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Muchas de las respuestas a las preguntas de la vida se las dio la medicina. Otras, las encontró en el ajedrez. Dante Mattivi tiene 12 años, nació con severas condiciones médicas y la peleó desde el vamos. Cuando tenía ocho años encontró en el tablero, entre alfiles y reinas, la estrategia de vida que necesitaba y ya no lo para nadie. “La estructura del ajedrez le dio actitud en su vida”, dijo su mamá, Lorena Vázquez, a EL DEPORTIVO.
Dante tiene 12 años y es de Oberá. Es el segundo de cuatro hermanos, Dana (18), Dorian (9) y Dasha (4). En la actualidad cursa séptimo grado en el Instituto Carlos Linneo y por estas horas, en pleno aislamiento social por la pandemia de coronavirus, se encierra en su habitación y se la pasa todo el día a pleno ajedrez online. Una situación similar a la de cientos de chicos de la provincia y el país, ya que la disciplina es una de las pocas que se pueden realizar de manera virtual sin inconvenientes.
Pero Dante no es un niño más. Las pasó todas. Es, como se dice popularmente, un “campeón de la vida”. El pequeño gigante nació con labio leporino, fisura palatina bilateral, trastorno de deglución y varias condiciones médicas más difíciles de tratar en Oberá al momento de su nacimiento. La médica que lo atendió en su ciudad natal le dijo a Lorena y Marcos, sus papás, que debían llevarlo al Hospital Italiano, en Buenos Aires, y que si le daban el ok, ella misma se iba a encargar de conseguir el turno y de organizar el traslado. Así de delicada era la situación.
Con apenas tres meses de vida, Dante llegó a Buenos Aires, necesitado de atención las 24 horas. En el Italiano le realizaron un montón de estudios complejos y decidieron colocarle un botón gástrico, además de practicarle una traqueotomía, entre otros tratamientos. Luego de un tiempo la familia pudo volver a Oberá, pero las visitas al Italiano se volvieron una constante. “En el primer año le hicieron varias cirugías y estuvo mucho tiempo internado en terapia intensiva”, contó mamá Lorena.
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Con dos años, Dante volvió a Oberá y los médicos le dieron luz verde para que arranque la escuela. Necesitaba de estimulación. Lo anotaron en el Carlos Linneo y empezó la salita de dos con una enfermera que cuidaba de la traqueotomía. “Igual él jugaba, compartía, entendía y tuvimos una muy buena predisposición de parte de todos los docentes, nunca lo dejaron de lado de las actividades”, señaló Lorena.
El pequeño fue evolucionando de manera satisfactoria y los médicos decidieron retirarle la traqueotomía y el botón gástrico a los cuatro años. Tiempo después comenzó la primaria. “Todas sus cicatrices son marcas de supervivencia, es todo lo que pasó para salir adelante”, remarcó su mamá.
Cuando llegó a cuarto grado, la escuela implementó talleres, clases por la tarde. Entre las opciones posibles, Dante eligió ajedrez. “Fue llamativo porque nadie en nuestra casa juega al ajedrez, él eligió solo”, recordó Lorena. “Cata, su profesora, le fue enseñando, él fue aprendiendo, y cada vez venía más entusiasmado, no quería faltar los viernes, que era el día que tenía ajedrez”, agregó. Al principio no fue fácil, le costaba perder, se sentía muy frustrado, pero aun así nunca abandonó y qué bien hizo.
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“El ajedrez le ayudó a Dante a comprender que no está solo, aunque sea en forma silenciosa, le dio la oportunidad de superarse aún perdiendo. Encontró un lugar y es un poco la vida de él. Cuando está por jugar una partida, siempre está ansioso y nervioso, sabe que puede perder, pero se arriesga y participa y nace de él, nosotros no le exigimos, le hace bien a él y él lo elige”, señaló Lorena.
El ajedrez es su compañero. Sin ir más lejos, en enero pasado le hicieron otra cirugía, una muy importante para reconstruirle el paladar superior. El posoperatorio es largo, tiene que estar seis meses en reposo, difícil por demás para un niño de 12 años al que le gusta correr y saltar. Pero el ajedrez le dio la manera de mantenerse ocupado y entretenido. “Es una actividad en la que estás pensando pero sentado, en reposo pero con tu cabeza funcionando. Y sus profes, Cata y Enzo, pasan todo el tiempo enlaces de estrategias y él está constantemente investigando, leyendo y bajando juegos para jugar solo en el celular o con alguien si está en línea”, contó su mamá a EL DEPORTIVO.
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Hace dos años, Dante comenzó a entrenar con la gente del Club Ajedrez Oberá, del que forma parte hoy en día y que lo ayudó a sentirse parte de un equipo. “Son una familia, no es una cosa individualista sino que representa a un equipo y que es importante que el otro también gane, Dante se pone contento cuando sus compañeros ganan”, dijo su mamá.
“Superar los miedos y la valentía”, dos de los principales cambios que notó Lorena cuando Dante comenzó a practicar ajedrez. Y no se queda, para nada. Se suma a todas las competencias, ha viajado con el Club Ajedrez Oberá adonde el tablero lo lleve y permite que “se desenvuelva solo, que hable, que se comunique, y es bueno ahora que va a comenzar el secundario. Son herramientas de supervivencia. El ajedrez lo ayudó a Dante como una terapia de superación, le dio actitud en su vida, le ayudó a tener paciencia y a ser un estratega. Su vida es como el ajedrez”, afirmó Lorena.
Todavía no se terminaron las intervenciones para Dante. Le quedan algunos implantes, ortodoncia y varias cirugías estéticas para levantarle la nariz. “Todavía le queda mucho”, aseguró su mamá. Una batalla más para quien es, a todas luces, un campeón.