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Silvia Elisabet Estigarribia (40) se describe sencilla, frontal, responsable, valiente. Y vaya si necesitó de esas cualidades cuando siendo presidente del Concejo Deliberante de Colonia Profundidad, de un día para el otro, debió asumir el cargo de intendente, tras el repentino deceso del jefe comunal. “Soy así como me ven, una mujer que dice lo que piensa”, agregó, quien por tercer mandato consecutivo rige los destinos de un pueblo que adoptó como suyo, y al que no piensa abandonar.
Nacida en Itá Ibaté, Corrientes, es la segunda de 12 hermanos. Llegó a Misiones a los 11 años, para desempeñarse como “damita de compañía” de una conocida familia de la zona y así ayudar con la economía de su hogar. “Vine a través de mi tío Juan, que conocía a la hermana del entonces intendente municipal, Roberto Raimond Rojas. Este hombre tenía a sus padres de avanzada edad y un hermano discapacitado. Una señora efectuaba los trabajos diarios diurnos, pero por la noche los abuelos quedaban solos. Y me ofrecieron que hiciera de ´damita de compañía´. Elegí venir por la situación económica que atravesaba mi familia. Mi mamá y mi padrastro no tenían trabajo estable, entonces para mí era buscar una nueva alternativa de vida, mejorarla”, comentó.
En realidad, le dijeron que venía a Posadas y “lo decidí yo, porque mamá dudaba, y mi padrastro no quería. Me había imaginado encontrar una gran ciudad, pero no fue así. Al cruzar ´El Arco´ de acceso me llamó la atención la tierra colorada en la banquina, era una cosa que nunca antes había visto, acostumbrada a la arena en el pueblo entero”.
Llegó a Colonia Profundidad a principios de 1991, en época de vacaciones. No había niños revoloteando, y la población era escasa. Y se pasó meses llorando. “Durante el día se hacía más llevadero porque había que hacer las tareas, atender a los animales (chivos, ovejas y vacas) y la señora Petrona Olivera, que era la que allí trabajaba, me contaba cosas, y se pasaba. Y como tenían un negocio, ayudaba a atenderlo. Pero la costumbre de la abuela era ir dormir alrededor de las 20, y con 11 años, viniendo de un pueblo que tenía vida turística, donde participaba de los eventos, me costaba dormir. Entonces lloraba hasta que me dormía pensado en un nuevo día”, recordó esta madre de tres chicos, dos de los cuales nacieron cuando ya ocupaba el cargo.
Siempre miraba la fachada de la Escuela N° 54 “Juan Bautista Alberdi” y como era pequeña y de madera, “un día le pregunté a la abuela quien vivía en esa casa porque siempre estaba cerrada, y me dijo que era la escuela”. Es que no lo podía creer “porque venía de un establecimiento grande (Escuela N° 415, “Coronel Martín Jacobo Thompson) donde cada grado tenía su espacio, había dos o tres primeros, y entre 25 y 30 alumnos por aula, y encontrar una tan chiquitita, en medio de un espacio amplio, eran tres ambientes en los que funcionaba de primero a séptimo grado”. Y llegó el momento del inicio de clases.
“Siempre tuve carácter fuerte, de decir lo que pensaba, por eso me tildaban de ´argel´, pero me adapté. Era toda una novedad. Terminé la primaria siendo abanderada. La maestra de séptimo, Marta Meza, siempre preguntaba quién iba a seguir estudiando. Y yo siempre levantaba la mano”, agregó. Se inscribió en Candelaria para continuar estudios secundarios, pero no fueron días fáciles porque el único el medio de transporte existente era el vehículo municipal o el del propio intendente.
Con el paso del tiempo, y en ese sentido, las cosas no cambiaron mucho. Hay transporte tres veces a la semana, con tres frecuencias diarias. Desde el día en que se inició la pandemia el colectivo dejó de ingresar, y son los vecinos los que ocupan de transportar “a sus pares, que esperan en la paradita, muchas veces con el peligro que ello implica”.
