En abril del 2019, Thiago Nahuel de 14 años, fue diagnosticado con osteosarcoma en la tibia de la pierna derecha. Desde ese momento, el niño junto a sus padres Lidia Cieplinski y Eduardo Baez se instalaron en Buenos Aires para comenzar el tratamiento de quimioterapia e intervención quirúrgica en el Hospital Garrahan.
Pese a haber culminado ambas etapas con éxito, en diciembre del año pasado, los pulmones de Thiago comenzaron a cubrirse con manchas. Fue como empezar de nuevo, reaparecieron los temores y la posibilidad de alguna ramificación del cáncer.
“Viajamos a Oberá y a fines de enero de este año lo operaron”, contó la familia. Una vez más, el niño venció la terrible afección y a mediados de febrero, volvieron a su casa. “La oncóloga fue a la habitación pero como yo justo me fui a retirar la medicación de mi hijo, me dijo que me esperaba en el consultorio.
Fui corriendo y cuando la veo, me dijo que le iban a hacer una tomografía más, pero que llame al colegio y lo anote, porque iba a poder retomar su vida normal”, relató emocionada Lidia. “Fue un momento increíble, lo primero que hice fue llamar a Eduardo, que justo estaba yendo al hospital. Cuando volvimos, Thiago inició el ciclo lectivo y se pudo reencontrar con sus compañeros”, contó la mamá.
“Todo lo que vivimos fue fuerte”
Ahora que los momentos más duros pasaron, la familia puede mirar atrás para agradecer la genuina expresión de solidaridad de tantas personas que, en medio de una situación inesperada y momentos límites de dolor, lucharon junto a ellos para vencer al cáncer. “El momento más duro fue cuando nos dieron la noticia en el Hospital Garrahan”, recordó Lidia.
“Habíamos ido para hacerle la biopsia, estuvimos tres semanas y volvimos a Oberá, con fecha de regreso en un mes. Pero a la semana nos enviaron un mail para que nos presentemos urgente. Y cuando nos dijeron que nuestro hijo tenía un tumor maligno, fue lo peor”, contó.
Mirar atrás, revivir cada instante, conduce a los padres a la necesidad de agradecer. En primer lugar a sus empleadores Carlos Seewald, y a la escribana Lola Von Fuchs porque “no sólo nos allanaron el camino, sino que además estuvieron pendientes, acompañándonos”. A sus amigos y familiares, pero también a todas esas personas anónimas que extendieron su mano. “Fue conmovedora la reacción y participación de la gente”, concluyeron.