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Desde hace cuatro meses, en el barrio La Flor de Itaembé Miní en Posadas, se observan desperdicios cloacales que confluyen por toda una cuadra. Allí, desechos orgánicos, cajas y bolsas de basura, semiocultas en altos pastizales, son escenario cotidiano.
En ese lugar, varias familias conviven en medio de una suerte de “laguna de cloaca que despide un olor nauseabundo”, aseguró Gabriel Basseterre, vecino de La Flor, quien en diálogo con PRIMERA EDICIÓN planteó que “nos resulta imposible vivir de ese modo”.
Según Basseterre, todo comenzó cuando colapsó la red cloacal principal: “El caño madre de la cloaca está afectado, es el caño central el problema. Y como consecuencia, afecta a toda una cuadra. Aunque con los días se extendió y ya afecta prácticamente al barrio completo”.
En busca de soluciones, los vecinos solicitaron la intervención de las autoridades correspondientes. Sin embargo, los problemas continúan a la vista y también en el aire que se respira.
“Nosotros llamamos desde distintos teléfonos, es decir, cada vecino de manera particular se comunicó con las autoridades y realizaron el correspondiente reclamo. Pero desde la empresa concesionaria del servicio público (SAMSA) no nos dan respuestas. Ellos vinieron dos veces, miraron y se fueron sin hacer nada”, protestó Basseterre.
Por su parte, otra vecina de nombre Débora indicó que la situación empeoró cuando “se desbordó el desagüe en la canchita donde jugaban los chicos. Me cansé de llamar al servicio de agua pidiendo que vengan a arreglar, pero se ve que no nos tienen en cuenta, hacen caso omiso a nuestros reclamos. Y es un problema que nos afecta a todos”.
Sin ir más lejos, el sábado por la tarde Débora presenció un evento que la angustió: “En mi casa se desbordó todo, el agua comenzó a brotar por todos lados. Me desesperé y me comuniqué con SAMSA, pero como no me daban respuestas, le pedí a la presidenta del barrio que intervenga. A las 17 llegaron los operarios y arreglaron el problema que tenía en mi propiedad. No así el inconveniente que persiste en la canchita y también en las calles del barrio La Flor, que siguen inundadas: es un problema constante”.
Ese sábado, la mujer observó “que debajo del medidor de agua brotaban residuos orgánicos. Sinceramente tengo miedo de que el agua que consumimos esté contaminada. Ellos (por los operarios) me dijeron que no pasaba nada porque son caños distintos y no se mezclan, pero tengo temor”.
El panorama en el barrio La Flor se complica, aún más, cuando llueve: “Esto es terrible, desborda por todos lados. Con o sin lluvia, continuamente el agua servida llega a la vereda, al pasto y es un olor nauseabundo que dan ganas de vomitar”.
El recorrido de los desechos orgánicos, luego de desembocar en el arroyo Mártires, finaliza en el río Paraná. “Todas las aguas servidas, sin ningún tipo de tratamiento, terminan allí. En el barrio tenemos charcos y lagunas de cloacas, la mayoría de los terrenos los tienen porque presentan desnivel. Se vuelve intransitable”, finalizó Basseterre.