Aprendimos a resolver, a gestionar y salir adelante porque en su gran mayoría, los argentinos entendemos que al final todo depende del trabajo y el sacrificio personal.
Sólo así puede el mundo entender que este país mantenga medianamente sus estructuras en contextos como el actual, de crisis total, de magros registros históricos y de monumentales fracasos políticos.
Ser argentino es ser especialista en crisis, es vivir permanentemente en ciclos. Alternar años malos, regulares y no tan malos. Es sobrevivir a gobiernos que lo hacen todo por fracasar, por dejarnos al borde del abismo.
Hay que ver el año que nos toca. Veníamos de la nada, de tocar fondo, de mirar de frente al abismo… y nos ubicaron en una instancia aún peor como si eso fuera posible.
Hay que ver la semana que nos toca. El martes un Producto Bruto Interno que se derrumbó un récord de 19,1% en el segundo trimestre del año como consecuencia del impacto de la emergencia sanitaria, superando así la baja sufrida tras la salida abrupta de la convertibilidad por la crisis del 2001… Y ayer supimos que la desocupación subió al 13,1% en el segundo trimestre del año en medio de la pandemia y afectaría a unos 2,2 millones de personas.
Ser argentino es irse a dormir un día de agosto de 2019 con el dólar a 46 pesos y despertar con un dólar a 61 pesos.
Comenzar un día de septiembre de 2020 con un dólar a 70 pesos para irse a dormir por la noche con un dólar a 145 pesos. Eso nos describe, o al menos describe a nuestros dirigentes.
Por eso somos los argentinos especialistas en crisis, porque sobrevivimos a cosas que en otros países suceden en procesos de diez o quince años.
Porque Argentina se descompone en apenas un día y demora décadas en volver a donde estaba antes, es decir a la crisis inicial.
Porque entre el martes y el miércoles entendemos que, lejos de la reactivación de las que nos hablan, estamos peor que antes… Y recién es jueves.