La familia Sosa hace cuatro años que venía realizando en su barrio Los Lapachos de Eldorado la “Horita Feliz”, un espacio donde “hacíamos meriendas y enseñábamos el amor a Dios con cantos y bailes”, contó a PRIMERA EDICIÓN Facundo Sosa, papá de Hannah.
Sin embargo, cuando se decretó la cuarentena por la pandemia, “no pudimos seguir, pero a medida que fue pasando el tiempo y veíamos que las necesidades alimenticias eran cada vez mayores porque muchos se quedaron sin trabajo, decidimos re-abrir el espacio pero esta vez como un desayunero”, dijo.
Pero el tiempo tampoco pareció oportuno ya que a los pocos días de nacida su beba, tuvieron que irse a Corrientes para intervenirla por una estenosis valvular pulmonar y, a las pocas semanas, la misma bebé daba positivo para COVID-19.
Recién ahora, que pasó un tiempo prudente, cumplieron con el aislamiento y la salud de Hannah está estable, “nos pusimos manos a la obra y hace más de un mes abrimos el desayunero”.
El 15 de junio, la familia Sosa inauguró Pandemia de amor, con la idea de que “las buenas acciones también se vayan contagiando entre los vecinos y colaboren con nosotros”.
Funciona los lunes, miércoles y viernes en un predio frente a su casa y actualmente son al rededor de 217 personas las que buscan su desayuno.
Cabe descartar que el alimento es sólo una parte de lo que esta familia brinda. Con la ayuda de diversos vecinos, también suelen hacer juegos con globos, burbujas, canciones y bailes.
Además, como algunos de ellos son peluqueros, suelen coordinar un día para cortarles el cabello a los niños y también a los adultos que asisten al desayunero Pandemia de amor.
¿Por qué un desayunero?
Según Facundo, “hay muchos merenderos pero hasta ahora no conozco mucha gente que sirva desayuno, siendo que es el alimento más importante del día”, dijo y agregó que “las porciones son para toda la familia, no es sólo para chicos”.
La comida que nunca falta en Pandemia de amor es la chocolatada y pan con dulce, aunque según los recursos con los que cuenten “agregamos facturas, bollos o roscas”.
Asimismo, resaltó que “todo esto lo hacemos con nuestros recursos y gracias a la colaboración de mucha gente que nos dona ingredientes o incluso, hay vecinos que suelen donarnos roscas o panes caseros”.
Críticas y apoyo
Facundo contó que luego que la historia de su hija se haya hecho pública, mucha gente los criticó y muchos también los apoyaron.
“Hubieron muchos mensajes de amor, sin importar las religiones y colores políticos. Nos habíamos unido por una misma causa, que era la salud de Hannah”, contó.
Sin embargo, “también se generó mucha bronca: habían rumores de que querían incendiar nuestra casa y lincharnos… todo por el hecho de que cuando volvimos de Corrientes, no avisamos de nuestro regreso y, como éramos muy queridos en el barrio, habíamos estado en contacto con muchos de los vecinos… yo pedí perdón en el barrio y en los medios porque entiendo que pude haber actuado y sin darme cuenta expuse a mucha gente al riesgo de contagio del virus”, aclaró Facundo.
La historia detrás de la polémica
Hannah nació un 13 de marzo. “Le detectaron ruidos raros en el corazón por lo que ese mismo día la llevamos a la cardióloga. Le hicieron un ecodoppler que reflejó que tenía tres cosas que no estaban funcionando bien, pero la más preocupante fue la estenosis valvular pulmonar que en ese entonces era moderada”, contó Facundo.
Pese a las oraciones y a la fe que caracteriza a esta familia, “en los próximos chequeos, nos dijeron que en lugar de mejorar, la estenosis se había agravado y ya había dejado de ser moderada para convertirse en severa. Por eso la cardióloga nos sugirió trasladarla al Instituto de Cardiología en Corrientes porque tenía una tecnología más avanzada”.
Pese a estar en los inicios de la pandemia, “sí o sí teníamos que viajar, porque la salud de Hannah estaba en riesgo”, contó.
Rumbo a Corrientes
Así fue que viajaron hasta Corrientes en ambulancia y el 22 de abril le hicieron la valvuloplastía. Su recuperación fue tal que “ese mismo viernes le dieron el alta así que nos volvimos en ambulancia a Eldorado”.
Sin embargo, la felicidad de la familia Sosa, duró menos de una semana, ya que “el lunes siguiente, Hannah empezó a estar inquieta, no podía dormir y para el martes comenzó la fiebre”, relató su papá. Al consultar con su pediatra, les recomendó llamar al 0800-444-3400 para informar la situación que, hasta el momento no habían hecho desde que llegaron de su viaje.
“Nos tomaron los datos y un día después nos llamaron para avisarnos que preparemos nuestras cosas porque nos iban a pasar a buscar junto a la beba para hacernos los estudios correspondientes”.
El protocolo se había activado y llevaron a la beba junto a sus padres al SAMIC de Eldorado. Allí, un grupo de médicos los estaban esperando con todos los equipos de protección y bioseguridad necesarios.
A Hannah le hicieron el hisopado con un catéter en la garganta y la nariz. Además, tomaron muestras de sangre y orina, y le hicieron radiografías a sus pulmones.
Tras horas desesperantes de espera, llegaron los resultados esa misma noche. “La noticia que menos queríamos escuchar, fue la que recibimos”, recordó Facundo.
Y es que Hannah había dado positivo para COVID-19. “A partir de ahí, fue todo muy raro, la gente empezó a alejarse, nos miraban con miedo. Fue difícil, parecíamos el cuco”, confesó Facundo.
“Tirábamos las dosis”
Durante una semana, Hannah y sus padres permanecieron en el ala norte del SAMIC, mientras a la beba le administraban el antirretroviral Kaletra, que en ese momento estaban probando para contrarrestar los efectos del COVID.
Sin embargo, tras la primera dosis, la beba experimentó síntomas que hasta el momento nunca había tenido: moco, tos y estornudos, son los que Facundo enumeró.
“Empezamos a notar que, lejos de curarla, esta medicación la estaba empeorando. Entonces nos preocupamos pero cuando le dijimos a los médicos, ellos estaban convencidos de que el Kaletra funcionaba” dijo y aclaró que “yo no estoy diciendo que no sirva, pero sí estoy seguro de que, en nuestra hija, no estaba siendo favorable”.
Esto los llevó a tomar una decisión arriesgada: “Optamos por seguirle la corriente a los médicos, les dijimos que le dábamos las dosis a Hannah, pero las tirábamos. Fue una decisión muy difícil porque yo había firmado un consentimiento para que mi hija tome el medicamento, y si se enteraban que no se lo estaba dando y le llegaba a pasar algo, podía ir preso”, contó.
Sin embargo, “al poco tiempo, Hannah volvió a ser nuestra Hannah, la veíamos bien y rápidamente se fue recuperando”.
Los primeros días de mayo, le hicieron el segundo hisopado con resultado negativo para COVID-19 y el último fue el 6 de mayo. Con doble negativo, se fueron a su casa gracias a lo que ellos llamaron “un milagro”.
Sólo en ese momento, los padres de la beba decidieron confesar a los médicos que no le habían suministrado la medicación. “No queremos que piensen que mi hija se salvó gracias al Kaletra”, concluyó Facundo.