El misionero Martín Aramendy formó parte de un equipo de estudiantes de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) que se destacó por idear un modelo de hogar para comunidades originarias que adapta la arquitectura occidental con las costumbres y la cosmovisión Qom.
El prototipo de vivienda incluye un centro comunitario y religioso en el barrio Quinta 24 y un polideportivo en el barrio Nocaayí de la localidad chaqueña de Castelli.
En ese sentido, el modelo no sólo es pionero en cuanto al tipo de arquitectura pensada para los programas de viviendas estatales, sino también porque se ajustan a las demandas de los pueblos originarios, algo de lo cual no se tiene registro en el país, al menos en los libros de arquitectura, donde salvo las civilizaciones inca o maya, el resto directamente no es tenido en cuenta.
“Los profesores nos dieron la libertad de elegir la temática y como a mis compañeros y a mí siempre nos gustó una arquitectura más social, nos encaminamos hacia ahí.
Otro motivo de peso fue que dos miembros del equipo no somos chaqueños, sin embargo nos movilizaba devolverle a la provincia del Chaco todo lo que aprendimos durante nuestra carrera”, argumentó Martín Aramendy a PRIMERA EDICIÓN sobre de las motivaciones iniciales del trabajo que se convirtió en la tesis final de estos alumnos.
Para desarrollar la experiencia hubo mucho trabajo de campo y de contacto con la comunidad indígena asentada en la localidad de Juan José Castelli, a 200 kilómetros de Resistencia.
Considerada puerta de entrada al Impenetrable chaqueño, Castelli fue el espacio de intervención con el objetivo de dar una vuelta de tuerca más a las opciones para resolver la emergencia habitacional de la zona.
Junto a Sebastián Galvaliz y Federico Barrionuevo, Aramendy viajó en varias ocasiones hasta allí para recorrer los barrios y empaparse de la cosmovisión Qom. El resultado los dejó muy entusiasmados porque les permitió crear un modelo nuevo y respetuoso de los pueblos originarios. Además, esa misma idea se puede aplicar como modelo de trabajo con intervenciones estatales en otras comunidades del país.
“Las comunidades originarias están muy marginadas y la ciudad de Castelli es la que alberga mayor población Qom. Se nos ocurrió que allí nos podíamos encontrar con población que, al no ser tan urbana, todavía sigue con los preceptos y costumbres y así fue”, confió el joven.
El resultado les permitió presentar un modelo de arquitectura inédito.
Formas de habitar el espacio
“Estas comunidades tienen una forma de habitar sus viviendas que son totalmente distintas a las que tenemos nosotros. Fue fundamental hablar con los vecinos de Castelli y a través de un análisis que hicimos pudimos pensar un modelo integrador”, sostuvo Martín.
“Allí el Estado entrega soluciones habitacionales paliativas; sin embargo, no son una respuesta integral a las problemáticas que tienen las comunidades porque tampoco se hace un análisis sobre qué necesitan las comunidades. Nuestro objetivo fue hacer lo contrario: tratar que sea lo más participativa posible”, indicó.
A su turno, Sebastián Galvaliz explicó: “Lo que nos motivó fue que se aborda muy poco la problemática habitacional y las viviendas sociales, mucho menos alguna que tenga en cuenta la visión de las comunidades indígenas, por ello decidimos interiorizamos más en la arquitectura social”.
“La visión de la arquitectura está más orientada a una cuestión más mercantil de la profesión. Por esa razón y por motivaciones personales decidimos hacer un abordaje desde lo que aprendimos, pero usando los conocimientos de las comunidades, que es la gran deuda que hay en el país sobre hábitat y urbanismo”, explicó Galvaliz.
“El proyecto se llama Mpe’et, una palabra en lengua Qom que significa ‘esperanza’ y que fue elegida por los integrantes de la comunidad”, detalló el flamante arquitecto.
Casas “chorizo”
En el momento de pensar el diseño, los estudiantes tuvieron en cuenta, por ejemplo, la forma de vida de los Qom, que implica habitar al aire libre.
En ese sentido, según comentó Aramendy, la disposición es similar a las “casas chorizo”, es decir, que permite un esquema de circulación “tipo peine” para satisfacer la percepción que pueden tener de los espacios interiores-exteriores. Este esquema prevé de sombra y p
rotege de las lluvias a todo el hogar con el plus de permitir la visión al exterior a pesar de cualquier inclemencia climática.
Otra de las características de este prototipo es que las habitaciones son unificadas.
Las parejas descansan junto a sus hijos en el mismo espacio, una costumbre de la comunidad. A eso se suma que existe la posibilidad de expandir los ambientes para destinarlos a usos puntuales: un local de ventas de artesanías, un taller o un dormitorio más.
“La inclusión de la letrina fue un punto importante del diseño. Habíamos hablado mucho con ellos y algunos la querían alejada de la vivienda y otros no. Optamos por ubicarla en un lugar intermedio adosado a un espacio semicubierto, pero sin dejar de pertenecer al núcleo habitacional”, contó sobre algunas de las dificultades que tuvieron soluciones especiales.
De la idea a la obra
Con el trabajo terminado, los estudiantes de la UNNE no quisieron guardar todo el trabajo en un cajón, sino que se pusieron manos a la obra para que la idea se plasme en el mismo Castelli. Antes de que se dictara el aislamiento obligatorio, los jóvenes fueron con su proyecto a la Municipalidad local y esperan entusiasmados que se levanten las restricciones para concretar la iniciativa.
“De manera informal le hicimos una presentación al municipio, pero una vez concluida la cuarentena pretendemos hacer una presentación oficial en el barrio. Queremos planteárselo al intendente de Juan José Castelli, Pio Oscar Sander, con quien tuvimos una buena llegada, y comprometerlo a ver cuál de todas estas cuestiones se pueden realizar”, remarcó Galvaliz.
“Una de las cosas más importantes que nos quedó de la experiencia es romper con todos los esquemas de la academia y pensar una arquitectura menos hegemónica”, evaluó.