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El fútbol, como la vida misma, tiene vericuetos inesperados. Y guarda sorpresas para quienes entienden su idioma. Mucho se podrá criticar, por ejemplo, de las cosas no tan sanas que muchas veces lo rodean. Pero la pelota es fiel y sabe a quién contagiar con su encanto. El fútbol, sobre todas las cosas, también es una oportunidad. La posibilidad de cambiar una vida.
Bien lo sabe Miguel Ángel Méndez (17), literalmente, el jugador misionero de Ricardo Bochini. Y no es una exageración. El exenganche de la UTA, Guaraní y Newell’s Old Boys de Rosario desembarcó este año en Independiente después de que el propio Bocha quedara maravillado con su talento.
A tal punto llega ese padrinazgo que el propio Bochini le consiguió departamento en Buenos Aires y firmó como garante. Hasta lo invitó a conocer a su familia y visitar el museo de camisetas que tiene en su casa, en La Matanza. “Ya no quedan enganches como él, lo quiero ya en el club”, dicen que dijo el Bocha cuando lo vio jugar por primera vez.
“No se puede salir con él a la calle, lo paran cada dos metros. Estar con Bochini es algo muy lindo y algo inesperado. Nunca pensé que lo iba a tener a mi lado. Antes lo veía por tele, en videos. Y ahora me lleva, me trae, me aconseja”, le dijo emocionado Miguel a EL DEPORTIVO, ya de regreso en Garupá y a la espera de que la pandemia le permita volver a Avellaneda para seguir el camino hacia su sueño.
El fútbol en la sangre
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Miguel nació en Posadas y es el segundo de cinco hermanos. Se enamoró de la pelota bajo las escaleras de la chacra 32-33, aunque su familia actualmente vive en el barrio Santa Helena de Garupá. En mucho de eso tiene que ver Lisandro, el hermano mayor, quien también jugó en las inferiores de Independiente y en Crucero del Norte. Pero el que abrió el camino de la pelota fue Sandro, su padre.
El fútbol es también la historia de Sandro Méndez (45). Fanático desde chico, alguna vez vistió las camisetas de Atlético Posadas, Mitre y Huracán. Pero una arritmia lo sacó de las canchas. Sandro, actual suboficial Mayor de la Policía provincial, todavía recuerda su último partido.
“Fue en el 2000 y me tuvieron que sacar del partido en ambulancia. Eso fue lo último y tuve que dejar, pero siempre le transmití la pasión a mis hijos”, cuenta a EL DEPOR.
Miguelito, la joya, arrancó primero en el equipo infantil de la UTA, donde enseguida se ganó la número diez y los halagos de todo Garupá. Tenía apenas 11 años cuando le llegó la primera oferta grande, de River Plate. Ya pintaba para crack.
“Vino el DT de las inferiores a casa y me dijo que estaban interesados. Nos dieron pasajes y nos fuimos. Él estuvo en la pensión un tiempo, pero no se sentía bien, no se hallaba. Un día me llamaron y me dijeron que era muy chico todavía, que sería bueno que regresara a la casa y volviera a River un poco más grande”, cuenta Sandro.
Méndez padre es quien toma la palabra para relatar el resto de la historia. Miguel Ángel asiente a su lado y sonríe, desde la timidez de su adolescencia. El regreso fue a la UTA pero, como en casa todos hinchan por Guaraní, no tardó en probarse en La Franja. “Ni bien fue, ya quedó y se ganó la diez, estaban todos locos por él”, recuerda Sandro.
La camiseta de Guaraní le dio otra vidriera a Miguel. Y el rumor de su fútbol llegó hasta Rosario. “Un día me avisaron los vecinos que un hombre preguntaba por Miguelito. Así llegó a casa Parraccini, que era de las inferiores de Newell’s Old Boys, descubridor de Scocco y Damián Manso. Me dijo que Miguel tenía condiciones enormes y quería llevarlo al club”, rememora Sandro.
Miguelito emprendió un nuevo sueño en 2018 y, aunque el desarraigo no fue fácil, logró adaptarse y vivió todo el año pasado en la pensión de Newell’s, donde debutó en los campeonatos de inferiores de AFA.
