La desigualdad se profundizó durante la pandemia en medio de la pérdida de ingresos, la caída de los salarios y el aumento del desempleo.
El deterioro social fue reflejado el jueves de la semana pasada por el INDEC al difundir los datos de distribución del ingreso del segundo trimestre del año. Entre quienes contaron con algún ingreso, el valor promedio fue de $28.769 y el 80% percibió menos de $37.000, un 32% más en relación a los $28.000 del año pasado, ante una inflación anual del 42% en el mismo lapso.
La brecha entre el 10% más rico y el 10% más pobre se amplió del 20 a 25 respecto al mismo período del año pasado. Esto es así porque el coeficiente de Gini por miembro de familia pasó de 0,434 a 0,451.
El coeficiente es un indicador de la desigualdad en la distribución del ingreso. Toma valores comprendidos entre 0 y 1. Cuanto más se aproxima a 0, mayor es la igualdad de ingresos. Y ocurre lo contrario cuanto más se acerca a 1.
La distancia entre los ingresos también creció durante el 2020, al pasar del 23 al 25. Lo que el coeficiente de Gini reflejó en un aumento del 0,444 a 0,451. El INDEC indica, no obstante, que el primer y cuarto trimestre se ven afectados por el aguinaldo.
La nueva serie de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) muestra que el indicador comenzó a disminuir desde el segundo trimestre de 2016 desde un valor igual al alcanzado ahora hasta que a principios del 2018 inició con oscilaciones una tendencia ascendente, al ritmo de la crisis económica y el deterioro del empleo.
Desde el año pasado a la fecha, la población con ingresos a su vez se redujo en 1,4 millones y el sector sostenido por el resto del hogar se amplió en 1,6 millones. Esto indica un incremento de la cantidad de personas que perdieron sus ingresos, un dato que coincide con la pérdida de 4 millones de empleos proyectada a nivel nacional.
En el caso de los asalariados, el ingreso promedio fue de $34.410 y el 80% percibió menos de $43.000, una diferencia del 32% con los $29.000 del año pasado, mientras la inflación superó esa variación en 10 puntos.
De un total de 8,9 millones de asalariados, se observó una caída anual de 1,3 millones con ingresos sin descuento jubilatorio y de 259.007 en aquellas que perciben ingresos con descuento. Es decir, que se vieron más afectados los informales, cuyo ingreso promedio de $17.144 frente al de $39.510 de aquellos con beneficios de la seguridad social.
“Abril, mayo, junio fue el período de mayores restricciones, era obvio que todos los indicadores van a dar mal, es inevitable. Si lo comparamos con hoy, ya estás notando una reactivación más fuerte. No condicen con lo que es la realidad hoy”, señaló una fuente del Gobierno.
El mayor impacto recayó sobre aquellos con peores condiciones de trabajo, salarios promedio más bajos y/o menos estables, como pueden ser los trabajadores informales, cuentapropistas y monotributistas. Todos ellos no se vieron alcanzados por la prohibición de despidos y los subsidios ATP.
“En conclusión, a la precarización del empleo observada durante la recesión de 2018-19 (el empleo total creció pese a la contracción de trabajo registrado) se suma la fuerte destrucción de empleo (principalmente precario) producto de la cuarentena/pandemia”, señala Ecolatina.
Para la consultora, “este shock negativo sobre los ingresos laborales afectó en mayor medida en los hogares de menores recursos, lo que explica el fuerte deterioro de la pobreza y la indigencia que dará a conocer el INDEC dentro de una semana”.
Panorama laboral incierto
El Ministerio de Trabajo de la Nación minimizó la semana pasada el aumento de la desocupación y explicó que la caída de la población ocupada fue resultado de la contraccion del empleo asalariado no registrado y del trabajo independiente.
“En este escenario, inédito por la profundidad de la caída, era una consecuencia esperable en el marco de las fuertes restricciones aplicadas a la producción y la comercialización con el objetivo de contener la extension de la pandemia”, indicó en un informe.
En ese sentido, estimó que las personas que perdieron el empleo proyectadas al total urbano nacional junto a los desocupados y trabajadores informales suman un total de 9 millones, la cifra que accedió al IFE.
Ecolatina analizó, en tanto, que “con el relajamiento de facto y de jure de las restricciones a la movilidad, el empleo informal y el cuentapropismo sería el primer elemento del mercado laboral en recomponerse”.
Y advirtió que “la cada vez más modesta recuperación de la actividad pone interrogantes acerca de cuanto demorará en volver a los niveles previos a la pandemia”.
Por otra parte, el empleo privado formal, según la consultora en economía y empresas, ajustó poco respecto de la magnitud de la caída de la actividad, por lo que difícilmente vuelva a trepar este año: algunas empresas aún cuentan con dotación excedente.
“Lamentablemente, esperamos una lenta recuperación de los puestos de trabajo perdidos en el segundo trimestre de 2020, lo que complicará la reversión del fuerte deterioro de los indicadores socio-económicos”, concluyó el informe de Ecolatina.
“Vamos al choque”
El economista Rodolfo Santangelo expresó su preocupación sobre la situación económica del país y consideró que “el choque parece inevitable”, culpó a la política macroeconómica y sugirió “acotar los daños y prepararnos para evitar que se complique más de la cuenta”.
“Desde la segunda quincena de abril que vemos a un Banco Central vendiendo dólares porque la demanda al cambio oficial es mayor que la oferta oficial. O sea, el hisopado del mercado cambiario seguía dando negativo”, sostuvo el director de la consultora MacroView y socio de Carlos Melconian.
En declaraciones a Radio Mitre, aseguró que “estamos ante una cuestión donde el mercado cambiario es una consecuencia, es la caja de resonancia. El problema no es cambiario, es macroeconómico”.
Poca previsión
“Estas cosas habría que haberlas previsto en junio. Se apostó exageradamente a que salíamos de la cuarentena y mejorábamos, a que arreglábamos la deuda y mejorábamos. Lo mismo sucede con la inflación , que dentro de un par de meses se va a blanquear cuando los precios máximos no den más”, opinó.
“El enorme problema que tiene este país es que no tenemos mercado de capitales, no tenemos fondos de pensión, no tenemos reservas, no tenemos sistema financiero y lo único que tenemos es la maquinita de emitir pesos, pero los argentinos no queremos ahorrar en pesos porque ya nos han estafado tantas veces que tenemos un problema central, que no se lo quiso ver a tiempo”, apuntó Santangelo.
En ese sentido, planteó: “Me parece que acá hay un desenlace que parece inevitable, que es el que habitualmente ha ocurrido en la Argentina en los últimos años que es que para bajar la brecha cambia, sin poder bajar el tipo de cambio que está arriba, va a tener que subir el que está abajo”.
“Hace varios años ya que estamos con crisis recurrentes, donde por suerte no llegó a espiralizarse y no se fue a la ‘miércoles’. El choque parece inevitable, pero frenémoslo ahí, acotémoslo porque ya con lo actual tenemos demasiado, no entremos en un estadio superior”, alertó.
En ese sentido, consideró que “lo que se puede hacer es acotar los daños del evento. Evitemos que esto se complique más de la cuenta. Y no que le sigan echando la culpa a los especuladores o a los formadores de precios, ni a los empresarios. La culpa la tiene la política macroeconómica, gatillada por la pandemia mundial”.
Fuente: IProfesional.