Todo comenzó en un viaje de regreso desde Eldorado, luego de un entrenamiento con Carayá de esa ciudad. Los cuatro “locos” que volvían hacia Puerto Iguazú en un Peugeot 504 (máquina para la época) eran Edgardo Marchese, Jorge Cianci, Rodolfo Saint Jean y Horacio Astarbi, que era de la Prefectura.
Luego de participar en un entrenamiento con los “Monos” del Alto Paraná, que por ese entonces tenían un muy buen equipo y era casi imposible que los “visitantes” pudieran jugar, a los dos que viajaban en el asiento de atrás, Marchese y Astarbi, se les ocurrió la idea de fundar un club en Iguazú, a lo que Cianci y Saint Jean respondieron con una carcajada, ignorando que ese sería el inicio del Cataratas Rugby Club, que finalmente se concretó poco tiempo después, exactamente el 10 de abril de 1980.
Pero, volviendo un poco atrás, la historia arranca cuando Edgardo Marchese viene a vivir a Puerto Iguazú desde su Rosario natal. Allá había jugado al rugby, pero se quedó con las ganas y esa pasión lo llevó a conectarse con Eduardo Arrabal, quien por entonces tenía la concesión del bar del puerto de Iguazú, donde Marchese se desempeñaba como despachante de aduanas, profesión que abraza hasta la actualidad.
Fue Eduardo quien le presentó a Jorge Cianci, quien junto a “Rolo” Saint Jean (ambos se conocían ya de Necochea, desde donde vinieron a Iguazú) eran los que iban a entrenar con Carayá, que ya estaba formado y, según cuenta Edgardo “tenía una columna vertebral con jugadores muy buenos”.
Fue así que un sábado surge el viaje a Eldorado para ir a entrenar con Carayá, que por entonces lo hacía en el predio del Aeroclub. Pero luego de participar y ver que había mucha gente, coincidieron en que iba a ser muy difícil poder jugar, más ellos que venían de afuera. Y fue entonces que, en el viaje de regreso, surgió la idea de fundar un club.
Cuenta Edgardo que charlando con el “Bichi” Astarbi en el asiento trasero durante la vuelta surgió la gran pregunta: “Y si hacemos un club nosotros”.
Así lo cuenta Marchese: “Los dos que iban adelante, Jorge y Rolo, se cagaron de risa, escépticos ellos. El Bichi (Astarbi) y yo nos miramos y dijimos por qué no. Y fue así, aunque parezca una fábula, que el Bichi dijo sí, vamos a hacer un club que mierda!!!. A la semana siguiente, él y dos prefecturianos más, Osvaldo Curá y Carlitos Velázquez, recorrieron los colegios, primarios y secundarios del pueblo. Y yo cuando me encuentro con Eduardo (Arrabal), el lunes siguiente, le cuento la experiencia y él me dice vamos, metámosle. Eduardo, y me emociona recordarlo, era un tipo para quien los imposibles no existían”.
Un gran entusiasmo
Con la idea encaminada, empezaron las reuniones en el bar que “Rolo” Saint Jean tenía en el centro de Puerto Iguazú, donde los muchachos se juntaban todos los días. Surgió entonces que prefectura les iba a prestar su cancha y fue ese el lugar donde se establecieron al principio. Enseguida, apareció la necesidad de contar con una cancha, porque el lugar en Prefectura era chico y, si bien servía para entrenar, no alcanzaba para jugar.
En el medio de esto, iba creciendo la afluencia de chicos y jóvenes a los que se les enseñaba a entrenar y a dar sus primeros pasos en el rugby, un deporte que en esa época tenía poca difusión en los medios y para muchos era casi desconocido ver una pelota ovalada, que encima picaba mal.
Por ese entonces, contar con la cancha era la meta. Acerca de ello, Edgardo Marchese recuerda: “Una noche, Eduardo Arrabal me llama y me dice vení que tengo la cancha. Subimos al auto y encaramos para afuera del pueblo, hacia las Cataratas.
Yo decía para donde mierda va, y entramos a las Cataratas!!! Y cuando estábamos llegando al hotel, antes de la última curva, para ahí y había una cancha de fútbol que pertenecía a una escuela y estaba en ese entonces dentro del mismo parque, una cosa increíble.
