
“Ejecutaron a las niñitas, mataron a dos criaturas que fueron a conocer, cada una, a su papá. Terminaron la escuela en noviembre y las llevamos por el puente de Posadas a Paraguay para que pudieran ir al norte. No iban a combatir, no sabían nada de violencia o adoctrinamiento ni de guerrilla ni de nada, jugaban como niñitas. Por favor que las autoridades paraguayas terminen de decir barbaridades y mentiras, vistieron con uniformes a dos niñas y hasta podrían haberlas torturado antes de asesinarlas”.
Miriam Villalba reside hace diez años en Puerto Rico, se afincó con su hija Lilian Mariana y la madre de María Carmen, una abuela de ellas en una chacra de Puerto San Alberto, paraje donde plantan y cosechan sus alimentos y “changuean” en cada puesto de oficio que se le ofrece para juntar dinero que vista y ayude al crecimiento de los niños.
“Desde 2009 estamos huyendo de la venganza de las autoridades paraguayas. Nos fuimos de Clorinda, Formosa porque hasta ahí llegaron y envenenaron a un sobrino, a un nene”.
Miriam Villalba dialogó ayer con PRIMERA EDICIÓN. Decidió romper el silencio y defender a su hija y sobrina. “Queremos que los cuerpos de las niñas sean repatriados, que por favor peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) los analicen y determinen como las asesinaron porque no creemos en Paraguay, ya las mentiras no terminan más allá. Inventaron un enfrentamiento y las masacraron a balazos. Para peor ahora (por ayer de tarde) echaron de la Morgue (de la Fiscalía) a la abogada que nos representa, no la dejaron entrar a Dayci Irala, no hay parte de las víctimas en la autopsia que estaban haciendo”.
“Pedimos ayuda, las niñitas se fueron de vacaciones a conocer a sus padres y quedaron varadas por las restricciones impuestas por el COVID. En noviembre terminaron sexto grado, estudiaron y aprobaron cada año de la primaria en la Escuela 228 del barrio San Francisco (Puerto Rico) y lo único que querían y estaban ilusionadas por ello, era ver a sus papás y jamás pensaron ir a pelear o convertirse en guerrilleras como dicen”.
“Tampoco acá les enseñamos eso. Somos madres, pregúntenle a las maestras de la escuela de ellas, no criamos terroristas, son niños, que no mientan más y dejen de cobrarse venganza con inocentes sólo porque tienen el apellido Villalba”.
Miriam habla pausado y preciso, se reconoce como una mujer pobre y trabajadora. No utiliza insultos para manifestar su bronca y desesperación:
“Queremos que nos devuelvan los cuerpos, queremos limpiarlas, que la memoria de las pequeñitas quede intacta, que no se juegue más con ellas. Les pusieron ropas de militares y después las quemaron para borrar pruebas. Queremos que esto se aclare, como también las circunstancias de su muerte. Las ejecutaron, que no lo oculten más”.
“¿Guerrilleras, subversivas?, Lilian y Aurorita (de esta manera la llamaban en la familia a María Carmen) no tenían ni arte ni parte en el EPP, no sabían nada de una guerrilla”.
“Vivían en la chacra con nosotros, plantábamos en la chacra, criábamos animales y nos ayudábamos con los ingresos de la Asignación Universal por Hijo. Ellas nacieron en Clorinda en 2008 y 2009, de allá nos tuvimos que ir por la persecución desde Asunción. Con las partidas de nacimiento de Formosa las anotamos acá y de allí surgen sus documentos. Son argentinas, exigimos que nos las devuelvan”.
“Como no pudieron matar a sus papás, se las agarraron con ellas. Es la campaña sucia del Gobierno actual y de los anteriores. Desde 2009 somo acosados sin cesar un segundo”. “Las niñas viajaron contentas, felices, ilusionadas, era su primer viaje de vacaciones. Habían terminado de cursar el año, lo aprobaron sin problemas, ¿de qué guerrilleras hablan?”.
El lunes Miriam, su cuñada y la abuela de una de las niñas viajarán desde Puerto Rico a la capital provincial para solicitarle al Consulado de Paraguay en Posadas para solicitar de manera formal los oficios que les permitan rescatar los cuerpos de las menores misioneras.