Más cortas o largas, las distancias denotan el camino recorrido y los lejos que se ha llegado. Como todo en Argentina, las distancias aquí son enormes y es en esa enormidad donde se van recostando las consecuencias. Las consecuencias, en tanto, las pagamos todos, pero con más fuerza los ciudadanos de a pie.
El país enfrenta hoy la que seguramente pasará a la historia como una de las deudas más complejas y tensas por resolver. Y las distancias entre el planteo del problema y su posible salida están repletas de dilemas internos y externos.
Lo paradójico es que quien fue llamado a ser el artífice de la solución, representa un dilema en sí mismo.
Es necesario reafirmar, tal y como se refirió la semana pasada, que a estas alturas arreglar la deuda lo es todo porque significaría cortar la inercia de la crisis y quitar presión a la economía.
Permitiría avanzar con soluciones concretas a la macro y, de esa manera, descomprimir las tensiones cotidianas.
Pero entre el discurso político del ministro Martín Guzmán y su estrategia económica para reestructurar la deuda con los acreedores privados hay una distancia abrumadora. Sobre la mismas se plantean soluciones coyunturales para la macro que difícilmente puedan sostenerse más allá de algunas semanas.
Salarios, inflación, dólar, por nombrar algunas variables, ya requieren remedios de fondo que seguirán sin llegar mientras Argentina mantenga abierto su conflicto de deuda. El atraso en cuanto a los frentes internos comienza a ser evidente.
Así las cosas y a la luz de lo que subyace, prevalece la certeza de la inexistencia de un plan, por caso el componente estructural de cualquier negociación.
Guzmán representa un lado de la mesa, del otro están los acreedores sentados sobre los bonos. Y en el medio no hay un plan, sino una andanada de incertidumbres acerca de lo que piensa y lo que hará el ministro al que apostó el Gobierno para gestionar y resolver la deuda.
En tanto se acortan las distancias y los tiempos para acordar, a todos les va quedando claro el dilema que representa Guzmán.
Nunca antes estuvo en ninguno de los dos lados de la mesa y mucho menos conoce cómo funciona el acreedor. Al mismo tiempo se mueve con un esquema rígido que descarta cualquier negociación ecuánime.
En definitiva de eso se trata, arreglar y mostrar al mundo que hubo acuerdo, ecuanimidad, equilibrio, aún cuando puertas adentro hayan sido brutales rounds.
A la vuelta de la gira por Europa, en donde consiguió el apoyo de los integrantes del Fondo Monetario Internacional (FMI), Alberto Fernández terminó de comprender que el hombre que eligió para gestionar y resolver no hace ninguna de las dos cosas y es en sí mismo un obstáculo.
Que Guzmán salga de la ecuación no es una opción para una gestión que todavía no hizo pie y que ni siquiera terminó de estructurarse administrativamente.
Así las cosas, la solución fue dotar al ministro de especialistas que pudieran guiarlo. Pero a pesar de la experiencia de los que se acercaron, la propia inexperiencia del ministro, sumada a su rigidez, vuelven a tornar imposible la compleja misión.
Esta semana la distancia entre el plan teórico de Guzmán para el frente interno y su práctica inexperiencia externa quedarán en evidencia en el Congreso. El Gobierno anticipó ayer que el ministro de Economía “va a dar a conocer” el plan económico el miércoles, aunque aclaró que tendrá “un preámbulo” por la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los bonistas.
Claro está, Guzmán recibirá aplausos de los aliados y críticas de la oposición por un plan que en teoría será bueno, pero que en la práctica muere por su inaplicabilidad.
“Hacer un plan económico sin tener resuelto el frente externo sería casi imposible, porque nadie lo creería”, destacó ayer Felipe Solá, jefe de la diplomacia argentina… pues el frente externo sigue irresuelto.
Lo que en verdad debería estar haciendo el ministro Guzmán es un “roadshow”, dialogando cara a cara con los acreedores, dando pautas para encaminar la negociación para llegar a la mesa con algo más concreto. Pero la distancia es cada vez más evidente.
Claramente el ministro está haciendo política, cuando la necesidad impone hacer economía. Todavía existe una gran brecha entre lo que esperan los acreedores y lo poco que hasta ahora mostró el Gobierno.
A diferencia de Guzmán, el gobernador bonaerense Axel Kicillof tuvo un plan. En el discurso político planteó algo así como “toma o déjalo”… y terminó pagando. Llovieron las críticas. Pero en el medio hubo distancia y en la distancia también hubo estrategia.
Kicillof preparó el camino y cuando la próxima vez ya no pueda pagar y lo que enfrente sea un potencial default, habrá dejado constancia clara de la intención de pago, el precedente necesario para encarar un probable juicio. Al final lo que subyace es que el acreedor es abusivo.
Volviendo a la Nación, la distancia y el tiempo que está tomando llegar a un acuerdo con los acreedores se va devorando el clima interno mientras siguen sin completarse los planteles administrativos. Cientos de puestos clave que necesitan una dirección definida para el futuro de los argentinos continúan vacíos.
Haber viajado a Europa sin embajadores en el terreno y sin postulantes para las delegaciones es un sinsentido.
Paralelamente comienza a hacerse evidente el desgaste de las figuras propias. Quizás el más significativo sea el de Gustavo Béliz, un hombre clave y con visión estratégica que por estas horas estaría postulándose como director del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Otro dilema
Todavía a nivel nacional, pero con afinidad provincial, comenzó a advertirse la distancia que está tomando la Nación del misionero Sergio Lanziani.
El ingeniero es para Energía lo que Guzmán es para Economía… un dilema.
Lanziani iba a ser el artífice de la reconstrucción energética del país, pero en lo que lleva de ejercicio ha pasado a representar un problema. La certeza de haberse inclinado por una opción que no era la indicada sobrevuela los despachos de la Rosada.
Gestiones
En las antípodas y ya de regreso a Misiones tras su emotivo encuentro con el papa Francisco en el Vaticano, el gobernador Oscar Herrera volverá a impulsar ante el presidente de YPF, Guillermo Nielsen, un reclamo por los precios que pagan las provincias del norte por el combustible.
En un contexto de crisis aguda reducir los costos se torna esencial ya que se ven notablemente perjudicadas las economías y los rubros industriales y productivos vinculados al transporte.
Premios y castigos macristas
El partido Propuesta Republicana (PRO), que nació de una alianza entre Mauricio Macri y Ricardo López Murphy (quienes unieron Compromiso para el Cambio y Recrear para el Crecimiento), decidió terminar con la presidencia del misionero Humberto Schiavoni y reemplazarlo por una exministra de mucha confianza del expresidente: Patricia Bullrich.
Los malos resultados electorales en las provincias habrían terminado con la continuidad del senador misionero, al punto que ni él ni su hermano, el diputado nacional Alfredo Schiavoni, consiguieron espacios en el “reparto” de lugares partidarios.
Al menos lograron colocar a su “delfín” Martín Goerling (que sigue sin sucesor en Yacyretá) como uno de los 18 vocales del nuevo comité nacional.
Según trascendió esta semana, cuando se presentó la lista única, Macri habría priorizado a personas de su confianza en distritos en los que hubo mejor caudal electoral.
Schiavoni manejando el PRO nacional perdió la gobernación ante Herrera Ahuad, quien le sacó casi 400 mil votos de diferencia en el escrutinio definitivo. Ese papelón electoral representó la crónica de una salida anunciada que, finalmente, se concretó sin siquiera dejarle a los Schiavoni ni una vocalía suplente.