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Algunas desavenencias
Cursó hasta tercer año en el Polivalente Nº 5, de Candelaria, con orientación en administración de empresas, y continuó en la Comercio 18, de Posadas. El horario era de 19 a 23, y regresaba a casa casi a la 1. Toda la juventud de Estigarribia transcurrió en el seno familiar de los Rojas. Cuando estaba en primer año, dos veces a la semana y por las clases de educación física que se daban a contraturno, debía quedarse durante toda la jornada en Candelaria. “Lo hacía con otra chica, Mabel Antúnez, en la biblioteca o en la plaza. Y eso a la abuela le disgustaba. Por desavenencias en la familia, me terminaron llevando de vuelta a Ita Ibaté. Yo dije que ahí ya no iba a quedar. Y, como si nada pasara, la abuelita le pidió al intendente que me fuera a buscar porque ella no tenía problemas conmigo.
Quería que estudiara y progresara pero no entendía porqué me tenía que quedar dos días completos en Candelaria. Entonces, por eso, voy a trabajar a la casa del intendente”, manifestó. En la casa de Roberto Raimond Rojas hacía las mismas tareas “que cualquier chica realiza. Terminé la secundaria, ingresó a la carrera de magisterio en la Escuela Normal Nº 10, de Posadas, y en segundo año quedé embarazada”, contó. Así que “solo tengo el secundario y la escuela de enseñanza de vida, y sentido común” para administrar la comuna, que en el Censo de 2010 contaba con 666 habitantes.
El camino de la política
A los 23 años, Rojas le ofreció incluirla en la lista de concejales. Por aquel entonces, Estigarribia se caracterizaba por organizar eventos, estar con los chicos, relacionarse con los jóvenes, que “eramos pocos, pero unidos”. Hacían eventos, trabajaban juntos, los unía el fútbol -donde Silvia era defensor lateral izquierdo- y el baile popular.
“Trabajábamos para recaudar fondos para la iglesia, para los viajes de los chicos de séptimo. Organizaba el Día de la Madre, del Padre, del Trabajador, en tiempos en que se celebraba con eventos comunitarios. Era la que servía la mesa, la que convocaba a la gente, guiaba y dirigía al grupo de trabajo”, continuó, al enumerar su experiencia. En 2003 fue electa concejal y continuó trabajando de la misma manera, siempre en la parte social, en la distribución de las ayudas, de las pensiones, acompañando a la gente a la consulta médica, guiando a las madres. En todas las elecciones se ocupó del tema de las boletas, se desempeñaba como fiscal general, era encargada de escuela, fiscal de mesa. “Desde los 18 me fue dando el espacio y yo, sin darme cuenta, fui forjando mi camino en la política”, reflexionó. Fue reelecta en 2007, y el 10 de diciembre de 2008, Rojas dejó de existir, después de 17 años de gestión.
Momentos complicados
“Cuando eso pasa, no me sentía preparada para hacerme cargo de la noche a la mañana. Fue desesperante pasar por ese momento. En el almuerzo de la fiesta patronal de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, Rojas se descompuso, y falleció dos días después. Y la transición fue algo accidentada”, aclaró.
Al enterarse de lo sucedido, el Concejo Deliberante resolvió que el presidente del cuerpo quedara como intendente interino hasta tanto se resuelva la situación. Constitucionalmente había que ir a elecciones pero, el lunes, “cuando fuimos a la Casa de Gobierno -Maurice Closs era el gobernador, y Jorge Franco, ministro de Gobierno- y políticamente resolvieron que yo continuara como intendente interina hasta concluir el mandato”.
Mirando hacia atrás, entiende que “fue difícil. Hay cosas que ya no fueran las mismas porque tuve que hacerme cargo de un municipio, y me querían seguir condicionando. Por suerte tenía ciertos conocimientos y saberes, para poder aprovechar la oportunidad. No elegí que Rojas se muriera. Soy agradecida a Dios por la salud, por haber permitido que pueda llegar aquí de pequeña y hoy estar al frente del municipio”, que cumplió 117 años y donde predomina la actividad agrícola-ganadera.
