Desde hace poco más de tres meses, las redes sociales y las aplicaciones para videollamadas ocupan un rol primordial en la vida de casi todas las personas del planeta. Por medio de ellas, se hace visible una de las “espadas” elegidas para batallar contra el coronavirus, según sostienen sus usuarios.
En el Día Mundial de las Redes Sociales, que se conmemora hoy como cada 30 de junio desde 2010, PRIMERA EDICIÓN entrevistó a un grupo de misioneros que coincidieron al opinar que gracias a estas plataformas mantienen el contacto con familiares y amigos en tiempos de distanciamiento social, pero además, en muchos casos, permitieron que persista parte del comercio y de los emprendedores, quienes encontraron en las vidrieras virtuales la manera de continuar ofreciendo sus servicios y productos a los contactos.
Sin olvidar que la pandemia del coronavirus llevó a que muchas empresas envíen a sus empleados a trabajar desde la casa para evitar la circulación de personas, con el objetivo de disminuir la propagación del virus. “Esto cambió totalmente mi rutina: de ir a trabajar todos los días a quedarme a trabajar desde mi casa. El primer mes me volví caótica porque no estaba acostumbrada, pero con los días fui acostumbrándome más a la idea de estar todo el día. Me sirvió para estar más tiempo con mi hija y realizar actividades que no solíamos hacer, como mirar una peli juntas o jugar un juego de mesa”, dijo Karina Benítez, maestra de grado en Puerto Piray.
De la misma forma, miles de estudiantes están accediendo a contenidos digitales de forma remota para continuar con el proceso de aprendizaje. “Pero muchos alumnos volvieron a sus casas y no tienen acceso a Internet o no poseen la tecnología adecuada para bajar las aplicaciones.
Todo tiene su lado bueno y otro no tan bueno”, señaló Adel Omar Mora Saade, docente de la carrera de Antropología en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNaM y profesor de la EPET 36.
Opinó que “las redes pudieron hacer que mantengamos contacto con los alumnos, pero en cuanto a la educación virtual y al teletrabajo, no estábamos preparados”, lo que generó “situaciones de estrés en alumnos y docentes”.
Karina Benítez es maestra de primer grado en el Instituto Nuestra Señora de los Milagros, de Puerto Piray. Tiene a su cargo 23 niños y relató que “aprendí a usar cosas que no tenía idea de cómo se utilizaban, pero es complicada la tarea virtual, no es lo mismo estudiar con el papá, la mamá o la hermana, que con el docente. Pero además, no todos tiene el acceso a Internet”.
Lejos de los suyos
Mora Saade tiene a sus dos hijas universitarias estudiando en distintos puntos del país: una en Córdoba y la otra en Comodoro Rivadavia; a sus padres a 135 kilómetros de donde cumple la cuarentena; y sus hermanas en Paraguay.
“Mi mamá, que tiene 83 años, aprendió a usar WhatsApp y Facebook, así que eso nos pudo mantener conectados todos los días. Ella hace videollamadas con mis hijas y hermanas”, contó, y manifestó que los grupos de WhatsApp de la secundaria y de la Facultad “se activaron mucho más”.
Para Karina Siñanski, de Puerto Esperanza, las redes sociales fueron de enorme ayuda. Desde hace años reside en Posadas, donde estudia el profesorado de Lengua y Literatura, y desde fines de marzo no ve a su familia, entonces “las redes sociales me permitieron estar en contacto con ellos, ya que tengo a todos lejos. Soy una persona a la que me gusta el encierro y no me costó adaptarme, sin embargo sufro porque perdí mi empleo y tampoco la Facultad me da respuesta sobre cuando podré rendir las materias que me quedan para recibirme”.
Cambio de hábitos
“A comienzo me costó un poco, sobre todo trabajar desde la casa, entrenar y no poder compartir con la familia y con amigos. Después, pasando los días, uno se va acostumbrando y comienza a retomar cosas que tenía pendientes. Particularmente me compré un instrumento para aprender a tocar. Esta cuarentena me dio una nueva mirada en cuando a la vida. Creo que todos tenemos que aprender y sacar algo positivo para el futuro”, señaló Ariel Giménez, estudiante de Abogacía.