Diego Galarza está próximo a los 30 años, es oficial de la Policía de Misiones. A rigor de verdad se presenta al revés, primero define su vocación, su profesión, y quizá lo sienta como su vida: “Soy oficial e integro la Dirección Agrupación Motorizada, soy policía”.
Diego Galarza lleva una semana en la calle y con pocos minutos libres para ver a su familia, limpiarse, desinfectarse, besar su esposa y los niños, comer y volver a patrullar y controlar la capital misionera para que la pandemia del COVID-19 no circule, no ataque.
Ayer dialogó en exclusiva con PRIMERA EDICIÓN para resumir sensaciones, explicar su función y achicar distancias, tender la mano a los vecinos y que acompañen la frase más replicada en Argentina: “Quedate en casa”.
Sólo intentamos ayudar a los vecinos, es nuestra obligación, implementamos mayores controles, más operativos y nos encontramos con que la gente no nos acompaña, no lo entiende o directamente no quiere involucrarse. De todas maneras no vamos a bajar los brazos y acompañaremos a estas personas hasta que lo comprendan”.
“Somos policías, es nuestra tarea habitual, esta obligación la tomamos como tal y ahora nos vamos acomodando a la realidad y a los casos puntuales que plantea esta problemática, esta pandemia mundial la enfrentamos con nuestra vocación de servicio”.
Para Galarza la labor es ardua: “En la mayoría de los barrios los vecinos acompañan lo dispuesto por el presidente Alberto Fernández. En algunos barrios muy alejados del centro, donde hay pocos policías en la calle, no se respeta el decreto pero tratamos de expandir los recursos y cumplir toda la jurisdicción”.
“Como policía respeto a mi autoridad superior. Nos encomendaron esta tarea y lo cumplimos. En la casa de cada uno de nosotros se toman medidas preventivas similares. En mi caso llego a casa, me saco el uniforme y mi señora me ayuda a desinfectar todo, la ropa, las botas, luego me baño y después de hacerlo todo con mucha prudencia tomo contacto con mis hijos”.
De sus sensaciones amplió: “Uno siente miedo, lo tiene incorporado porque quiere ayudar a sus seres queridos. Ahora cuando me encuentro con gente que no le importa la salud de los demás me da impotencia y siento el temor del riesgo a llevar el virus a mi casa, de que mi familia al abrazarme pueda ser infectada. Sabemos que por más medidas de prevención que tengamos igual estamos expuestos al contagio”.
“Nuestras jornadas a partir del decreto presidencial son de 24 horas en la calle. Por ejemplo, hace más de dos días que no vuelvo a mi casa, no veo a mi esposa e hijos, pero sé que ellos aguantan y saben que esta es mi vocación, que debo servir y eso me da fuerzas, mucha calma”.