
Para nadie en el mundo del básquetbol -y por mundo esta vez, en efecto, nos referimos al planeta tierra- el nombre de Rubén Magnano (65) puede pasar desapercibido. Mítico entrenador de Atenas de Córdoba, del Varese italiano, del Cajasol español y, sobre todas las cosas, uno de los artífices de la Generación Dorada del básquetbol argentino que fue subcampeona en el Mundial 2002 y ganó el oro olímpico en Atenas 2004, el cordobés es todo un emblema del deporte nacional.
El listado de éxitos y experiencias alrededor del planeta no es desconocido. Sin embargo, para muchos -sobre todo, para quienes no están ligados a la naranja- puede ser una novedad saber que Magnano alguna vez vivió en Misiones. Es que entre 1994 y 1995, fue el entrenador de Luz y Fuerza en el histórico ascenso del club posadeño a la Liga Nacional de Básquetbol.
Aquella gesta inolvidable tuvo lugar el jueves 15 de junio de 1995 en un abarrotado club Tokio. Hoy se cumplen 25 años de esa noche única y EL DEPORTIVO quiso recordar este nuevo aniversario ni más ni menos que junto al propio Magnano, quien desde Córdoba se sumó a la empresa y recordó su exitoso paso por Misiones.
De aquella dramática final por el ascenso ante Regatas de Mendoza pero, sobre todas las cosas, de su paso y la huella que le dejó Misiones en su vida, de todo eso y más, Magnano habló con este Diario. Un lujo.
Rubén, ¿qué significó para tu carrera ese ascenso de 1995 con Luz y Fuerza?
Ese paso por Luz y Fuerza, por Posadas, fue muy importante para mí como entrenador. No solamente por el hecho de cambiar de ciudad, sino también por el cambio de categoría. Yo venía de ser campeón como entrenador en Atenas de Córdoba. Volvíamos del Mundial de Canadá 1994 (N. de R: donde Magnano fue parte del cuerpo técnico como ayudante) y me enteré que Atenas prescindiría de mis servicios. Y se alinearon una cantidad de variables, fue todo una cosa muy curiosa. Incluso tuvimos que trabajar con mucha celeridad para conformar el equipo. Ese siempre es el primer partido a ganar, la conformación del equipo.
Y terminó por ser un equipo inolvidable…
Afortunadamente dimos con jugadores extremadamente comprometidos que rápidamente se encauzaron en el propósito, trabajando y esforzándose muchísimo por lograr la temporada que finalmente tuvimos en ese TNA. Y no lo digo sólo por el resultado final, que fue el ascenso, sino también por los números de aquella temporada (N. de R: en la campaña del ascenso, el Verde misionero ganó ¡35 partidos! y sólo perdió 5). Además, el cierre, esa final ante Regatas de Mendoza, que era candidato al ascenso, tuvo ribetes espectaculares. Fue una etapa muy interesante que se vio plasmada en el juego del equipo, con un Tokio repleto, con gente no sólo de Posadas sino de toda la provincia y de lugares vecinos, porque hasta gente de Paraguay cruzaba para ver los partidos. Fue una época muy linda, con la lucha de los dirigentes y el equipo por ese tan anhelado ascenso. Fue una etapa de mi vida muy interesante e importante.
¿Qué recordás del partido final con Regatas?
De ese equipo, de la final y de la campaña en sí, recuerdo la mixtura que teníamos en el plantel, con jugadores como Lauro Mercado, Donald Jones, Fernando Rodríguez o Matías Tomatis. Y los chicos misioneros, como Matías Caramuto o Miguel Zandomeni. Y recuerdo mucho la hombría que tenían los jugadores para encarar la situación. En la final ante Regatas, los jugadores mostraron de qué estaban hechos. Y de esa noche en particular, me queda la imagen del alto grado de disfrute de la gente del básquetbol de Misiones, que cuando sonó el pitazo final, invadió el estadio. Con muy buen tino, la dirigencia esa noche había invitado a mi madre y mi padre; y afortunadamente terminó todo bien. Compartí momentos muy intensos y muy gratos en Posadas.
Tras ese ascenso, la situación fue diferente en la Liga Nacional…
Tuvimos unos primeros meses muy buenos, hasta que vinieron los avatares. No sé si fue un problema sindical o de los que sostenían el equipo, pero entramos en un tobogán muy difícil. Estuvimos ajetreados por el tema lesiones y no podíamos encontrar reemplazantes. Tuvimos que batallar contra diversos elementos. Sin embargo, supimos nuevamente cambiar la situación y pudimos mantener la categoría. Veníamos arrastrando muchas situaciones anormales, pero pudimos salir a flote nuevamente y dejamos a Luz y Fuerza en Primera. Infelizmente más adelante todo ese esfuerzo no se pudo sostener.
Más allá del básquetbol, ¿qué es lo que más recordás de Misiones?
