Sus primeros recuerdos los tiene en el agua, arriba de un bote, donde pasó muchos años en numerosas competencias que lo fueron formando en la vida hasta que luego buscó cómo seguir aportando algo más al deporte que tanto lo apasiona, el canotaje, dedicándose a la construcción de embarcaciones.
Adrián Palamarchuk es el actual presidente del Club de Canotaje Río Paraná, una entidad a la que siente como su propia casa, y le contó a PRIMERA EDICIÓN cómo fueron los inicios en su astillero donde ya lleva unos 300 botes construidos.
Adrián tiene 35 años, está casado con Melisa Drago con quien disfruta cada tiempo junto a sus hijos Agustín (5) y Daiara (1), todos fanáticos del agua y en especial del río.
“En 1999 empecé como deportista y en 2003 ya comencé a fabricar palas, en ese momento yo tenía 17 años. Fue como un desafío, porque después de las palas me llamaron para arreglar barcos y así fue como me volqué a esto. Empecé con un primo como un desafío de montar una PyME, después por cuestiones laborales no rendía para los dos, él encontró otro trabajo y yo seguí solo. Ahí pasó más de un año y de un día para el otro se abrió la demanda al taller”, comentó.
La fabricación de palas para canotaje a nivel mundial está muy avanzado que lo que hace Adrián es prácticamente una réplica de las mejores europeas. “Las que se fabrican en Europa y se traen para vender acá cuestan 600 dólares mientras que una de nivel nacional 200 dólares y una de fibra ronda los 3.000 pesos. Obviamente que son distintos usos pero funcionan muy bien”, señaló.
Orgullo
Para tener una idea de la importancia de la labor silenciosa de Adrián, basta preguntarle cuántas embacarciones pasaron por sus manos, que salieron de su taller. “Tengo una matriz de piraguas y en la primera oportunidad habré hecho 120 y ahora en esta segunda matriz otras 140, es decir que pasé las 200”, responde haciendo cálculos mentales, pero no termina allí porque “a eso hay que sumarle otras embarcaciones, como kayak y distintos modelos”, por lo que decir que son 300 no sería para nada descabellado.
Sus botes trascendieron la provincia debido a que “todo lo que es el NEA, cubrí bastante la demanda. Siempre aclaro que como soy instructor y entrenador siempre me dediqué a hacer botes de acuerdo a la necesidad del desarrollo. Probé hacer K1 olímpico y no logré una buena calidad de producción entonces me quedé con todo lo que es desarrollo, piraguas 430, kayak travesía, todo lo que se usa a nivel escuela. Hay varios clubes que tienen los botes que yo fabrico, tanto de acá como de Paraguay y eso quiere decir mucho para mí que comencé con esto siendo muy pequeño”.
Adrián reparte su tiempo entre el astillero y el club, al que le donó varios botes de su producción. “Me pasó hace poco que salí a dar clases de canotaje en el club y los 30 chicos estaban en botes que yo fabriqué, tanto kayaks como piraguas. Es una sensación muy linda, difícil de explicar. En las competencias hay una diversidad de marcas y no considero que mi marca tiene que estar primero, el objetivo es el desarrollo náutico y cuando más 430 vea quiere decir que vamos bien”, dijo orgulloso.
Impulso
Uno de los íconos del trabajo que lleva adelante Adrián Palamarchuk es la canoa solar, que tomó trascendencia a partir del apoyo del Cedit (Comité Ejecutivo de Desarrollo e Innovación Tecnológica de la provincia de Misiones).
“Quedó un chiche, tengo una terminada completa que de vez en cuando se usa. Se hicieron ocho canoas de esas que están, por ejemplo, en los Esteros del Iberá. No es que tuvo un éxito mundial pero sí está siendo utilizada en varios lugares. La tendencia ahora es emplear esos modelos”, señaló.
“Queremos presentar una embarcación que tiene mucho éxito con personas adultas y contribuye a la promoción del deporte nuestro en la faz olímpica. Es muy buena porque se puede trabajar con todo el semillero, invita a salir a remar en grupo, dar un paseo desde un punto de partida como la sede del club hasta el monumento a Guacurarí, se puede hacer una parada, relajarse, tomar un tere, es una buena alternativa”, resaltó.