Recordó que desde el 2003 a 2007, cuando fue concejal por primera vez, trabajaron para el peronismo, y a partir de ahí se volcaron a la Renovación. Desde ese momento, año a año, “se van concretando grandes cosas para el municipio. Entre ellas el edificio comunal, que era un tinglado con tres oficinas, que fue destruido por el tornado de 2011”. El fenómeno se llevó por los aires esa construcción, la de la comisaría y las casas de varios vecinos. Fue cuando se debieron levantar edificaciones nuevas. En 2009, con el Fondo de la Soja, el municipio se pudo ir equipando en la parte vial. Se compró un camión común para implementar la recolección de residuos pero que sirviera para otros menesteres. Aún lo conservan. En 2011 se adquirió una retroexcavadora porque la comuna tenía una motoniveladora rusa y estaba en “muy mal estado” cuando Estigarribia se hizo cargo.
Los primeros tiempos fueron difíciles, recalcó. “No teníamos equipamiento ni recursos por eso rescato a los gobiernos de turno que nunca nos abandonaron”, celebró.
Agradeció a Sandra Giménez, que era vicegobernadora, y a Lidia Batista, en la Multilateral de Políticas Sociales, que “me enseñaron a pedir, y a ser insistente y constante. Fueron parte del crecimiento personal e institucional. El CAPS no tenía local propio, no teníamos comisaria ni escuela secundaria. Con el cambio de modalidad de EGB1 a EGB2, los chicos tenían que irse a estudiar a otro lado, entonces se vio la necesidad de continuar aquí con los ciclos de la escuela, porque los internaban o quedaban en casa sin terminar la escuela”.
Dormir tranquila
Para la mandataria comunal, ser electa “fue una gran satisfacción, no pensaba ganar. Cuando quedé en lugar de Rojas, los comentarios no eran los mejores. Este municipio fue gobernado siempre por hombres, y yo rompí el esquema. Hay familias descendientes de los primeros pobladores que se oponen a ciertas cosas porque uno quiere imponer nuevos modos de vida, romper paradigmas para estar mejor”. A pesar de ello, perseveró.
Personalmente está agradecida por la oportunidad. “No es el momento en que el hombre falleció, sino en que a los 11 años salí de mi casa. Creo en Dios y en que cada uno tiene un propósito en la tierra. Trato de hacer lo mejor posible porque, si actuás mal, las consecuencias no serán buenas. De lo contrario, dormís tranquilo y yo, lo que menos quiero, es tener problemas”. Trata de ayudar dentro de las posibilidades, “tampoco soy de decir sí a todo, porque es un compromiso que tenes que resolver tarde o temprano. Trato de buscar los recursos articulando con otras instituciones porque no los tengo”, explicó.
Mirando hacia atrás se da cuenta “que hice cosas al revés. Hoy quiero desarrollar la parte económica del municipio y me está costando horrores. Porque traje instituciones, servicios, facilité sin que costara nada a nadie. Hoy cuesta el compromiso del vecino de ser parte del desarrollo económico. Ya que decidieron permanecer aquí -muchos se fueron porque no vislumbraban un cambio y ahora quieren volver- que sean protagonistas”, solicitó.
Reconoció que Profundidad tiene muchos lugares para mostrar pero son deficientes en servicio e infraestructura. “Por eso digo que hice al revés, fortalecí instituciones en lugar de fortalecer el lugar turístico o económicamente en primer lugar. Lo que hago ahora es fortalecer la parte económica y de emprendimientos privados de quienes le interese formar parte del sostenimiento económico del pueblo”. Pero “no es tarea sencilla. Implica un cambio cultural, de visión, de que es posible”, aseveró quien podría volver a postularse “si logro algunas cosas más en estos años que quedan de gestión”.