Todo tiene sus etapas: el invierno nos obliga a encerrarnos, a mirar para adentro, a escucharnos. Hay inviernos más crudos y otros más benignos, hay inviernos cortos y otros extremadamente largos, al igual que en nuestra vida.
Muchas veces pasamos años sumidos en una situación que nos da tristeza, sin poder salir, sintiendo que “las cartas están jugadas”, que ya no podemos cambiar esa situación, que los sueños son una hermosa palabra que abunda en las poesías pero no en la realidad, pero hay algo que a veces olvidamos: nosotros somos tierra fértil y si nos damos una oportunidad todo puede renacer.
Se trata de relajarnos, de abrir las puertas, de tirar en nuestra tierra esa semilla nueva. ¿Un viejo proyecto olvidado? ¿Una actividad que pensamos no podríamos hacerla pero nos gusta demasiado? ¿Una situación de “apacible paz” que no lo es? ¿Una relación que no nos hace feliz?
Por más tarde que nos parezca siempre estamos a tiempo de cambiar lo que no nos gusta. Todo lo que plantemos puede crecer si creemos, si no nos presionamos a ver resultados rápidos, paso a paso, disfrutando el proceso, probando algo y viendo hasta donde nos lleva, y luego probando un siguiente paso y ver de nuevo a donde.
Nacimos para florecer, nosotros somos parte de la naturaleza y como ella tenemos estaciones y todo lo vivido, nos prepara para florecer. Cada uno tiene una primavera en su corazón sólo hay que animarse a tirar esa semilla y ver qué pasa.
Como dice Richard Bach en su libro Ilusiones, cuando cuenta la historia de unas criaturas que siempre y por años vivían aferradas a las ramas del lecho del río convencidas que si se soltaban, la corriente las arrastraría con fuerza y las golpearía contra las rocas y entonces morirían.
Pero hubo una que se animó a ser diferente, a darse una oportunidad: “Estoy harta de asirme. Aunque no lo veo con mis ojos, confío en que la corriente sepa hacia dónde va. Me soltaré y dejaré que me lleve a donde quiera”, dijo ésto y se soltó.
La corriente la arrastró con todas las fuerzas y la lanzó contra las rocas como ellas pensaban, pero “la criatura se empecinó en no volver a aferrarse y entonces la corriente la alzó del fondo y ella no volvió a magullarse ni lastimarse”.
Siempre podemos más de lo que creemos, dentro nuestro está la fuerza, la voz interior que nos guía en el camino, el poder de elegir, la risa, los colores que le ponemos a cada día, la forma en que encaramos las situaciones.
Todos tenemos una primavera en el corazón, no importa la edad que tengamos, ni las situaciones que hayamos pasado o las decisiones que tomamos alguna vez, siempre estamos a tiempo y cuando seguimos a nuestra voz interior los caminos se abren, nuestro entusiasmo crece y se contagia.
Las manos aparecen y cuando lo que tanto soñamos, que parecía imposible se concreta, es el momento más feliz y nos damos cuenta que esto es una aventura, de eso se trata, de aprender y ser felices, es un camino y nosotros podemos elegir qué queremos en nuestro camino, diseñar nuestra primavera, nuestro renacer.