Gracias a Dios, al trabajo de médicos y enfermeros, de dirigentes, a la gente que se quedó en sus casas, o a quien se quiera otorgarle los méritos, por ahora, el coronavirus en Misiones nos tuvo en vilo sólo en tres momentos. Con el primer infectado (27/03), con el primer fallecido (23/04) y cuando se declaraba la circulación comunitaria (28/04), que hasta esa fecha sumaba 12 contagiados.
Ya estamos en el umbral de junio, poco a poco comenzaron a liberarse algunas de las restricciones de la cuarentena en nuestra provincia. Y cuando parecía que todo marchaba bien, entre el jueves y viernes se confirmaron tres nuevos casos. Hay quienes sugieren que hay más, que es sólo cuestión de tiempo. Hasta el momento, 24 recuperados y lamentablemente un vecino y camionero de San Vicente fallecido por el COVID-19.
Esta pandemia nos tomó de sorpresa. La gripe A de 2009 al parecer no fue tan atemorizante como ésta, pero cuando ésta pase, va a dejar lecciones y recuerdos imborrables porque de una manera u otra toda la población estuvo afectada por el virus.
En los primeros días, muchos encerrados por temor al contagio, los primeros problemas con la Policía y la Justicia por no tomarse en serio algo que mostró el nivel de civismo, de irresponsabilidad, o de inconsciencia de algunos. Escenas sacadas de películas del género catástrofe, con localidades cerradas con cargas de tierra para que no entraran forasteros.
Desinformación, cataratas de chismes y teorías conspirativas en redes sociales. Frialdad si se quiere a la europea a la que nos acostumbramos (o no), con saludos con un simple hola, sin besos, sin estrechar manos, sin abrazos. Distancia social, metros recomendados de profilaxis. Estornudos y una tos casi vuelta a tragar para que nadie se sienta observado. Caras semiocultas por barbijos. Todos sospechosos.
Hasta el año pasado nadie pensaba que se podía estar aún más en incertidumbre económica que la que había dejado el Gobierno anterior. En la vorágine del trabajo cotidiano, nadie creía que un virus asiático iba a llegar a estas tierras a cambiarnos la vida de golpe.
Es más, cuando promediaba marzo y se conocía cómo el virus se expandía por todo el globo, en las redes sociales circulaban memes de bienvenida al COVID. Todavía daba para hacer chistes. Pero la angustia se diseminó enseguida. Primeros infectados. Desempleo. Miles de negocios obligados a cerrar. Sin peatones en las calles, ni siquiera los kioscos del centro de esta capital tenían clientes suficientes como para subsistir.
Los pequeños comercios de barrio tuvieron una inyección de compras. Los vecinos que antes iban al supermercado habían comenzado a comprarle al almacén de a la vuelta. Y apareció la ayuda del Gobierno. 10 mil pesos a individuos y ayuda a las empresas para pagar sueldos. Máquina de imprimir billetes a máxima potencia.
Veni-vidi-vici (Vine, vi y vencí), leyenda que aparece en una marca de atados. Volvió a recobrar ese viejo significado con la traducción incorrecta del latín: “Vení a la vida del vicio”. Miles de fumadores desesperados por conseguir un paquete de cigarrillos. No importaba el precio, lo iban a pagar igual.
A medida que comenzó a agotarse el stock de industria nacional, a raíz de la fuerte demanda, se multiplicó el contrabando desde Paraguay y la tasa de incautaciones en este lado de la frontera. El ilegal, de 50 pesos pasó a valer 150 pesos el paquete.
A mayor demanda mayor es el precio. Ejemplo de cómo funciona el mercado, sino miren la brecha del dólar blue. Las restricciones de circulación afectaron el histórico contrabando, pero hasta los narcos debieron retroceder y replantearse el nuevo escenario.
Apenas se decretó la prohibición de circular, con calles y rutas desiertas, estaban más expuestos a los controles. No había noticias de secuestro de estupefacientes. A medida que pasaron las semanas de a poco otra vez volvieron a verse las canoas transportando droga y bultos dejados cerca de la orilla.
