Chicago, Boston, Tokio, Londres y Berlín. El objetivo que se propuso María’o es cumplirlas todas. Ya está inscripta en un sorteo para conseguir una plaza en la carrera alemana del año que viene.