“Algo hay que hacer, esto no da para más”. La amarga reflexión se escuchó el viernes a la tarde en el Banco Central, en el cierre de otra semana complicada. Las ventas de “dólar ahorro” ya superan los 600 millones de dólares y todo indica que este mes podría llegar a un récord de 1.000 millones. Aunque se trate de pequeños ahorristas que se llevan de a 200 dólares por mes no deja de ser otra cara de un fenómeno que hace años carcome a la economía argentina: la fuga de capitales.
La progresión encendió las luces rojas no sólo en el BCRA sino en todo el Gobierno. Siempre en dólares, en mayo las ventas habían sido de 400 millones, en junio subió a poco más de 600, el mes pasado ya escaló a 700 millones y este mes llegará a un nuevo récord.
Aún cuando los ahorristas dejen los dólares en plazo fijo, dejan de pertenecer al Central. Es decir que siguen computando como reservas, pero automáticamente dejan de ser “líquidas”.
La razón por la que crece sin parar la compra de dólar ahorro a través de esa pequeña “ventana” que dejó abierta el BCRA es bastante obvia. A 100 pesos es muy fácil aprovechar el arbitraje con el tipo de cambio informal y salir a vender a 130. En la medida que esa brecha cambiaria se mantenga o incluso aumente, resultaría casi imposible frenar la demanda de un producto que se consigue más barato que en la “calle”.
Aunque tanto el Presidente, Alberto Fernández, como la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca Bocco, dejaron trascender su preocupación por este drenaje de dólares, luego llegó la aclaración del Ministerio de Economía: finalmente no habrá cambios en la modalidad del “dólar ahorro”. Se trata como mínimo de una lamentable falta de coordinación en uno de los temas más sensibles para cualquier argentino.
La apuesta es cerrar exitosamente la negociación de la deuda, cuya oferta se vuelve a lanzar formalmente el martes. Está previsto alcanzar el acuerdo con los grandes acreedores para el 24 de agosto y luego avanzar con la entrega de los nuevos bonos. La alta adhesión despejaría el horizonte y no habría litigios. La expectativa del Gobierno es recuperar margen de maniobra en el frente financiero.
El Tesoro avanzará con la emisión de deuda en dólares que puede suscribirse en moneda local. Así procura darles una opción a fondos como Pimco y Templeton para que puedan canalizar los pesos que están cobrado por el vencimiento de bonos que compraron durante la gestión de Mauricio Macri. Claro que cualquier inversor podría participar. Se trata de una apuesta que puede descomprimir el mercado cambiario en el corto plazo, pero al mismo tiempo podría engendrar una nueva “bomba” financiera, a partir del descalce de monedas. Ése fue una de las semillas que provocó el estallido de la Convertibilidad a fines de 2001.
Cuidar las reservas se convirtió en algo vital para el Gobierno. Se trata de la última línea de defensa para evitar un colapso. Si el BCRA se queda sin dólares para defender una determinada paridad, el siguiente paso es un descontrol cambiario que daría lugar a un estallido inflacionario. En otras palabras, quedarse sin reservas líquidas es (al menos en la Argentina) el camino seguro a una hiperinflación.