Mirá, me ha tocado vivir mi etapa post Luz y Fuerza, ser un andariego por diferentes lugares del mundo. Ese concepto no escapa a tener que radicarse en otras provincias. Y siempre uno recuerda lo cultural y lo gastronómico. De Misiones me vine con mucho aprendizaje gastronómico, aparte porque fuimos siempre muy bien contenidos, con gente extremadamente amable. Hay un refrán que dice que la tierra colorada no te abandona más porque te tiñe la ropa (se ríe). Y es así. Todos fueron momentos muy lindos.
A la hora de comer, entonces, Misiones te dejó una influencia…
Sí, sí, mucho de esa influencia con la gastronomía paraguaya. No me olvido del borí-borí, la torta de choclo, que a mí me fascinaba, y la mandioca. Ahí en Misiones aprendí a comer mandioca, que acá en Córdoba no se conseguía por entonces. También algunas frutas tropicales, que ni se conocían acá. El tema del pescado de río. Pude disfrutar de algún pacú, algún dorado. Fue bien surtido ese tema (se ríe).
¿Qué anécdotas recordás de tu paso por Posadas?
Me acuerdo que cruzar a Encarnación era como ir a un barrio de Posadas. Y de nuevo hablando de lo gastronómico, pasar el río para comer en los espetos que había allá en Paraguay. Una noche me acuerdo que fuimos en auto, doblamos en una calle y de repente nos apareció una locomotora de frente, porque en ese entonces las vías allá iban por la calle. Era como en la película Volver al Futuro (se ríe). Y de Posadas recuerdo esa calle muy linda, arbolada, que terminaba en el río (N. de R: el periodista le recuerda entonces el nombre de ese lugar, la mítica Bajada Vieja… Y Magnano celebra el acierto) ¡la Bajada Vieja! Era muy interesante, extremadamente pintoresca, más aún después que conocí su historia. Fue uno de los lugares que me fascinó.
¿Y el calor misionero?
¡Uff! Pesadísimo. Acá en Córdoba tenemos un clima de cuatro estaciones, bien marcadas. Allá me acuerdo que veníamos de almorzar, a eso de las 13 o 13.30, y no aparecíamos hasta las 18, por lo menos. Era muy sofocante. Sin dudas, no estábamos acostumbrados.
¿Alguna vez volviste a Misiones?
Una vez volví por allá, pero en un pasaje muy rápido, para visitar a un amigo que ahora vive en Encarnación. Pasé en esa oportunidad, pero fue muy rápido. Tengo ganas de ir, he cosechado buenos amigos y tengo gratos recuerdos. Ya llegará el momento de volver.
¿Tenés algún recuerdo físico de aquel ascenso en tu casa? ¿Alguna camiseta? ¿Una pelota?
Intento tener fotos de los equipos en los que he estado. Y aquí cerca del teléfono tengo una foto de Luz y Fuerza. Tengo fotos de todas las etapas, de cuando me inicié en el minibásquet, de mi primer club en Oncativo, de Atenas… y claro, también de Luz y Fuerza.
¿Cómo definís al básquetbol en tu vida?
Indudablemente, es mi gran pasión. Tal vez tenga que decir que es mi ADN. Mi madre jugaba, mi padre también, mi tío. Llevó al básquetbol en el ADN.
¿Qué mensaje le dejás a los chicos misioneros que sueñan con llegar lejos en el básquetbol?
Creo que hay un elemento clave. El sueño, el anhelo, esa esperanza, a todo eso hay que alimentarlo a diario. Y eso se hace con trabajo, esfuerzo y mucha dedicación. Sin eso, todo quedará en un mero sueño. Por eso, para que ese anhelo se efectivice, hay que darle de comer…
¿Y para la familia misionera de la naranja?
Bueno, sin dudas, aprovechar esta entrevista para saludar a todos los amigos con los que compartí esta etapa tan importante. Y enviar un saludo muy afectuoso a toda la gente del básquetbol de Misiones. Los recuerdo siempre con muchísimo cariño.
Magnano y la Generación Dorada
Párrafo aparte merece la Generación Dorada conformada por jugadores de la talla de Manu Ginóbili, Scola y tantos otros, que en 2004 ganaron el oro olímpico en Atenas con Magnano como entrenador.
Al respecto, sobre si fue el armador de esa etapa histórica para el básquet argentino, Magnano respondió: “Creo que los armadores son muchísimos, yo estuve en el lugar y el momento justos. Hubo una cantidad enorme de personas envueltas, que no alcanzaría el tiempo para nombrarlas”.
En ese sentido, Magnano señaló que “le doy muchísimo valor al entrenador que no tiene prensa, que no sale en televisión, que está disperso a lo largo y ancho del país, en un club de barrio, de donde salieron prácticamente todos estos muchachos de la Generación Dorada. A esos entrenadores yo les doy ese título de ‘armador de la Generación Dorada’”, cerró.