Laura Iszcuk es maestra rural de Santa Ana y, como sus alumnos no tienen conectividad para poner en práctica las clases virtuales, decidió fotocopiar las tareas los siete grados a su cargo y llevárselas hasta los caminos cercanos a sus casas para evitar el contacto físico.
“Muchos de mis alumnos tienen sólo un teléfono por familia, sin conexión a internet y muchos sin luz en sus casas. Entonces no daban a basto y si se quedaban sin batería, tenían que esperar días para poder cargarlos en la casa de algún vecino”, contó a PRIMERA EDICIÓN.
“Ellos querían hacer las tareas pero no tenían manera de hacerlo por todas las limitaciones que tienen” y agregó que ella está acostumbrada a utilizar las fotocopias porque “es la única manera que encuentro de poder avanzar con las clases, porque son muchos chicos a mi cargo y no siempre doy a basto. Es una responsabilidad muy grande el de un docente rural”.
Dos semanas imprimiendo
A raíz de estos impedimentos, Laura pasó 14 días imprimiendo las actividades de cada materia para entregarle a cada uno de sus alumnos. “Las puse en un sobre y les dije que el lunes a partir de las 9 se acercaran a la entrada los caminos que se dirigen a sus casas porque iba a haber una caja con su nombre y con las tareas correspondientes”, relató.
“Ese día a las siete de la mañana partí rumbo a Mártires con las cajas de las actividades y los fui dejando en las entradas de las casas de cada uno de los alumnos”, siguió.
Finalmente, Laura confesó que “cuando me designaron como docente de esa escuela, había noches en que no dormía pensando cómo iba a encarar las clases de cada día, porque no es fácil tener a cargo siete cursos juntos”.