El Gobierno de Bolivia no da abasto con la pandemia del coronavirus. Con más de 3.000 fallecidos y casi 80.000 contagios hasta la fecha, un grupo de empresarios e ingenieros han decidido tomar acción y fabricar hornos crematorios móviles, para responder a la demanda de los servicios funerarios.
Carlos Ayo, ingeniero ambientalista y miembro de la empresa que ofrece este servicio, asegura que el proyecto intenta llegar a los lugares que no cuentan con las instalaciones necesarias para enfrentar la tan inusual situación, y ayudar a las familias que tampoco cuentan con los recursos necesarios para cremar a sus seres queridos.
Tras el inicio de la pandemia, se ha reportado en varios países latinoamericanos, y en especial Bolivia, el abandono de cuerpos en los espacios públicos debido al colapso de cementerios y funerarias.
Ayo mencionó que “pensar que en ocasiones ha habido 30 muertos, 50 muertos apilados, o que los cadáveres amanecen botados en las calles… Esto es porque las familias no tienen los recursos o no están encontrando dónde llevarlos a enterrar o a cremar, por eso acaban en las calles, para no contaminarse”.
Por eso tomaron esta decisión, por el acelerado incremento de los muertos en Bolivia. Eso fue lo que motivó a este grupo de empresarios mineros a incursionar en la fabricación de estos hornos que pueden ser trasladados a la ciudad que más los necesite
El horno tiene un costo de 45.000 dólares y crema entre 12 y 15 cuerpos usando un tanque de gas por cada uno. El proceso cuesta una cuarta parte de lo que ofrecen los servicios fúnebres públicos y privados. Ayo agregó asimismo que ya negocian la venta en varias ciudades y que también tienen pedidos desde el sur de Perú, en la frontera con Bolivia.
“Nosotros fabricamos los hornos”, aclaró, ya que en varios lugares se interpretó que ellos realizaban la cremación. “En un día hemos recibido 200 llamadas buscando cremaciones, esa es la necesidad”.
La situación en la capital
Martín Fabri, director de Empresas de la Alcaldía de La Paz, explicó que sólo en julio el principal cementerio de la ciudad realizó 2000 servicios funerarios -incluidas cremaciones-, mientras que antes de la pandemia no superaban los 500.
La falta de capacidad para hacer frente a la demanda obligó a emitir una disposición que establece que ya no se recibirían fallecidos de otras ciudades.
“No todos los fallecidos tienen la confirmación de la enfermedad, pero nosotros tomamos los recaudos“, agregó. Según Fabri el horno crematorio móvil es una buena opción, siempre que cumpla los parámetros ambientales.
Según el Ministerio de Salud, en la última semana de julio hubo más de 80 muertos diarios. Los primeros días de agosto se registró un récord de 89. El brote golpeó al precario sistema de salud y los servicios fúnebres de Bolivia, uno de los países más pobres de la región. Sólo sus ciudades principales tienen hornos crematorios.
Una de las zonas más castigadas es Cochabamba, en el centro del país, donde los ataúdes permanecían en los domicilios a veces por más de seis días y los fallecidos se acumulaban en las calles ante el colapso de los servicios fúnebres.
Ante la emergencia, el gobierno interino de Jeanine Áñez activó un protocolo que establece que los cuerpos de los fallecidos por coronavirus pueden ser enterrados en tierra, nichos o fosas comunes y que la cremación es necesaria en los municipios que tengan ese servicio.
Fuente: Medios Digitales