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Entre otros tantos nombres, hablar de automovilismo misionero también es hablar de Roberto Bose. Con 61 años, el piloto de San Ignacio es uno de los pocos que se mantienen vigentes entre aquellos que corrieron durante los primeros años de la Federación Misionera de Automovilismo Deportivo.
Justamente hoy, la entidad que agrupa a los fierros provinciales cumple 43 años. No es poca cosa. Y EL DEPORTIVO quiso que la celebración, esta vez, vaya de la mano con la historia de Bose, reconocido en el ambiente por su persistencia, la humildad, el perfil bajo y el concepto de familia ligado al motor. Semáforo verde para la historia.
Roberto, llevás toda una vida con los fierros… ¿cómo arrancaste?
Todo esto es una cuestión de gusto y pasión. Siempre arrancás de chico, copiándole a alguien, y así fue. En mi caso, lo tenía a mi viejo, Adolfo o “Fito”, que era un aficionado a la mecánica y llegó a hacer una “minicarrera” dentro del automovilismo de aquella época. En ese momento, allá por los setenta, corría el llamado “kilómetro lanzado”, algo parecido a las picadas, que se hacía en Posadas. Te daban un kilómetro para acelerar y otro kilómetro para cronometrar. Y de lo que recuerdo de mi infancia, se ve que mi papá ganó alguna copa y la trajo a casa. Y eso me contagió.
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Y te subiste al auto…
Así es. Primero acá con unos amigos de San Ignacio iniciamos una autopeña y compramos una cafetera con motor V8 (se ríe), totalmente fuera de reglamento… Y empezamos a hinchar. Y bueno, así fue que al año siguiente, habrá sido 1984 o 1985, decidí comprarle la cafetera a Carlos Okulovich padre. Y todo se fue dando para que en 1987 saliera campeón provincial y volviera a repetir al año siguiente. Después me compré un Gacel de calle nomás, lo reformé y pasé a correr en la Clase 2 provincial. Ahí estuve hasta 1991 o 1992 pero ya no con los resultados que quería, porque había muchos autos y gente que traía muchas cosas buenas de Buenos Aires, entonces se hacía difícil competir.
¿Hubo un parate?
(Vuelve a reírse) Sí, ahí terminé mi campaña porque me casé, tuve a mis hijos, más allá de que la familia siempre me acompañó con esto. La cuestión es que paré y después de 15 años compré un Chevy y empecé a armarlo. Y volví a la pista en 2006. Gané algunas carreras, siempre te entusiasma el hecho de andar bien. Y bueno, hasta ahora estamos firmes.
¿Se puede describir esa pasión en palabras?
Es difícil, porque es algo que uno lleva en la sangre. Yo siempre me dediqué a lo técnico, por eso es una pasión y también un hobbie. Por ejemplo, la secundaria la terminé en la Industrial de Posadas, salí con el título de técnico mecánico y de ahí me fui a Buenos Aires para hacer algunos cursos. Siempre me gustó el taller y todo lo que lo rodea. Por eso alguna vez organizamos las picadas en San Ignacio. Acá en el pueblo llegamos a tener tres cafeteras.
Se cumplen 43 años de la FeMAD ¿cómo recordás a Hipólito Cortés, fundador y primer presidente?
Yo tuve mucha relación con don Hipólito, fue él quien marcó esa primera época mía. Por algo es uno de los dirigentes más reconocidos en la FeMAD. Y gracias a la pasión de él es que quedó lo que quedó. Lo recuerdo como un segundo padre dentro del automovilismo. Al punto que inclusive fue compañero de mi papá en el servicio militar. La relación venía incluso de antes ya. Para mí fue un hombre muy recto, de la vieja escuela y muy respetado. A él y a toda esa época la recuerdo con mucho cariño.
¿Cuál es tu deseo para el futuro del automovilismo provincial?
La FeMAD tiene que seguir existiendo y tiene que apuntar sobre todo al contralor de las carreras. Tiene que haber alguien que fiscalice y la entidad es la responsable directa. Creo que también que cada categoría debe buscar su propio horizonte, porque hoy por hoy el automovilismo se mueve con plata y, justamente, los recursos son limitados. Esta pasión cuesta mucho en lo económico, los auspicios no ayudan y cuesta mucho para el que quiere arrancar. En mi caso, como es un hobbie, yo siempre armé mi auto, soldé, desarmé. Pero no siempre es igual.
Después de varias décadas,¿hay Bose para rato?
(Se ríe). Siempre digo lo mismo, pero bueno, creo que este año va a ser el último. Vamos a ver si la pandemia nos deja correr tres o cuatro fechas. Y si no se puede, probaremos quizás en 2021. Estamos con el Chevy a full, haciendo un motor nuevo.
A seguir corriendo…
Sí, creo que lo voy a seguir haciendo hasta que me den las fuerzas. Y siempre y cuando no me eche mi hijo, Ayrton, que ya está probando en el karting. Para él también es una pasión y un hobbie, porque está estudiando ingeniería agrónoma. Pero, sin dudas, va a tener que hacer honor al apellido.