Argentina debe ser, sin ningún tipo de dudas, uno de los países del concierto de naciones en donde es más difícil alcanzar el sueño (y el derecho) de una casa propia.
Hoy son millones las familias que mes a mes dejan entre el 30% y el 50% de sus ingresos en alquileres.
Los elevados montos que contrastan con los magros salarios tornan imposible pensar siquiera en ahorrar para pensar a largo plazo. Y en el caso de poder hacerlo el problema es el peso argentino, tan devaluado como la palabra de los mandatarios nacionales que, gestión tras gestión, prometen saldar la añeja deuda de la vivienda.
Al respecto, a fin de mes vence el congelamiento en los valores de los alquileres de contratos vigentes que decretó el Gobierno nacional en el marco de la pandemia.
En ese contexto y siempre que no se disponga de una extensión de ese beneficio hasta fin de año, la Federación de Inquilinos Nacional precisó que casi 38% de los inquilinos tiene dificultades para pagar el alquiler en septiembre.
La cruel explicación está relacionada a la encuesta que se realizó entre más de 2.848 inquilinos de todo el país. La misma expresa que el 49,5% de los ingresos totales del hogar se destina al pago del alquiler, lo que representa 4,5 puntos más que el mes pasado.
Esos niveles de gasto en una crisis como la que afronta hoy el país condicionan enormemente la seguridad habitacional de millones de familias. Y es que los salarios siguen muy lejos de la inflación y eso se siente en lo cotidiano más allá de las frías estadísticas del Gobierno que intentan explicar lo contrario.
Bajo el contexto actual la discusión ya no pasa por la inexistencia de planes consistentes para brindar soluciones habitacionales definitivas, sino por la capacidad de poder pagar o no el alquiler, todo un síntoma del momento. Otro dato duro de la realidad frente al discurso oficial que jura que la reactivación ya comenzó.