Todos los días, Romina Fleitas, de 46 años, toma el hilo y la aguja, elige una tela y prepara los colores para darle vida a los barbijos. “Son una terapia para mí”, contó.
Ella es esteticista, artista, masajista y maquilladora y por 25 años trabajó en el gabinete que lleva su nombre, en Posadas, que hace meses que permanece cerrado por la continuidad del aislamiento social obligatorio en muchos rubros.
Para sortear la situación, comenzó a diseñar barbijos personalizados y “esto me devolvió la chispita que necesitaba, me lleva tiempo porque no tengo máquina de coser. Yo tengo una hija en la Universidad y por mes tengo que pagar 11 mil pesos, todo lo que junto es para ella, quien en un principio me dijo: ‘Mami, dejo la Facultad’. Pero soy de las que piensa que no hay que dejar nada, le dije que debíamos pelearla”. En estos meses pudieron vender los barbijos, pagar algunas deudas y la Facultad.
Cerrar el gabinete
A casi 100 días del inicio de la cuarentena, pese a las múltiples flexibilizaciones, un número importante de actividades, como las vinculadas con tratamientos estéticos no sanitarios, continúan paralizados y de momento no se sabe cuándo podrán volver a trabajar.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, comprenden y apoyan las medidas de salud pública para evitar la propagación del COVID-19. Sin embargo, enfrentan situaciones cada vez más complicadas.
Por 25 años, la vida de Romina Fleitas se encontraba en su gabinete de estética. “Mi rutina era levantarme, desayunar e ir al gabinete. Allí pasaba entre 10 a 12 horas, todo el día, pero de golpe el gabinete se quedó solo, ya no tenía mi agenda, mi vida era eso”.
Para Romina, el decreto de cuarentena fue un golpe. “De repente me pregunté ‘¿qué hago de mi vida, cómo sigue esto?’. El golpe emocional y psicológico es terrible, sentís que se te desmorona todo”.
Romina, madre de dos hijos a los cuales cría sola, no dormía pensando en cómo saldría de ésta. “Decidí hacer barbijos y fue mi terapia, los hago a mano”. Le ofrecieron hacer 20 barbijos a 10 pesos cada uno, pero no le rendía. “En una sesión de masajes ganaba mil pesos y de golpe hacer 10 barbijos para ganar 100 pesos, casi me sofoca la idea. Entonces, como soy artista, decidí hacerlos personalizados y a pedido”.
“Siempre estaba en la vorágine del modelaje: desfiles, maquillajes, cursos y actualizaciones. Y ahora debo reinventarme, no es para nada fácil”, reconoce mientras aguarda impaciente el regreso a su gabinete para retomar aquella rutina que tanto la apasiona.
En suspenso
La misma situación la vive la esteticista María Silvina Csatlos: su gabinete de belleza Adara -que el lunes cumplió un año- permanece cerrado desde hace más de tres meses por la cuarentena.
“Tenía 43 años cuando empecé a estudiar. Había trabajado toda mi vida en el mundo de la belleza, que es lo que amo, entonces decidí abrir un gabinete para la mujer. Después de mucho esfuerzo y capacitación, emprendí mi propio gabinete, me hice muchas clientas, trabajaba de sol a sol, sin horarios y para crecer aún más, trataba de ahorrar para invertir en nuevos productos y equipos”.
Pero “me encontré con una pandemia y ya no podía seguir trabajando”. La sensación de incertidumbre la rodeó por completo. “Entrar en mi gabinete y verlo vacío es angustiante, no pude contener las lágrimas. En vez de festejar, me toca tirar parte de esa inversión puesta en las cremas que ahora se van venciendo, siento impotencia, todo se derrumbó”.
“Hay mucha incertidumbre por la situación económica que estamos atravesando y nuestro rubro no es prioridad en un momento delicado como este. Como emprendedora tengo que volver a empezar y eso no es fácil. Gracias a Dios mis clientas, con las que ya habíamos hecho una amistad, me siguen”, dijo orgullosa.
Y mientras espera que todo se normalice, Silvina continúa capacitándose “para brindar a las mujeres profesionalismo, calidez y atención”.
Muchas pérdidas
Carla Fraticelli es cosmetóloga y cosmiatra, egresada del LACA de Misiones, Instituto Vanguardia. Además, estudió estética corporal con Viviana Bustos en Buenos Aires, donde “me especialicé dentro de cosmiatría y atención en hospitales”, contó a este Diario.
Actualmente es asesora dermocosmética en una farmacia de Posadas, donde trabaja normalmente. Por eso la cuarentena “no me afectó económicamente, porque sigo trabajando, pero sí a nivel gabinete, que no puedo abrir y donde tengo muchos productos por vencer. Al estar parados, se convierten en pérdidas”, alertó.
Para la especialista, venderlos representa un riesgo porque “son cremas específicas que no son recomendables para todos y si las vendés, lo hacés bajo tu matrícula y cuidado, por lo que corrés riesgos”.
La joven señaló que muchas de sus colegas que atienden en gabinetes propios “la están pasando muy mal al no tener ingresos. Se vieron muy afectadas”.