Weimar es una joya de la historia intelectual alemana y europea. Tanto el Clasicismo de Weimar como la Bauhaus siguen siendo en la actualidad la base de la cultura, que en la ciudad se despliega en armonía y abundancia.
La primera impresión que se tiene al llegar a esta ciudad a dos horas al sur de Berlín –en el estado de Turingia- es la de entrar en un mundo encantado, salido de un cuento de hadas, donde nada parece haber cambiado desde hace siglos. En realidad, cuando se mira con más detenimiento se empieza a descubrir que en esta pequeña población, rodeada de bosques e idílicos parques, que apenas supera los sesenta mil habitantes, hay edificios de estilos muy diferentes. Han sido construidos desde la Edad Media hasta nuestros días pero, de alguna forma, se han amalgamado para crear uno de los conjuntos urbanos más atractivos de Alemania.
No es ninguna casualidad que Weimar pertenezca a ese exclusivo grupo de ciudades europeas que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por partida triple. Por un lado, por trece de sus monumentos más notables de época clásica; por otro, por contar con tres de los edificios más carismáticos relacionados con el movimiento Bauhaus; y, por último, por formar parte de la memoria del mundo al albergar muchos de los manuscritos de Goethe.
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Desde el siglo XVI, cuando se convierte en la capital de uno de los muchos diminutos estados en los que estaba dividido el territorio histórico de Turingia, Weimar atrae a numerosos artistas y personajes.
No es, sin embargo, hasta la segunda mitad del siglo XVIII cuando se transforma en el centro neurálgico de la cultura alemana. En 1758, toma las riendas del poder la duquesa Ana Amalia de Brunswick-Wolfenbüttel. A nivel patrimonial su principal legado es la Biblioteca que lleva su nombre y que, a pesar de todo tipo de desastres, incluido un devastador fuego en 2004, sigue siendo referencia absoluta en la cultura alemana.
Clasicismo
La declaración del Clasicismo de Weimar como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO se basó en la relevancia que los edificios y parques de la época de esplendor de esa época han tenido en la historia del arte, así como en el papel de la ciudad como centro del mundo intelectual a finales del siglo XVIII y principios del XIX, a lo cual no hace falta añadir nada más. Excepto que Weimar fue una de las Capitales Europeas de la Cultura.
Entre los testigos más relevantes del Clasicismo de Weimar, además de la biblioteca de la duquesa Ana Amalia, se pueden mencionar la casa barroca de Goethe en Frauenplan, donde todavía se puede contemplar tal y como éste la dejó en los últimos años de su vida. Su casa con jardín en el parque a orillas del Ilm fue un regalo del duque para vincular a Goethe con Weimar, y fue siempre su lugar de refugio cerca de la naturaleza. Las dotes de Goethe como jefe de obra han quedado plasmadas en la Casa Romana, erigida como el primer edificio clasicista de Weimar y con vistas a la casa con jardín del propio Goethe. También vale la pena visitar la hostería “Zum weißen Schwan”, situada frente esta casa.
También Friedrich Schiller pasó los últimos años de su vida en una casa burguesa situada en lo que entonces era una explanada. En la actualidad, está decorada en el estilo de su tiempo y con un inventario que parcialmente formaba parte de la original. Otro que eligió Weimar Franz Liszt, quien vivía en la antigua Hofgärtnerei, en la entrada del parque, que hoy es la casa-museo de Liszt.
Testigo relevante
Entre los testigos más relevantes del Clasicismo de Weimar está la biblioteca de la duquesa Ana Amalia, que después de un arrasador incendio se restauró dotándola de un nuevo esplendor. A pesar de haberse perdido 50.000 libros de forma irreparable, sigue siendo un gran testimonio de la civilización y la ilustración alemanas y europeas.
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