Por: Gabriel Fernández.
La discusión sobre los usos del lenguaje en Argentina dio un nuevo salto ante la aparición pública de la “i” para referirse a quienes se identifican por fuera de la dicotomía masculino/femenino. Si bien hace tiempo comenzaron a utilizarse dichos términos de manera cotidiana en ciertos espacios, la preocupación de los sectores más conservadores está en que estamos ante una verdadera “deformación del lenguaje”.
Más allá de esto, la población en general aún rechaza el uso del denominado lenguaje inclusivo, al que consideran algo totalmente innecesario e incluso falso. La premisa en la que todos aquellos vecinos consultados por ENFOQUE refirieron fue la misma: “El verdadero lenguaje inclusivo es que en las escuelas enseñen lenguaje de señas”. Este concepto se convirtió en una respuesta automática ante cualquier discusión entorno al uso de la “e” en lo social.
Una palabra generó una guerra
La última polémica en el país se desató luego de una de las conferencias donde la Subsecretaría de Salud presentó el panorama del coronavirus en el país. Sucedió que la fecha concordaba con el Día Internación de la Juventud, por tanto estuvo presente el integrante de la Dirección de Adolescencias y Juventudes del Ministerio de Salud, Lucas Grimson, quien en su discurso refirió: “Es clave que nosotres les jóvenes también nos cuidemos. Nadie es más piola por no usar barbijo en la calle o por ponérselo mal. Los pibes, las pibas, les pibis podemos ser parte de enfrentar esta pandemia, pero no vamos a poder ser protagonistas del mañana si no tenemos un lugar desde ahora, participando del presente para construir el futuro que se viene, hoy las juventudes nos hacemos escuchar”.
Luego de esto, las redes sociales se inundaron de comentarios, retuits e incluso mensajes agresivos dirigidos hacia Grimson y a toda la juventud en general, dejando en el olvido cualquier otra cosa referida en su discurso. Una de las figuras que se sumó a la pelea mediática fue el músico El Dipy, quien protagonizó un cruce de comentarios con el actor Pablo Echarry, luego de que el cantante señalara que: “¿En serio ‘les pibis’? ¿En serio nos vamos a bancar esto? ¿En serio somos tan pelotudos?. Díganme ‘viejo, ‘quedaste en el tiempo’, todo lo que quieran. Pero no me lo banco. No, así no”. A lo cual el actor invitó a El Dipy a que guardara silencio, utilizando términos un poco más escatológicos.
Tras tantas idas y vueltas por los comentarios en redes sociales, donde entró en juego también la vida personal de cada uno de estos artistas e incluso las letras misóginas de las canciones del referente de la cumbia argentina, provocó que el debate se abriera paso nuevamente en el país. A lo cual, el lugar común al que suelen recurrir quienes rechazan cualquier tipo de lenguaje inclusivo es el mismo: la Real Academia Española.
Justamente, la RAE presentó a principios del 2020 un informe de la revisión de la constitución española a pedido del Gobierno nacional. El objetivo de este trabajo era rever si realmente las palabras utilizadas en la carta magna estaban impregnadas de un lenguaje sexista, misógino o machista, tal como se lo acusa por los sectores sociales disidentes. En resumen, el resultado fue poco favorable ya que desde la institución consideraron que hubo una adecuado utilización del castellano.
A todo esto, se aprovechó la ocasión para señalar que el uso doble en el discurso “las y los” para referirse tanto al femenino o masculino era algo innecesario, ya que existe un masculino que consideran como “inclusivo”. Cabe aclarar que el cambio de la “o” por la “e” o la “i” es un tema que aún dista de incorporarse en cuanto a las descripciones de nuevas palabras utilizadas por los hispanohablantes.
El presidente de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, fue un poco más lejos en una entrevista con El País al considerar que: “Tenemos una lengua hermosa y precisa. ¿Por qué estropearla con el lenguaje inclusivo?”. Lo mismo consideraron varios profesionales lingüistas y personalidades del mundo de las letras, entre ellas María Kodama, quien alzó su voz contra el lenguaje inclusivo al que acusó de “deformar el castellano” y de no ser más que “una moda” que no se sostendrá en el tiempo.
Sin embargo, los sectores más revisionistas de la sociedad continúan acusando a la RAE de ser una institución que durante años colaboró con el sostenimiento de prácticas patriarcales y misóginas. A lo cual respondieron en el último informe presentado sobre el lenguaje inclusivo que “como institución arraigada en la cultura humanística, se declara totalmente contraria a cualquier tipo de sexismo, ya sea de mujeres o de miembros del colectivo LGTBI. Nuestra Institución se halla en un proceso de renovación, lenta pero irreversible, en el que la mujer asumirá cuantitativa y cualitativamente un papel más relevante”.
