Este paso que debió concretarse apenas asumió la nueva gestión, se logró con fuertes tironeos en un contexto de presión por el default.
Sin dudas que no se trata de un mérito del ministro de Economía, Martín Guzmán, quien improvisó el manejo de la cuestión hasta que el propio presidente Alberto Fernández (con más experiencia que su colaborador en el relacionamiento con los acreedores internacionales) tendió puentes para el resultado conocido ahora.
Esta negociación, que no es la primera vez que la Argentina la terminará pagando más cara por comenzar “con el pie izquierdo”, debe servir para dejar precisamente de improvisar en la gestión.
Aunque al Presidente no le guste, se debe poner un fuerte acento en la planificación colectiva de un Gobierno. Tal como Fernández lo dijo ayer, con otro horizonte para abordar la tremenda crisis por la pandemia de COVID-19, el país pudo tener un respiro para lo que se viene y salir del “ahogo profundo” de sus finanzas.
Pero ese país por venir requiere saber su rumbo. Pensado, debatido por el partido gobernante con la apertura necesaria a las posiciones contrarias de las que se puedan sacar mayores beneficios.
Porque de esta recesión, desempleo, cierre de las economías mundiales se sale entre todos, sin superponer las banderías políticas por sobre los intereses primarios del pueblo.
No importa si públicamente el primer mandatario quiere mostrarse “anti plan”, mientras en el día a día con sus Ministros haga lo contrario, trazando las líneas que todos conozcan y apoyen para cumplir los objetivos que la realidad de la Argentina requieren.