Opinión
Por Agustino Fontevecchia
Director Ejecutivo de Editorial Perfil
Publicado en el Diario Perfil.com
¿Qué quiere decir que durante el gobierno de Mauricio Macri se fugaron US$ 88 mil millones? Dado que la compra de dólares era legal, ¿fue nociva para el país en la magnitud en la que se dio y, más concretamente, estaba mal? En las últimas semanas se volvió a poner en tela de juicio la política cambiaria del gobierno de Cambiemos, sugiriendo que la liberalización del mercado de cambios era parte de un esquema delictivo orquestado desde el Gobierno nacional para beneficiar a un selecto grupo de “amigos del poder”.
Los argumentos provenían de quienes simpatizan con el oficialismo actual. Del otro lado, más cercano al anti-kirchnerismo, se respondió que no podía ser fuga la compra legal de dólares, indicando que la mismísima Cristina Fernández de Kirchner había admitido dolarizar sus ahorros frente a la debacle económica macrista.
Fue Horacio Verbitsky en El Cohete a la Luna quien mejor construyó el argumento sobre la fuga macrista. En una serie de – hasta ahora- cuatro notas, mostró cuáles eran los principales sectores que habían comprado dólares a través del Mercado Único y Libre de Cambios, entre los cuales destaca al Grupo Clarín, Techint, Arcos, Pampa Energía y Aceitera General Deheza como algunos de “los mayores responsables de la fuga de capitales durante el gobierno del expresidente Mauricio Macri”.
Verbitsky publicó luego la lista de las 100 empresas que más dólares compraron y por último la de personas físicas, con gran protagonismo de familias como los Eskenazi y los Werthein.
El argumento sería que el Gobierno se convirtió en “algo parecido a una organización delictiva” que endeudó al país de manera irresponsable, primero en el mercado voluntario y luego con el Fondo Monetario Internacional, para luego habilitar al empresariado a que saque los dólares o “sustraiga inversión productiva” de la Argentina.
En el diario La Nación, uno de sus principales columnistas Carlos Pagni le respondió a Verbitsky también en una serie de notas en las cuales indicó que “el truco de la fuga de dólares le salió muy mal al kirchnerismo”. Pagni explica que la “formación de activos externos” (FAE) no es equiparable a la fuga de capitales, dado que representa una compra legal con fondos en blanco por los cuales se habían pagado impuestos, y ni siquiera habían sido necesariamente girados al exterior.
El periodista sugiere que no sólo la lista está plagada de “amigos de Néstor”, sino que falta la vicepresidente, a quien pone en el puesto #25, lugar que ocupaba un misterioso “identificación no localizada” en la lista de Verbitsky. Pagni se dedica a atacar la estrategia de negociación en la reestructuración de la deuda del ministro de Economía Martín Guzmán y plantea el riesgo de una disparada inflacionaria debido a la emisión monetaria excesiva y la ignorancia de las autoridades del Banco Central.
El concepto de “fuga de capitales” se ha convertido en un nuevo campo de batalla ideológico, sacando a relucir que la grieta está más viva que nunca. Lo interesante es que los argumentos de ambos lados son convincentes.
Es verdad que hablar de fuga de capitales parece errado cuando son fondos declarados y adquiridos legalmente, pero a la vez no hay dudas de que las políticas de liberalización extrema del mercado de cambios junto con el endeudamiento agresivo fueron profundamente destructivos para el país.
A la vez, los argentinos compran dólares justamente porque el peso es uno de los peores activos de la historia económica del mundo, y la ineficiencia y corrupción de nuestros gobiernos nos obligan a preguntarnos si queremos seguir financiando a un Estado que es una máquina de producir déficits, inflación, crisis y pobreza.
Aunque el número total fue mayor en la gestión de Macri, la formación de activos externos durante el primer mandato de CFK fue de 18% del PBI, comparado con 16,5% en los cuatro años de Cambiemos.
Los datos recopilados por el economista Matías Surt indican que durante los 12 años de Kirchnerismo el atesoramiento en dólares alcanzó los US$98 mil millones (US$15 millones durante la presidencia de Néstor, US$70 mil millones en los primeros cuatro años de Cristina y US$12 mil millones en los segundos, con el cepo). En total fueron US$186 mil millones entre la “década ganada” y el “mejor equipo de los últimos 50 años”.
Toda compra de dólares es una apuesta implícita contra el peso y responde a los mismos incentivos: la población no confía en la capacidad de gestión económica del Gobierno, sin importar su pertenencia partidaria. El fracaso absoluto del modelo económico kirchnerista llevó a tener que poner un cepo para preservar los pocos dólares que quedaban, mientras la hecatombe económica del macrismo y su endeudamiento desquiciado nos llevaron al mismo lugar.
Más allá de la ideología, si seguimos destruyendo el valor del peso nos va a seguir yendo mal y los que puedan van a seguir atesorando dólares, en especial los “amigos del poder” que terminan siendo siempre los mismos.