No obstante, en materia del discurso social, aclararon que “es una evidencia irrefutable que han existido, existen y existirán mensajes sexistas e incluso textos y géneros claramente misóginos. Pero tal sexismo y misoginia no son propiedades de la lengua, sino usos de la misma. No son inherentes al sistema (no son sexismo de lengua), sino valores que adquieren en el uso a causa de la intencionalidad de los emisores o de sus prejuicios ideológicos (sexismo de discurso). No son responsabilidad del medio, sino de los hablantes. No se corrigen mejorando la gramática, sino erradicando prejuicios culturales por medio de la educación”. Además, indicaron que “la Real Academia Española ha venido limpiando sus diccionarios de residuos machistas o de connotaciones misóginas que hubieran podido acopiar en épocas anteriores los términos que se utilizan en las definiciones”.
En tanto, cabe recordar que hay veces que las aclaraciones que salen del diccionario de la RAE no dejan del todo contentos a los defensores del correcto uso de la lengua. Palabras como almóndiga, arremangar, setiembre, pasando por nuevos usos como guasapear, lideresa e imprimido, pueden parecernos llamativos pero existen y están ahí para ser utilizados.
Sucede que organizaciones como la RAE justamente están para registrar e incorporar palabras conforme a su uso y adecuación. En ese sentido, con el paso del tiempo se han incorporado términos, agregado nuevas acepciones y quitado otras que quedaron en completo desuso. Esto demuestra que el lenguaje está en permanente movimiento y evolución por su utilización.
Es por ello que hablar de lenguaje inclusivo no es más que otorgarle una categoría a un proceso que lleva años construyéndose y que aún hoy está cambiando. En Argentina, uno de los principales focos estuvo en su momento en el término presidente cuando Cristina Fernández de Kirchner asumió su mandato y comenzó a referirse a sí misma como “la presidenta”, enfrentándose a otros funcionarios que intentaron corregirla sobre el uso adecuado, sin éxito alguno.
A partir de allí, entraron en juego la “@” y la “x” para eliminar la “o” y la “a” en algunas comunicaciones aunque prácticamente ya no se utilizan. Con el tiempo, se dio paso a la llegada de la “e” y últimamente entró en escena la “i” para referirse al género no binario. A todo esto, existen conflictos internos entre los propios militantes de lo inclusivo ya que ciertos sectores deciden no utilizar la “e” ya que consideran que hubo un gran esfuerzo para visibilizar a la mujer a través del “todos y todas”.
Lo regional
A nivel local, Misiones tiene sus particularidades con respecto a la utilización del lenguaje debido a la construcción histórica atravesada por la influencia de los países limítrofes. Existen numerosas tesis e investigaciones realizadas acerca de la educación en las zonas de frontera, donde las escuelas misioneras se encontraron con una cotidianidad donde el uso del “portuñol” en los hogares chocaba con las directivas de la enseñanza de la lengua castellana.
Yendo un poco más lejos en el tiempo, también la provincia tuvo una influencia de las corrientes migratorias de todo el mundo que conformaron lo que en un momento se denominó un “crisol de razas”, término ya en desuso. Todo ello conformó una identidad regional donde conviven el español propiamente dicho pero con palabras coloquiales con una clara influencia del guaraní y del portugués.
Entre las llamadas “guerras del lenguaje”, hay una que lleva años en vigencia y se desató con la referencia a una comida típica de la región: ¿Se dice chipa o chipá? Es claro que en todo el NEA y Paraguay hacemos caso omiso de la tilde pero no así en otros puntos del país como Buenos Aires.
A todo esto, es necesario plantear las tendencias más actuales nacidas desde el alcance del Internet a todos los rincones del planeta y el nacimiento de las redes sociales. Es así que los misioneros comenzaron a comunicarse también en “spanglish”, cuando utilizan palabras como baby shower, un after, tener homebanking, usar el delivery y la última en tiempos de pandemia COVID-19: “home office”.
De esta manera queda claro que hablar de una “pureza de la lengua” es algo que se nos escapa del uso diario a los misioneros y más desde el punto de vista de la educación, ya que “el verdadero lenguaje inclusivo es el de señas” es algo que casi ninguna institución practica, ni hablar de la población en general.
Por otra parte, queda el miedo de la influencia ideológica de los sectores “progres” que hasta “llegaron a imponer en instituciones públicas el lenguaje inclusivo en su comunicación oficial, lo cual no es una necesidad para los usuarios”. Comentarios como éste abundaron luego de la decisión del Banco Central de presentar una guía para “paulatinamente migrar de la masculinización del lenguaje a la interpelación de todos los géneros”. Previamente, el PAMI tomó la misma decisión, aunque aclaró que no sería puntualmente una incorporación de la “e” sino más bien la adopción de la perspectiva de género en todo tipo de publicación oficial.
El camino para despejarse de la dicotomía masculino/femenino parece ser el siguiente paso en esto que fue denominado lenguaje inclusivo y que tendrá sin ninguna duda una mayoría en contra que a favor. Sin embargo, cabe señalar que los procesos siguen aún dándose y con el tiempo más cambios sucederán en el terreno de las palabras. Por lo pronto, más allá de algunas decisiones institucionales, lo importante es aclarar que de ninguna forma resulta una imposición para las personas que no deseen incluir la “e” en sus comunicaciones, sino más bien es otra opción.