Y esa fue nuestra primer cancha. Un piso blando, de césped, rodeado de la selva, a menos de cien metros de los saltos, una cosa de no creer!!! Si yo me extendiera sobre las anécdotas sobre esa cancha, no terminaríamos nunca. Fue una bendición de Dios”.
El ingreso a la Unión
Con el club conformado y la cancha ya establecida, la gente de Cataratas Rugby se acercó a la Unión de Rugby de Misiones (URuMi) para solicitar la correspondiente autorización.
Con referencia a ello, Edgardo contó: “Respetando la ascendencia y la autoridad, nos fuimos a Posadas a hablar con las autoridades del rugby. El presidente de la URuMi era en ese momento Jorge Copello, quien también fue fundador de la Unión, un hombre de rugby, oriundo de La Plata, del club La Plata Rugby y que, por supuesto, quería que se difundiera el deporte.
Nosotros fuimos a pedirle permiso para jugar partidos amistosos y el nos dijo no, ustedes en dos meses van a estar jugando el campeonato. Y así fue, en el segundo semestre del año jugamos el campeonato que en ese entonces se llamaba Clausura”.
La elección de la camiseta
Cuando las opiniones son diversas, ponerse de acuerdo resulta muy complicado. Por eso, para saber cómo fue la decisión de los colores de la camiseta del Cataratas, quien mejor que uno de sus fundadores para explicarlo.
“Por el tema de la camiseta, anduvimos averiguando lo que costaba hacerla. Cada uno tiraba una idea con los colores, que el cielo celeste, la tierra colorada y la selva verde, era divina la idea pero costaba muy caro hacer camisetas. También, tocamos algún comerciante del pueblo, pero nos quería asesinar o enriquecerse.
Hasta que alguien, Ballardo Horno, “Ito” Horno, que era un guía de Parque, políglota (sabía seis o siete idiomas), había jugado en su juventud en el club San Martín de Buenos Aires y tiró la idea que podía ser la camiseta de su exclub. El pidió autorización y el club dijo que sí, que encantados permitían y además apadrinaban que el Cataratas usara esa camiseta azul, verde y blanco. Fue así que las primeras camisetas las compramos en Buenos Aires y eran de la marca Urribarri, que cuando se mojaban pesaban como un yunque”.
El hijo pródigo del club
Continuando con su relato, Edgardo Marchese sostuvo: “El club se fundó, y después pasaron cosas que no se escribieron nunca. Yo siempre les hincho a los muchachos para que las escriban, pero no las escriben. Yo ya estoy grande y medio vago, pero como todavía vivo de mi trabajo y lo ejerzo, no lo hago.
Me gustaría estar retirado y escribirlo yo, porque hay muchos años que han pasado y hay muchísima gente involucrada y que ha tenido una relevancia superlativa en el desarrollo del club. Pero hay uno al que yo siempre hago referencia con la expresión de que ha llevado siempre la llama del club encendida y que es Jorge Díaz.
Creo que tenía 18 años cuando fundamos el club, de hecho es uno de los fundadores, y es un tipo que desde ese entonces, desde el 10 de abril de 1980, hasta hoy no ha dejado de estar un segundo de su vida en el club. Y eso hay que mencionarlo, es sumamente importante mencionarlo. Hay mucha gente que ha hecho muchas cosas por el club y muy buenas, pero creo que Jorge está por encima de todo”.
Acta de fundación
Después de que todo ya marchaba sobre rieles, llegó el momento de ir a los papeles, al acta fundacional del club.
Sobre eso momento particular, Eduardo recordó: “Para decidir quienes fueron los fundadores del club, nos juntamos una noche los sobrevivientes y residentes en Iguazú y de común acuerdo, por mayoría absoluta, decidimos darle forma al acto de fundación, que está escrito en dos o tres carillas, no más que eso.
En ese documento figuran como fundadores una serie de personas, y hay algunos que no jugaron nunca porque había personas que venían nada más a ponerle onda. Hay instituciones como Prefectura y Parques Nacionales que también los consideramos fundadores por la importancia de sus actos, llevados a cabo por sus jefes del momento.
Y a uno que no lo pusimos, pero bien podía haber sido fundador, es Don Jorge Copello porque hizo mucho por el Cataratas Rugby, él y su familia, y se convirtieron automáticamente en hinchas del club”.