Nuevamente se incrementó la actividad narco y las fuerzas comenzaron a secuestrar cargamentos prácticamente todos los días. El más importante en cuanto a cantidad fue el 16 de abril con más de una tonelada que incautó el Escuadrón 10 “Eldorado” de Gendarmería, en Paraje Esperanza.
Y la pandemia generó una nueva actividad para los emprendedores y potenció a los servicios de delivery. Antes de la pandemia, era normal tener imágenes de Beijing con los ciudadanos caminando por las calles cubiertos con barbijos por la polución en el aire. Algo lejano a nuestra realidad. Y un día, justo desde China llegó el virus y el misionero debió salir uniformado con tapabocas.
Aquellos que tenían una máquina de coser en la casa comenzaron a confeccionar barbijos. Las farmacias se quedaban sin stock. Ahí apareció el trabajo de los emprendedores para suplir esa falta. Le pusieron estilo, colores, diseño y hasta impresiones de personajes favoritos de los clientes. Una nueva entrada para conseguir algunos pesos.
Y los dueños del camino tomaron por asalto las calles. Los delivery boys incrementaron sus viajes. Aquellos que tenían una moto, habían quedado sin trabajo y se animaron a dar el salto, comenzaron a ganar dinero como repartidores. En Buenos Aires, se podía llegar a obtener hasta 65 mil pesos por mes con ese servicio. Acá, la mitad con suerte.
Obviamente a mayores pedidos se incrementó la ganancia durante la pandemia. Prácticamente sin tránsito, en Posadas, no era difícil ver como algunos pasaban como si no existieran semáforos. El resto, en una conducción al límite, que los dejaba a cara o cruz con una colisión. “No hay autos pero en cualquier momento van a chocar” dijo alguien. “Ya empezaron” les respondió el otro. (Conversación escuchada por ahí).
Y la política partidaria también se contagió de la pandemia. Ayer nomás, con el Gobierno del “desaparecido” expresidente Macri hubo muchísimas críticas al respaldo que su gestión le había dado a las fuerzas militares. Por ejemplo, vale recordar el caso del oficial Chocobar, que mató por la espalda a un joven que segundos antes había asaltado y apuñalado a un turista. Y desde el 2016, el regreso de los desfiles militares con el impulso dado por el Poder Ejecutivo. Y esto viene a colación porque a la que era oposición en ese momento le generaba ronchas todo lo que tuviera que ver con uniformes.
La pregunta que muchos se hicieron en los últimos dos meses es: si el Gobierno de Cambiemos era reelecto, con tanta policía y fuerza de seguridad federal en control de la calle para que se respete la cuarentena, los medios y el periodismo operador (en este caso el Nacional y Popular), los punteros políticos, los dirigentes del kirchnerismo y de la izquierda trotskista, ¿hubieran respetado el aislamiento?
Sobran los ejemplos para interpretar que hubieran saltado por el lado predecible que los caracteriza, al grito unísono de que no iban a soportar que la dictadura de Macri tuviera el país militarizado y en cercenamiento de las libertades individuales por decreto, con tantas PyME y negocios sin poder trabajar normalmente, porque iba profundizar aún más la pobreza que ese mismo Gobierno había multiplicado.
Es sólo una interpretación, es contrafáctico, pero si hubiera sido así, hoy el país sería un caos con desmanes, saqueos, choques con la policía, infectados y más muertos por el virus de los que actualmente hay.
Pero la historia dijo que tenía que estar otro gobierno. Esta administración tiene la capacidad de cerrar villas de emergencia con circulación de virus sin que a ningún dirigente se le escuche pedir por las libertades de la gente pobre. Todos estarán de acuerdo que es una medida justa para evitar que el virus se propague con los peligros que esto conlleva, pero les pusieron el dedo en la llaga y el gobernador Kicillof tuvo que salir a decir que si eso pasaba en un country iban a hacer lo mismo.
Para un amplio sector de la clase política nacional, haber hecho dinero o fundado una empresa tiene una connotación negativa. Gente mala, sin escrúpulos. “Donde hay un pobre nace un derecho”, es una de las muletillas. Y por detrás subyace el “donde hay un rico hay un culpable”. De manual.
