No es fácil. De hecho, es todo un desafío. Hay que dedicar varios minutos en el buscador para encontrar el dato, pero el esfuerzo tiene sus frutos. Es que si el atletismo no es –tristemente- un deporte masivo en la Argentina y, en general, en Sudamérica, mucho menos lo es la rama escolar de la disciplina, el semillero.
Sin embargo, más allá de todo, el nombre de Roberto Osudar (43) permanece impoluto al lado de la columna que destaca el récord argentino escolar en los 100 metros llanos. Ya lleva allí 28 años. Y estará allí por siempre. Tan tremenda certeza, que pareciera una exageración, en realidad proviene de un tecnicismo: el misionero obtuvo ese logro en la categoría Sub-16, que dejó de existir años atrás y ahora es Sub-17. Nunca nadie bajó ni bajará ese cronómetro.
“La marca no se bajó y con el tiempo se cambiaron las categorías, pero los récords se mantuvieron. Entonces, las divisionales que antes eran Sub-14 y Sub-16, ahora son Sub-15 y Sub-17. Y quedó nomás el récord, ya no lo va a romper nadie”, se ríe Roberto.
A casi tres décadas de aquel logro en el Sudamericano de Chile, EL DEPORTIVO contactó a Osudar para recordar ese 1992 en el que terminó como el mejor deportista misionero del año. Los comienzos de la mano de José Sorsana, su impulsor; el regreso glorioso a Concepción de la Sierra, montado en el camión de bomberos para festejar junto a su gente; y su presente, que lo tiene predicando el atletismo en el barrio A-4 de Posadas.
Roberto, ¿cómo empezaste con el atletismo?
Fue casi hereditario, porque mi viejo y un tío mío hacían atletismo. Yo soy de Concepción de la Sierra. Y en el pueblo no había muchas cosas que hacer, entonces empecé con ellos y de la mano del profe José Sorsana. Calculo que yo tenía 11 años cuando arranqué. Primero fue mi hermano mayor y después yo. Todavía me acuerdo, entrenábamos con Sorsana los lunes, miércoles y viernes, de 15 a 17, en el Club Atlético Concepción.
Sorsana es todo un nombre para el atletismo provincial…
(N. de R: José Virgilio Sorsana (foto junto a Roberto), referente de la disciplina, murió en julio de 2007 y dejó un inmenso legado. Hoy la avenida de ingreso al CePARD lleva su nombre) Sí sí, es que era un tipo excelente, en lo humano y como profesor. Era un formador al cien por cien. Imaginate que allá, en esa época encima, no había nada. Y él, por ejemplo, armaba las vallas con tacuaras, prepara la clase día a día, se tomaba ese trabajo. Era un apasionado. Y él me inculcó la pasión por el atletismo.
¿Cómo se dio tu despegue en la provincia?
Bueno, a los 12 años fue la primera vez que salí a competir fuera del pueblo. Fue en Eldorado. En esa época íbamos en la camioneta de la Municipalidad, todo se hacía como se podía. Esa fue mi primera competencia. Y me enganché. Después, a los 13 años, vine a correr a Posadas, quedé quinto en el Provincial. Me piché porque no gané y me puse a entrenar. Y ahí terminé de enamorarme del atletismo.
Y así llegaste a competir a nivel nacional…
Claro. Entrené y entrené y en 1991, con 14 años, gané primero el provincial, después el regional y luego el Nacional Federal, en Chaco, en 80, 100 y 150 metros. En Resistencia también fui tercero en lanzamiento de bala. Y ese mismo año se hacían los Juegos Evita, todavía en Buenos Aires, y ahí también fui campeón en el Cenard, en 100 metros llanos.
¿Esa fue la clasificación al Sudamericano de Chile?
No, no, eso fue al año siguiente. En 1992 empezamos a entrenar muchísimo, siempre en Concepción. Corríamos en una plazoleta, cuesta arriba, en la entrada del pueblo, en todos lados. Era una locura, entrenábamos como y donde se podía. Sorsana me iba a buscar temprano a la mañana a casa. Y hacíamos doble turno. Gracias a todo eso es que ese año salí campeón argentino interescolar en 100 metros llanos, en el Cenard. Y eso me dio la clasificación al Sudamericano de Chile.
De Concepción a Viña del Mar…
Sí, fue un viaje espectacular. Fuimos en avión, nos daban la ropa, fue un torneo muy bien organizado. Y para mí, fue una experiencia única. Salir de Concepción, que eran todas calles de tierra, y de repente encontrarme viajando en avión, llegando a otro país, con la alegría de ser parte de una Selección Argentina, fue algo increíble. Todavía me emociono al recordar la presentación, con el desfile de las delegaciones. Es un recuerdo muy grato para mí, fue una experiencia muy linda.
¿Y cómo llegaste al récord nacional?
En la primera serie hice un tiempo malísimo, de 12 segundos, cuando en el Nacional había ganado con 11.2 segundos. En la segunda serie, clasificatoria para la final, otra vez metí 12 segundos, malísimo, pero bueno, logré entrar. Y a la final llegué sintiéndome bien, no confiado, pero bien. Y salió todo como lo esperaba, al punto que faltando cinco metros para la meta levanté las manos para festejar. Ya a la noche, porque en ese entonces los resultados demoraban un poco más, viene el técnico de la Selección y me dice, “Osudar, ¿qué hiciste? ¿Para qué levantaste la mano? ¿Sabés el tiempo que hiciste?”. Yo no entendía nada. Y ahí me enteré que había hecho 10.96 segundos y eso era récord argentino. La anécdota es que, si no hubiese festejado, iba a hacer un mejor tiempo (se ríe).
