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Los vaivenes de la situación económica argentina animaron a Magdalena “Magi” Presa (28) y a su pareja, Lautaro Herrera (oriundo de General Roca, Río Negro), a abandonar el país en busca de mejores perspectivas. Inicialmente, sería por un tiempo breve, hasta que todo se acomodara, pero pasaron tres años y no hay indicios concretos de un regreso inmediato. Desde Wellington, capital de Nueva Zelanda, contó a Ko´ape su experiencia estando lejos de casa. La joven nació en Montecarlo, pero se crió en Posadas. Tras cursar estudios en la Escuela Nº4 “Fraternidad” y el Bachillerato Humanista, se estableció en La Plata donde continuó la carrera de comunicación social en la UNLP.
En la misma facultad conoció a Lautaro, su compañero de vida y aventuras desde 2017, cuando decidieron dar unas vueltas por el mundo.
Con 16 horas de diferencia, relató que en el 2015 la pareja estaba terminando la carrera, ella preparando su tesis, cuando “decidimos que era momento de tomar un nuevo camino”. Si bien ambos estaban trabajando, la remuneración no les resultaba “muy redituable”. Entonces, “dijimos porqué no comenzamos a viajar, que era algo sobre lo que siempre habíamos hablado. Esa era una de las cosas que nos daba vueltas. Tomamos esa decisión a fines de 2015 y nos pusimos a trabajar durante todo el 2016, en función de recaudar fondos. Es que sale un montón de plata salir de viaje, y nosotros no la teníamos”.
Se pusieron al frente de una fábrica de pastas junto al cocinero Juan Munaretto, primo de “Magi”, y apostaron todas las fichas a un emprendimiento que se llamó “La linda, pastas caseras”. Allí elaboraban pastas rellenas (sorrentinos, ravioles, varenikes). Absolutamente todo “caserito”. Ese ingreso, se sumaba al de los trabajos habituales. “Yo seguía trabajando en la universidad, y en un local comercial de La Plata, agregado a lo de la pasta. Fue un año como de muchas horas laborales.
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Pero se cumplió el objetivo porque lo que necesitábamos era dinero para el viaje y lo hicimos”. Así comenzarían una nueva etapa.
Dinamarca fue el primer destino. La realidad era que “queríamos venir a Nueva Zelanda, pero ese año no pudimos hacerlo por el tema de las visas. Era más fácil llegar a Dinamarca porque no nos pedían mucha documentación, y era como lo más barato. Así que cerramos los ojos y nos fuimos para el frío”, recordó. Estuvieron allí a lo largo de todo el 2017. Como en nuestro país, Lautaro trabajó en cocina durante mucho tiempo, continuó con esa actividad, que le resultaba fácil. “Pero yo tenía solamente la experiencia de las pastas. Esa era una primera aproximación.
De todos modos, empecé a trabajar en la cocina, también en hoteles de cinco estrellas para la preparación de desayunos. Cumplía tareas para una empresa que me hacía recorrer los grandes hoteles de Copenhague, a mucha gente, prácticas, comidas, menúes diferentes. Fue como un reconocimiento del jet set mundial, que estuvo bueno. Y me dio mucha experiencia y confianza, porque no estaba en la cocina y hoy sigo trabajando de eso, y estoy mucho más cómoda”, aseguró.
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Contó que antes de emprender la travesía, sus allegados les preguntaban cómo se iban a arreglar con el idioma. Y la respuesta era “nada. Sufrir. Es lo que uno hace, pero se arregla, como todo.
Aprendimos a los ponchazos. Sabía algo de inglés, pero en la práctica y en lo que uno cree que tiene, es muy diferente. Así que fue como volver a empezar, de a poquito. Aprendimos y seguimos aprendiendo. El primer año fue el más difícil. Porque además es un país que no es de habla inglesa natural, ellos tienen el danés, que no se entiende nada. No aprendí nada. Es re difícil”.
“Magi” y Lautaro habían partido con la idea de viajar durante un año para “conocer un poco, turistear, recorrer, aprovechar” y, finalmente, regresar. Pero al final, pasaron tres años y “acá estamos”.
Residiendo en Dinamarca, conocieron a muchos otros viajeros y modos de viajar, “diferentes y nuevos, que desconocíamos, lo que nos incentivó a seguir haciéndolo. Descubrir cosas nuevas, nuevos modos, sin necesidad de gastar tanta plata”. Decidieron seguir viajando y casi todo el 2018 participaron de programas de voluntariado. Se trata de un intercambio de hospedaje y comida a cambio de un trabajo.
Explicó que eso puede darse en una casa de familia, en un campo, en un restaurante, para cualquier servicio, no hay un solo rubro. “Existe una plataforma donde la gente publica lo que necesita y vos mirás, y decís quizás podría hacer esto. Me interesa. Es como un Facebook. Acordás fechas, trabajos, y lo haces. Estuvo buenísimo. A través de Helpx, tuvimos experiencias hermosas, con gente muy hermosa desde adentro. Desde lo cotidiano, desde el día a día y desde las personas de ahí”, agregó.
Estuvieron viajando casi cuatro meses por Francia, España, Inglaterra. “Trabajamos en un pub, en un pueblito muy pequeño de Ingla hasta en un restaurante grande frente a la playa, en Mallorca, España. Es una linda experiencia porque es un poco de trabajo e intercambio, a la gente que te hospeda le interesa el intercambio. Esta motivada por eso, no solamente por la transacción. Es gente que te ofrece, te muestra un montón. Conocimos a gente muy linda, entregándonos a esta experiencia del voluntariado”, aseveró.
Después, como turistas, visitaron Asia. Y se radicaron en Nueva Zelanda a fines de 2018. “Estamos aquí hace poco más de un año. Primero, en Waiheke, una isla del Norte y al poco tiempo nos mudamos a Wellington, capital del país, que es donde permanecemos. Nos enamoramos de la ciudad y nos quedamos”, alegó.
Por estos días, siguen trabajando en la cocina. Pero “Magi” cambió de rubro y ahora es panadera artesanal, “algo totalmente nuevo para mí pero muy interesante. Trabajamos todo lo que es masa madre. En Wellington hay una cultura muy grande del café, hay muchos lugares que comercializan.
Estoy en un café del centro, bien conocido, donde elaboran el pan que consumen. Producimos onzas de pan, pan de semillas, pan danés, sin gluten, y baguetts. Producimos para un supermercado orgánico que hay en la ciudad que trabaja todo con productores locales que se llama Moore Wilson’s, hacia donde se deriva la producción más grande. Es un trabajo muy entretenido, muy lindo, porque lo hacemos todo de cero. El contacto con la masa, la preparación, los tiempos de levado, una masa que es un elemento vivo, tiene forma, va cambiando, y es muy interesante”, confesó.
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