Marilú Leopardi se planta en el escenario con firmeza y baila al ritmo de la nostalgia y del galanteo, tan característico de este género porteño. A esto le agrega sensualidad, elegancia y por supuesto, su infinita alegría por hacer lo que más ama: bailar.
Para ella la danza es un lenguaje “muy puro y transparente donde se refleja: el estado de ánimo, la preparación del bailarín y la concentración. Es muy cambiante y tiene mucho que ver con el intérprete. La posibilidad de ser simplemente uno mismo o de crear un personaje. Pero en cualquiera de sus formas elijo siempre lo auténtico”.
“Una de las cosas más lindas que me aportó el tango son mis grandes amigos del alma. Y mi compañero de baile Esteban Simón”
Humilde y sencilla, ostenta éxitos indiscutidos en el exterior. Y lo sustentan sus presentaciones, a sala llena, en Rusia, Italia, Israel, EEUU, Chile, Brasil, Corea, Japón, Francia, Lituania, Inglaterra, Luxemburgo, Canadá, Ucrania y China.
De hecho, con su compañero Esteban Simón, con quien baila desde hace 9 años, son maestros en “Efecto Tango” en Tokio, Japón. País al que viajan cada año a dictar clases y dar shows.
Su pasión tanguera inició a los 13 años, Marilú dice que fue “sin querer”. Su hermana Mariana había pagado un curso al que no pudo asistir por trabajo y le dijeron: “‘Anda vos, ya está pago’ y como para no perderlo, me fui”.
Pero ella siempre estuvo conectada al mundo de la danza, desde pequeña tomaba clases de ballet. “Mi hermana era mi maestra, pero de tango ni idea”. Y fue así como el destino la llevó al universo del 2×4.
“Mis grandes logros son personales, de aquello que creí no poder hacer y pude. De superarme y crecer, aprender, siempre quiero aprender más”.
Antes “solo lo conocía porque mi abuela Rosa lo escuchaba todo el día. Y algunas veces contaba de los bailes a los que iba en su juventud, donde tocaba Troilo, Pugliese, entre otros grandes. Y de sus prácticas en el patio cuando era chica con su hermano o con sus amigos. Anécdotas que contaba, pero que tomaron mucha más relevancia en mí, cuando yo empecé a bailar, ella me las repetía”.
De repente, Marilú hizo del tango su medio de expresión y también de vida. El camino transitado no fue sencillo, para nada. Ella misma lo explica “ser bailarín no es fácil, pasamos horas y días de ensayo, trabajo, dolores, lesiones, momentos de frustración que debemos lidiar y superar. Pero lo más importante, es que pasamos muchos más momentos de alegrías. Este es un camino interminable de aprendizaje y crecimiento como persona y como profesional. El bailarín no deja de bailar, aunque se retire. Bailar se lleva con uno, es una forma de vida, una elección”.
En cuanto a los logros, los primeros son personales “de aquello que creí no poder hacer y pude, de querer trabajar con tal director algún día y hoy trabajo. Superarme y crecer, aprender, siempre quiero aprender más”.
En lo profesional sus grandes maestros fueron Roberto Herrera y Vanina Bilous. Y, tal como lo menciona, consiguió trabajar en los lugares que soñó: “como en Tangox2 de Miguel Ángel Zotto y en Tango-A-Tierra, de Guillermo Salvat y Silvia Grynt, uno de los shows más lindos que hice hace un tiempo y donde tanto aprendí, con el que viajamos bastante por varios países”.
Sin olvidar que hace dos años trabajaron para la compañía de Leonardo Cuello, “algo que desee mucho y también con Germán Cornejo”.
Convertida en una referente internacional, la joven proyecta “seguir transitando esta carrera, que si bien tiene su esfuerzo lógicamente, la recompensa es grandísima. Seguir bailando en los lugares que integro porque me encantan. Y que siempre se sumen proyectos nuevos que nos entusiasmen, que sean un desafío”.
Una cábala de Marilú es una papelito que guarda en la billetera y dice la siguiente frase: “‘El baile puede que no nos cure, pero brinda los primeros auxilios al Alma’ y así tal cual lo siento hoy, más que nunca”.
Expresión y arte
Durante la entrevista con Revista SextoSentido, una de las preguntas que más movilizó a la artista fue sobre su pasión al bailar. Es decir, ¿qué es lo que más le atrae del tango? y ella respondió “me da la posibilidad de poder expresarme. Y también me gusta lo que se genera entre el que recibe (el receptor que casi nunca es el mismo) respecto a lo que está mirando. Del otro lado se encuentra el que baila, nunca lo hace igual porque uno nunca baila igual. Y el receptor nunca recibe ni percibe lo mismo. Todos traemos dentro una manera de mostrarnos, el otro de percibirnos, y viceversa”.
Por
Susana Breska Sisterna
Lic. En Comunicación Social
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Fotografía Gentileza: M. Santillán//G. Olguin// F. Paleo