
El Concorde volaba al doble de la velocidad del sonido y su servicio fue a todo lujo. Aterrizó en el aeropuerto internacional “Mayor Carlos Krause” a las 14.15 y esa noche después del paseo de sus pasajeros por la maravilla natural, despegó rumbo a Ezeiza. En el mundo aeronáutico de Misiones fue uno de los mejores y grandes acontecimientos. En el Aeroclub Posadas se guardaba un mural de ese aterrizaje con una fotografía efectuada por Malfer.
El periodista y piloto comercial, Horacio Cambeiro, recordó que las crónicas en papel de ese entonces, señalaban que “después de veinte años, el sofisticado avión supersónico Concorde vuelve hoy a la Argentina. Es un vuelo chárter organizado por la agencia turística Abercrombie & Kent, de Estados Unidos, que alquiló el Concorde a Air France para un exclusivo tour sudamericano. Cada pasaje cuesta 52.500 dólares, según difundía en Internet la agencia turística”.
En la empresa Air France, calculaban que el Concorde -cuya velocidad máxima era de 2.179 kilómetros por hora- aterrizaría a las 14.15 en el aeropuerto de Iguazú. La escala sería apenas por unas horas, para que los turistas pudieran apreciar las Cataratas. Esa misma noche, el avión supersónico llegaría a Ezeiza. “Aunque los representantes locales de la agencia no quisieron dar mayores detalles, Air France confirmó a Clarín el itinerario del viaje, que se inició en Nueva York el viernes. El Concorde ya está en Río de Janeiro y tocará Puerto Iguazú, Buenos Aires, Ushuaia, Santiago de Chile, Isla de Pascua, Lima y San José de Costa Rica, regresando a Nueva York el miércoles, añadían los escritos.
La tercera y última ocasión fue en 1999, y nuevamente el protagonista fue un avión de Air France, el F-BTSD. Con el lema “Menos tiempo en el aire, más tiempo para explorar” el avión llegó desde Brasil y la primera escala nacional fue en Iguazú, para admirar las cataratas aunque del lado brasileño. De allí, el típico viaje de extranjeros, parada en Buenos Aires para hacer shopping, bailar tango y comer asado; para finalmente arribar a Ushuaia, “Puerta de entrada a la Antártida”.
La empresa Abercrombie & Kent era una agencia especializada en turismo de lujo y aventura, con base en Oak Brook -cerca de Chicago- y oficinas en 27 países. Habitualmente ofrecía safaris en África, cruceros a la Antártida y destinos exóticos en Australia, Oriente, Europa y América. Tradicionalmente, el servicio a bordo del Concorde, del que sólo había 14 aparatos, debido a su alto costo de mantenimiento, era superior a la primera clase más lujosa. Las azafatas usaban vestidos diseñados por Nina Ricci, la vajilla era de porcelana de Limoges y los cubiertos estaban firmados por orfebres prestigiosos.

No faltaban los mejores quesos y a bordo de sus vuelos se consumieron un millón de botellas de champañas francesas. La comida era representativa de distintas regiones de Francia, pero también había menúes al gusto norteamericano. Se destacaba la ensalada de langosta y trufas, pastel de salmón ahumado o pechuga de gallina guineana.
Horacio Szwarzer, vocero de Air France, recordó que “el Concorde estuvo por primera vez en Buenos Aires en 1971 haciendo un vuelo de demostración. Pero la gente lo recuerda más por el vuelo que efectuó en 1978, cuando trajo al equipo de Francia para el Mundial de Fútbol”.