La pandemia de COVID-19 mostró con claridad que el coronavirus no distingue clases sociales, razas ni nacionalidades; pero eso no quiere decir que todas las personas estén en igualdad de condiciones para hacer frente a esta enfermedad.
Hoy, hay 16 millones de argentinos pobres (el 35% de la población según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos) que viven en situación de hacinamiento, comen mal y gran parte de ellos no tiene acceso al agua potable en sus domicilios.
Dado el modo en que vive esta importante cantidad de argentinos, es más difícil para ellos aplicar las medidas de higiene… ¿cómo lavarse las manos cada rato si no tienen agua en sus casas? ¿cómo pedirles distancia social si conviven más de tres personas entre cuatro paredes? ¿Cómo pedirles que compren alcohol en gel si no les alcanza para la comida?
Sobre esta problemática, el epidemiólogo Marcio Alazraqui, doctor en salud colectiva, especializado como planificador en sistemas de salud, docente e investigador de la Universidad Nacional de Lanús en Buenos Aires y consultor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social del Paraguay, y del Fondo de Población de las Naciones Unidas, habló con FM De las Misiones, la radio de PRIMERA EDICIÓN.
Indicadores de salud y su contexto
Desde hace varios años Alazraqui estudia desde el Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús la relación entre desigualdades sociales e indicadores de salud.
“Y obviamente uno tiene esa cuestión que cuanto peor son las condiciones de vida de una población, peores son los indicadores de salud. Y puedo dar muchos ejemplos, tanto la mortalidad como la enfermedad por distintas causas es mayor cuanto peores son las condiciones de vida de la población. Ahora, cuando estamos frente a esta nueva enfermedad, el COVID-19, nos encontramos que los primeros fueron, como en cualquier epidemia, importados de gente que viajaba a distintos lugares China, Europa, Estados Unidos. Y después empezaron los casos locales y ahí sí es posible que se vean más afectados los sectores con menores recursos, precisamente porque hasta el momento, todas las medidas que conocemos, como el aislamiento social y el lavado de manos, son más complicadas de hacer cuando peores son las condiciones de vida de la población, cuanto mayor sea el hacinamiento”, reflexionó.
Mayor afectación
Si bien el epidemiólogo señaló que estamos apenas en el comienzo de la pandemia en Argentina, anticipó que “es muy probable que afecte más a las personas que estén en peores condiciones de vida e indicadores de salud”.
Al ser un virus de transmisión respiratoria, el coronavirus es de muy fácil contagio entre personas que viven en condiciones de hacinamiento “y en nuestro país, hay una parte importante de la población en situación de hacinamiento crítico, esto es más de tres personas viviendo por cuarto. En un resumen somero, puedo decir que la mitad de la población del mundo vive en ciudades, en Argentina más del 92% de la población vive en ciudades. Y la tercera parte del mundo que vive en zonas urbanas, lo hace en villas de emergencias. Mucha gente habla hoy del caso de Brasil, pero en Argentina también hay mucha gente viviendo en condiciones de villa de emergencia. Entonces, tienen peor acceso al agua, mayor hacinamiento en la vivienda, peores condiciones de trabajo… por lo que uno esperaría que la transmisión en estos ámbitos sea más importante”, explicó el investigador.
El regreso a la “normalidad”
Como el resto de la comunidad de epidemiólogos, Alazraqui manifestó su acuerdo con las medidas tomadas en Argentina. “Hay modelos prácticos y teóricos de la cuarentena que muestran que, sin vacuna, aislar las personas es lo mejor porque se evita que se contagien otras personas. Es una curva logarítmica que es lo que ocurrió en otros países. Entonces, las medidas de aislamiento, de control de los casos importados, la mitigación con la medida de aislamiento social, la reorganización de los servicios y de tratar de instalarlos, de tratar de ver para que el sistema de salud pública actúe de una forma coordinada para que nadie quede sin atención… todas son medidas correctas”.
Indicó además la necesidad de abordar la epidemia desde distintas disciplinas, no sólo desde lo clínico, “por ejemplo, lo que llamamos aislamiento social no debe ser tal porque lo que necesitamos es distanciamiento físico, que no es lo mismo”, señaló.