Por definición, en sus discursos dan a entender que si el rico es empresario, es responsable histórico de la debacle nacional. Ahora, si el rico se volvió rico en el ejercicio de cargos públicos, no tiene culpa por los fondos de los que se apropió de forma indebida. Es un millonario que vela por los pobres. Ser benefactor da fueros y votos. En cambio, ser el dueño que da trabajo es ser un “garca”.
Pero para ser ecuánimes es justo mencionar que la serie de extensiones de la cuarentena y la detención del aparato productivo generó como decíamos, millonarias pérdidas, cierre de negocios y gente que se quedó sin empleo o sin poder cobrar su sueldo como lo hacía habitualmente. Y los medios de comunicación que hoy son opositores azuzaron posturas en pos de poner fin al aislamiento.
Esta decisión del Gobierno, en palabras de Alberto Fernández, sirvió para cuidar que menos argentinos se murieran, nada más y nada menos. En la guerra de discursos que propalan los medios Nac & Pop vs. los medios conservadores, la lucha por el sentido estuvo entre los que defendían la cuarentena a pesar de la profundización de la crisis con los ejemplos de la cantidad de muertos en Brasil y EEUU, versus los que atacaban las sucesivas extensiones de la misma en detrimento de la economía.
Esta semana, durante una conferencia de prensa Alberto Fernández habló de la necesidad de un nuevo pacto social en Argentina. Durante su alocución, recordó que durante el Gobierno de Alfonsín, se había creado una forma de coparticipación que favorecía a las provincias pobres del norte en detrimento de Buenos Aires. Pero había una razón, era la de dotar de más recursos a esos distritos para que en su desarrollo, la gente no tuviera que migrar hacia el centro del país en busca de un mejor futuro.
Más de 30 años después quedó en claro que eso “falló”, dijo Fernández, porque en Buenos Aires está concentrada la mayor cantidad de gente pobre. Ergo, al no haberse desarrollado las provincias como lo había planeado Alfonsín el área metropolitana se llenó de villas miserias. Esto dejó aún más en evidencia el abandono o la incapacidad de los gobiernos en brindarles agua, electricidad y cloacas, dignidad, trabajo, etcétera.
Entonces, si se configura esta nueva coparticipación, las provincias del Norte argentino recibirían menos fondos en favor de la provincia hoy gobernada por Axel Kicillof. Por lo menos esa es la intención. En tiempos de Vidal se criticaba con dureza el aumento de ingresos que recibió Buenos Aires durante esa gestión. Ahora que volvió a ser conducida por el kirchnerismo, ¿habrá algún dirigente que cuestione esto? Difícil, ¿no?
Aunque todo dependerá de qué tajada pueda sacarse de una negociación. Pero en general, históricamente, toda la clase dirigencial argentina estuvo infectada de revanchismo. El ancestral karma de unitarios y federales, hoy reencarnados en peronismo populista versus republicanismo neoliberal. Enfermos crónicos por el poder, las cajas de la política y la idolatría de los pobres.
Esto último llegó a tal punto que hasta a Macri le dio su voto la gente más humilde. “Cuando termine mi gestión quiero que me juzguen por la cantidad de pobres que haya dejado”, dijo el expresidente. Estafados por enésima vez. Te prometo pero no te cumplo. Te ayudo pero te convierto en mi rehén. Asistencialismo eterno, así siempre va a votar a la estructura que lo sostiene.
Final. Se rumorea que a nivel nacional la cuarentena va a ser extendida y ojalá no haya que volver hacia atrás en provincias como la nuestra, donde hasta se habla de reabrir restaurantes y bares. Para los que ruegan se les permita trabajar, vale una publicación de hace unos días del New York Post.
En la ciudad estallada por el coronavirus, un columnista del diario así pedía que culmine la cuarentena: “La Gran Manzana está muriendo. Las calles están vacías. Decenas de miles hundidos en la pobreza. Nuestros líderes no tienen planes ni respuestas. Los neoyorquinos hemos aprendido acerca de la distancia social. Los negocios pueden ajustarse. Los adultos mayores y los enfermos pueden continuar aislados. ¡Es necesario que esto termine ahora!”. Es el mismo problema en Estados Unidos y en Argentina. Es el dilema del virus, la economía y la gente.
Por Lic. Hernán Centurion