¿Qué recordás de ese podio?
Uhhh, una emoción tremenda. Estar ahí, bien arriba, ver la bandera argentina… No tiene precio eso… Y por haber conseguido la mejor marca técnica, para el cierre me tocó ser capitán del equipo. Entonces cuando premiaron a las delegaciones por equipo, me tocó pasar a mí de entre los 40 o 50 que éramos de Argentina. Además, fuimos terceros con el equipo de la posta 4×100. Fue increíble. Cuando veía la bandera desde el podio, venir de un pueblo tan chico, con tanto sacrificio… no podía aguantar las lágrimas.
¿Y en Concepción? ¿Se enteraron enseguida?
Mirá, allá en Chile estaba la gente de la agencia de noticias Télam. Pero imaginate que en ese momento no existían las redes sociales y, encima, no me pude comunicar con mi familia por teléfono. Más allá de todo, pensé que no se habían enterado, pero cuando volvimos, fue una locura…
Sorpresa y media…
No me lo esperaba. Cuando llegamos a la entrada del pueblo, me estaba esperando el camión de bomberos. No sabía dónde meterme, no estaba acostumbrado a eso (se ríe). Estaban mis familiares, mi entrenador, el intendente, estaba todo el pueblo en la calle. Y todos venían a saludarme. Fue una novedad, algo muy lindo para mí y para el pueblo. Un orgullo para mí. Todavía recuerdo al profe Sorsana cuando me vio, nos abrazamos y se emocionó, se le escaparon unas lágrimas. Él era muy positivo y siempre confió en mí.
Después de eso, ¿seguiste entrenando?
Sí, claro. Al año siguiente volví a ir al Nacional pero no sé qué me pasó, me intoxiqué, bajé un par de kilos antes de competir y en los 100 metros llanos terminé tercero. Igualmente fui al Sudamericano en Uruguay y terminamos terceros otra vez con la posta 4×100. No tengo el dato preciso, pero creo que ese récord también quedó vigente para la categoría.
¿Tuviste chances de vivir del atletismo? ¿Por qué debiste dejar de competir?
En ese momento, nada era como ahora. Llegué a vivir en el CeNARD un tiempo, pero tenía que conseguirme una beca, porque las provincias tenían solo un par de cupos y los de Misiones ya estaba ocupados, así que yo quedé en lista de espera. Más allá de que en el pueblo siempre me ayudaron, tanto la Municipalidad como la Cooperativa y los vecinos, todo era muy difícil. Y lamentablemente, uno va dejando. Imaginate que con 17 años las exigencias ya son otras, tenés que empezar a viajar más, a entrenar más, necesitas de un gimnasio. Y todas esas cosas van haciendo la diferencia si sos del interior. Y bueno, me fui frustrando y dejé.
¿Hoy te arrepentís?
En realidad, no había mucho más por hacer por esas dificultades que te cuento. En ese momento, la inversión en el deporte no era tanta como ahora. Antes eso era complicado, no había tanto apoyo, era fútbol y nada más. Y bueno, tengo esa espina clavada de haber sabido qué pasaba si seguía. Eso me va a quedar para toda la vida. Pero bueno, en mi casa éramos cuatro hermanos y comíamos como podíamos. Y a esa edad, era estudiar o laburar.
De todas maneras, pudiste seguir con la pasión mediante tu carrera…
Sí sí, ahí me vine a Posadas y estudié Profesorado en Educación Física. Tuve la ventaja de que, apenas me recibí, tuve la suerte de llegar al Centro de Educación Física 5 del barrio A-4, acá en Posadas. Siempre conté ahí con el apoyo de los directores. Y de ahí, por ejemplo, salió Lucas Alvarenga (18), mi primer campeón nacional, que ganó los Evita en 2017 y 2018. Estar ahí es una experiencia muy gratificante, porque hasta que llegamos nosotros no se hacía atletismo. Y hoy lo hacen en la escuela.
Sin dudas, el deporte no es algo menor, menos entre los chicos…
Sí, tal cual. Ya estoy en A-4 hace 17 años. Un día me fui a Concepción y me traje todo lo que tenía, vallas, jabalinas y discos. Y con los profes Juan Nazzer y Clarisa De María, fuimos enseñando y armando el equipo de atletismo. Hoy tenemos varios campeones además de Lucas. Por ejemplo, está Ignacio González (salto triple) y Jonathan Barese (jabalina), ambos campeones provinciales. Realmente es algo muy lindo, una satisfacción muy grande poder transmitir todo lo que en su momento me enseñó el profe Sorsana. Y para los chicos, es la posibilidad de cuidar la salud, viajar, conocer gente, relacionarse.
¿El deporte transforma vidas?
Es así, el deporte les cambia la vida a los chicos. Por más que este sea un deporte individual, ellos trabajan en conjunto y así adquieren muchos valores que, más allá de los resultados, les van a servir para la vida. Nosotros junto a los chicos construimos de cero el cajón de arena, el saltómetro, todo lo que tenemos. Los chicos lo toman como propio y lo cuidan. Y así también se construye identidad.
En tu caso, además de la pasión, te dejó un récord que ya lleva 28 años…
Sí. La marca nunca se bajó porque años atrás la Sub-16 pasó a ser Sub-17. Y quedó nomás el récord, ya no lo va a superar nadie. Pasaron 28 años y sigue ahí. Para mí es algo simpático, por así decirlo, pero también me da lástima no haber podido seguir un poco. Sin embargo, poder ayudar y enseñar a los chicos me da una satisfacción enorme, es gratificante. Que ellos también puedan representar a la provincia y al país, ese es mi objetivo. Por eso, al final del día no me arrepiento de nada.