Un punto a tener en cuenta es que la iluminación no esté orientada hacia habitaciones o espacios en del domicilio donde puede resultar molesta.
Además, habrá que tener en cuenta la pérdida de luz que se produce a lo largo de la distancia de influencia de la lámpara, pues aunque tenga potencia suficiente, la apariencia visual no es uniforme, ya que a mayor distancia irá perdiendo intensidad.
Otra característica que influirá es el color interior, pues la absorción de color que se produce en piscinas con revestimientos oscuros es mayor que en las de tonalidades claras y, por supuesto, la forma, para las geométricas básicas (rectangulares fundamentalmente; diseño clásico) se recomienda una lámpara en las piscinas pequeñas sin obstáculos, siempre y cuando se pueda instalar el mismo en un extremo corto para poder iluminar todo el largo de la piscina. O bien enfrentados, centrados en los extremos cortos, pues proporciona la mejor distribución de luz y se asegura que cualquier obstrucción en la piscina que pudiese provocar una sombra, será contrarrestada por el opuesto.
En caso que la piscina sea más larga de lo que habitualmente es capaz de alcanzar una lámpara se instalan a lo largo de una pared repartidos de una manera equidistante.
Para piscinas con formas irregulares, tipo riñón, se debe tener en cuenta que el ángulo de la pared no debe de exceder los 10-20 grados en el diámetro de la lámpara ya que podría causar un estrés excesivo al dejarlo contra la pared. Cuanto menor sea el diámetro, menor será la afectación de este punto. Para las que tienen forma de “L” en extensiones de la piscina principal, es recomendable actuar como si se tratara de dos piscinas independientes.
En cuanto a la altura en que se ubicarán las lámparas, a fin de facilitar el mantenimiento y posibles reparaciones lo más recomendado es que sea a aproximadamente setenta centímetros de la parte superior.