En 1994, Miryam Kúspita fue apodada “Madre Coraje”. Y no es para menos, ella es la mujer que, en un heroico acto de valentía, se lanzó a un pozo de agua de más de trece metros de profundidad y le salvó la vida a una niña de tres años.
“Jamás lo voy a olvidar”. Era un domingo al mediodía, Miryam tenía 27 años y descansaba en su casa del barrio San Miguel de Posadas, lugar donde hasta el día de hoy reside. “Y como era domingo estaba toda la familia de visita en casa, yo era madre de dos pequeños niños”.
De repente, la calma de la siesta se vio interrumpida por gritos: eran pedidos de auxilio de una mujer. “Todos nos asustamos, porque eran desgarradores. Al mirar por la ventana vi a mi vecina, estaba desesperada y pensé: ‘la tengo que ayudar’. En ese momento no sabía qué estaba pasando. Tampoco cómo la iba a ayudar. Pero lo que sí sabía era que no podía dejarla sola, tenía que actuar. Y corrí, corrí hasta la casa de mi vecina, no pensaba en nada, sólo quería ayudar”.
Una vez en casa de su vecina, a media cuadra de la suya, la encontró de rodillas: “Estaba frente al pozo de agua: ella lloraba y gritaba ‘se cayó mi hija al pozo’. Entonces me acerqué y pude ver a la nena, estaba flotando, gritaba y lloraba. Le habían tirado una soga con un balde y la nena se aferraba a eso”.
Miryam recuerda que poco antes su vecina le dijo que se iba acostar a dormir la siesta. Porque “la señora había tenido, hacia 45 días, un bebé por cesárea. Pero antes de acostarse, llamó a la nena y la vio sentada sobre una madera que cubría el pozo. La madera se rompió y ella cayó”.
En cuestión de segundos, los vecinos rodearon la excavación e intentaban buscar una solución: llamaron a los bomberos, mientras que otros “quisieron poner una viga, pero no se pudo. Trajeron una soga de tendal, muy fina. Y un señor quería bajar por allí, pero no se animó”.
Entonces, Miryam tomó coraje y dijo: “bajo yo”. Rápidamente armaron un improvisado sistema de descenso, utilizando cuerdas “muy finas”, explicó la mujer. Y siguió “me ataron por debajo de los brazos y comencé a bajar, noté que había relieves a los costados del pozo y eso me permitió descender lentamente. Cuando llegué la nena dejó de llorar, se tranquilizó y le pasé la mano. Pero como estaba toda mojada se resbaló y cayó al agua, nuevamente”.
Fueron instantes de tensión y angustia: “La mamá estaba desesperada. Y yo me enfoqué en la criatura, bajé un poco más, con miedo porque no sé nadar y la pequeña me abrazó. Me miró a los ojos y me abrazó con todas sus fuerzas. Volví a subir y cuando llegamos a la superficie, la madre abrazó a su hija”.
Ese momento quedó grabado en la memoria de la “Madre Coraje”. Al día de hoy, cada vez que lo recuerda no puede contener las lágrimas. Después de lo ocurrido “mi vida continuó con normalidad. Yo creo que fue un instinto y que cualquiera podría haberlo hecho. Para mí fue algo que tenía que hacer”.
Sobre la niña, Miryam nos contó que pocos años después del hecho “la familia se mudó y no volví a saber de ella. Pero ella marcó mi vida y jamás la olvidaré”.