
Se escribieron por primera vez en 1973, pero recién en enero de 2020 se vieron cara a cara en el crudo y frío invierno alemán, aunque el abrazo de estas dos amigas, hasta entonces conectadas simplemente por el papel, le dieron un calor como el que se siente por estos días en la tierra colorada.
PRIMERA EDICIÓN fue en busca de una de las protagonistas de esta aventura para conocer más detalles. Carola, una rubia misionera de inconfundible rasgos alemanes relató que “mi madre llegó en 1951 a Oberá, con tan sólo 15 años, tras soportar la cruenta Segunda Guerra Mundial. Se llamaba Ursula, pero le decían ‘Ulla’. Conoció a mi papá Erico ‘Kerly’ Blasig, que había nacido acá pero que también tenía ascendencia alemana, por eso en casa siempre se habló alemán”.
Papel, un bolígrafo y un sobre
En 1973 pasaría algo crucial en la familia Blasig que daría inicio a un intercambio postal que perduraría por décadas: “Ese año mi abuelo materno le regaló un viaje a Alemania a mi mamá, que quería volver a su tierra natal. Nosotros quedamos solos con mi papá y como vivíamos cerca de Campo Ramón, nos quedaba lejos la escuela. Entonces mi padre nos dejó en la casa de mi maestra de alemán, Clara Kutsche. Ella recibía por correo un diario de Alemania, donde se invitaba a escribirse entre chicos. Ella me instó a que escribiera y así lo hice. En el siguiente número recibí quince cartas”, rememoró Carola.
“Traté de responder a todos, siempre en alemán, claro. El intercambio de cartas duró un tiempo, pero de a poco quedaron siete, luego cinco, hasta que después sólo quedó Annette Rau. Tenía 11 años en ese entonces”, agregó.
Con el paso de los años Carola y Annette siguieron en contacto: “Terminé la escuela, pero igual seguía escribiéndome con mi amiga alemana. Nos contábamos de todo. Las vacaciones, los estudios, cuando me iba casar, mis embarazos, mi familia… y lo mismo ella”.
De esta forma “la correspondencia siguió por décadas. Algunos años más espaciados, otros más seguidos, depende los acontecimientos de la vida. Hasta que ella me encontró en Facebook y después nos escribimos también por e-mail y ahora por Whatsapp. Pero la amistad nunca se interrumpió, pese a no habernos conocido nunca en persona”, remarcó.
Una idea que nació en 2019
En otro tramo de la charla, esta misionera, de profesión cosmetóloga y actualmente separada, explicó que “el año pasado comencé a programar un viaje a Alemania, no iba a ser turístico sino más bien de visita a familiares y amigos, y entre ellos apunté a Annette. Tenía que visitarla, conocer en persona a la mujer con quien me escribí por más de 40 años. Así que le volví a escribir y le dije que me iba a ir a visitarla a Alemania. Ella no lo podía creer”.
“El esperado día del encuentro fue el 2 de enero de este año. Me fue a recibir su hija Naomi (de 24 años) y me llevó a su casa. Annette estaba trabajando”, acotó.
Consultada cómo fue el momento de ese primer encuentro físico, frente a frente, la obereña rememoró: “Primero fue algo raro, conocer a una persona por tantos años, pero sin verla cara a cara, pero después de ese abrazo, ese primer contacto personal, todo fluyó como si nos hubiéramos visitado desde siempre. Cenamos, compartimos anécdotas, relatos de la familia, recuerdos, nuestros hijos, el trabajo, entre tantos otros temas”.
Tras una pausa reflexiva, resaltó: “Al otro día desayunamos y automáticamente Annette me mostró las cartas que yo le escribí por años, que tenía guardadas. También tenía fotos y hasta folletos de la Fiesta del Inmigrante, que le mandaba para que viera cómo continuaban vivas las tradiciones de los descendientes alemanes y de toda Europa en Misiones”.
Una anfitriona de lujo
En los días que estuvo junto a Annette, Carola contó que su amiga fue una anfitriona de lujo: la llevó a cenar, a pasear y a hacerle algunos “mimos” culinarios.
A cambio, “yo quería llevarle algún presente que sea para ella y su familia. Entonces se me ocurrió y le llevé un colgante de piedras semi-preciosas de Wanda para colgar en su casa y al verlo se quedó encantada. También le llevé tierra colorada en un pequeño frasco de vidrio con una inscripción que decía ‘Oberá, Misiones (Argentina)’, tapado con un corcho. Ella, sus hijos (tiene mellizos) y su esposo Santiago García, descendiente de españoles, quedaron sorprendidos y lo pusieron sobre la chimenea como un trofeo de América”.
¿Y cómo fue la despedida? “Mirá, te digo la verdad: cuando subí al tren, Annette se puso a llorar y yo también me emocioné. Pero yo no tengo dudas de que nos vamos a volver a ver. Ella va a venir a la Argentina, estoy segura”, sentenció Carola con un dejo inconfundible de emoción.