En las últimas horas hubo un cruce de dimes y diretes entre el presidente Alberto Fernández y el exmandatario Mauricio Macri, respecto de la situación heredada y la gestión actual.
En el medio, quedaron frases que golpean de cerca a los familiares de los ya más de 7.300 muertos por la pandemia de COVID-19 entre marzo y agosto que se comenzaron a contabilizar.
Cuando se asoma un año electoral, siempre hay una tribuna de militantes a los cuales muchos de estos discursos poco felices le son “herramientas” para la arenga partidaria.
Pero, una gran mayoría de argentinos están fuera de la puja de los cargos, más bien se encuentran subsistiendo a la mencionada herencia y a las consecuencias de las malas decisiones que se fueron tomando en estos ocho meses en materia económica y social.
Porque esa gran porción de ciudadanos no espera saber si Fernández critica a Macri o viceversa. Están esperando una actitud responsable de la oposición y del oficialismo, un acompañamiento en un momento tan duro y difícil como se generó en el país en tan poco tiempo.
Ni quieren un Presidente en ejercicio diariamente en la chicana ni un expresidente y supuesto jefe de la oposición desde cálidas playas europeas, diciendo lo que hay que hacer o dejar de hacer.
Se necesita empatía y cercanía, la misma que se puede reclamar a un amigo, familiar o conocido en los momentos más difíciles. Con la diferencia de que los mencionados tienen una representación enorme, no sólo del electorado, sino de simpatizantes que podrían imitarlos en solidaridad.
No sirve pregonar el fin de la grieta si, paralelamente, se la profundiza. No sirve nada.