Teléfono desde Avellaneda
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El quiebre en la vida de los Méndez se produjo este año. Miguelito se encontraba en Garupá de vacaciones y debía volver a Rosario el 27 de febrero. Unos días antes, el 10, el teléfono sonó en la casa de Santa Helena. Y todo cambió para siempre. Del otro lado de la línea hablaba Martín “Cuco” Quartara, un conocido contador de Oberá y fan de Independiente.
“Me llamó y me dijo que era muy amigo de Bochini. Me aclaró que no era representante de jugadores ni nada, pero que había escuchado de Miguel y que Bochini quería verlo jugar. Fue todo una sorpresa. Un día nos juntamos y efectivamente llamó por teléfono a Bochini. ‘Yo me hago cargo del pibe, vos sacale los pasajes de avión y traelo ya’, escuché que le dijo el Bocha. No lo podíamos creer”, se emociona Sandro.
Lo que sigue no es más ni menos que el sueño del pibe. En Aeroparque, el propio Bochini esperaba por Miguelito. “Me llevó en su auto, a su casa. Ahí conocí a su señora, a sus dos hijos. En la casa pude conocer la colección de camisetas que tiene. Justo tenía que ir a un programa de radio, así que me llevó con él. Después fuimos a cenar”, recuerda el player misionero sobre ese encuentro mágico.
Méndez estuvo una semana en Buenos Aires. Bochini le presentó a Oscar “Negro” Olivera, su excompañero y mano derecha en Independiente, quien se hizo cargo de la prueba de Miguelito. Apenas 20 minutos de fútbol fueron suficientes para el jugador misionero.
“El Bocha se paró y dijo ‘lo quiero’. Enseguida me empezaron a pedir los papeles y el pase, que estaba en Newell’s, pero que por la buena onda entre Bochini y Enrique Borrelli, se pudo hacer rápido”, remata Sandro.
Al lado de Bochini
Una vez que los papeles se arreglaron, restaba acomodar la vida de Miguelito en Buenos Aires. No hubo mucho problema. Y no porque había lugar en la pensión del Rojo. “Bochini me dijo que quería que Miguelito esté bien, esté cómodo. Entonces él mismo dijo que le den un departamento para él solo y le compró heladera, cocina y todo”, asegura Sandro quien, para evitar cualquier tipo de suspicacia, muestra el contrato de alquiler del apartamento donde ahora vive Miguelito: como garante y fiador figura el mismísimo Ricardo Enrique Bochini.
¿Cómo es el crack e ídolo de Independiente? Sandro, que por televisión lo vio jugar en los ochenta al lado de Diego Maradona y sigue sin poder creer que ahora sea el padrino futbolístico de su hijo, cuenta: “Conocerlo a Bochini fue impresionante. Lo saludé, lo abracé, se me puso la piel de gallina. Fue algo único. Es una persona normal, muy humilde, con un corazón gigante. Una noche nos llevó a comer a una parrilla. Estar sentado delante de él es una locura, algo muy lindo”.
¿Y qué opina el Bocha sobre Miguelito? Sandro también tiene la respuesta. Es que Bochini no anduvo con vueltas. “Me dijo que Miguel lleva el fútbol en las piernas, conoce la cancha, en todo momento pide la pelota, tiene visión de juego para largar los pases y cuenta con un movimiento de cintura con el que puede gambetear a dos o tres. Me dijo que ya no quedan enganches como Miguelito, que él es el típico enganche”, recuerda Sandro. Y se le infla el pecho de orgullo.
Miguelito, el protagonista de la historia, se ríe cuando escucha las palabras de su padre. Y rompe el silencio ante la pregunta de EL DEPOR, que quiere saber cómo es vivir todo eso en primera persona. Cómo es estar al lado del Bocha. Cómo es ser el elegido de Bochini.
“Nunca imaginé todo esto. Es una persona muy buena y tiene una humildad increíble. Me dice que juegue mi fútbol, que entrene, que me cuide y que descanse“, contó.
“Salir con él a la calle es una locura, no se puede, lo paran cada dos metros para pedirle fotos y autógrafos. Estar con Bochini es algo muy lindo, algo inesperado. Antes lo veía por la tele, por videos, y ahora lo tengo al lado, aconsejándome”, responde Miguel, quien espera a pura expectativa el llamado para el regreso a los entrenamientos con la Sexta de Independiente.
“Que me digan jugador de Bochini es algo muy lindo”, remata, mientras sueña también con el debut en Primera. Es un elegido. Por la pelota. Y por el Bocha.