Tiene 36 años, es changarín y durante mucho tiempo atemorizó a sus vecinos y familia en colonia San Gotardo, jurisdicción de Capioví. Ahora deberá pasar veinte años en prisión para intentar resocializarse, enmendar sus graves errores, principalmente por haber violado a una niña de 11 años y a una joven de 21, ambas hijastras y ambas al denunciaron por más de cinco años de abusos.
Alias “Diablo” fue detenido en agosto de 2017 por orden del entonces juez (subrogante) de Instrucción de Puerto Rico, Rubén Lunge.
Ayer lunes y a poco más de tres años de prisión preventiva en la Unidad Penal VII (Puerto Rico) del SPP, por videollamada participó de la audiencia con el fiscal del Tribunal Penal 2, subrogante, Martín Alejandro Rau, y aceptó una pena de veinte años de prisión como autor de los delitos de “abuso sexual con acceso carnal -varios hechos- agravado por el vínculo, privación ilegítima de la libertad agravada y amenazas”.
De esta manera “Diablo” evitó sentarse en el banquillo de los acusados del TP-2 con el acuerdo de suspensión de juicio abreviado.
Tal como lo publicó en exclusiva PRIMERA EDICIÓN, en agosto de 2017, este hombre generó un verdadero infierno a su familia. Arrastraba 23 causas penales en la Justicia provincial e incluso fue investigado por narcotráfico. No conforme de problemas, también violó durante más de cinco años a sus hijastras, abusos por los cuales las víctimas dieron a luz tres criaturas.
Miedo constante
La historia del “Diablo de San Gotardo” es una obra de terror constante. Infundió miedo a sus vecinos con robos constantes y vínculo con el tráfico de drogas. Pero fue impiadoso también en su vivienda con su concubina e hijastras, hasta que un familiar se animó a denunciar que las mantenía privadas de la libertad.
Fue así que cerca de las 22.30 del martes 8 de agosto de 2017, cuando efectivos de la Unidad Regional IV de Puerto Rico lo atraparon y trasladaron a una celda. En el lugar, las víctimas -dos jóvenes que entonces tenían 18 y 26 años- contaron lo que soportaron por años. La primera en relatar aquel martirio fue la mayor, quien contó que todo comenzó en el 2011, cuando se mudaron a Capioví.
En ese lugar, “Diablo” comenzó a maltratarla: la golpeaba, amenazaba y le prohibía salir, incluso para ir a la escuela.
La muchacha, entre llantos, relató que tenía buenas notas e incluso ganó una beca. Sin embargo, su padrastro no le permitió seguir estudiando bajo el pretexto que gastarían mucho dinero y no quedaría para la comida de sus hermanos.
La víctima explicó además que fue sometida sexualmente en reiteradas oportunidades y nunca dijo nada por miedo.
Contó que su madre era la más golpeada, era humillada y obligada a limpiar las ropas aunque estuviesen limpias. La joven dijo que a consecuencia de los abusos tuvo dos hijos.
Padecimiento similar fue el narrado por la menor de las muchachas, de 18. Dijo que cuando tenía 11 años su padrastro -al que llamaba “papi”- la llevó a un comercio donde compraron alimentos. A la salida, el hombre la obligó a ingresar a un descampado y tras manosearla, la sometió sexualmente.
Los abusos se repitieron a diario y cuando cumplió 13 quedó embarazada. Actualmente su hijo tiene 8 años, la misma edad que el hijo mayor de su hermana, también hijo -y a la vez, nieto- de “Diablo”.
Las jóvenes denunciaron que las violaciones tenían lugar en la chacra. Allí las llevaba a la fuerza y lastimaba con golpes de puños y patadas, todo bajo la amenaza de hacer lo mismo con su madre, matarlas a ellas e incluso a sus propios hijos si rompían el silencio. La menor dio a entender que con el tiempo se resignó a soportar cada castigo, con silencio y lágrimas.
Aseguró que por temor a que matara a su niño no se atrevía a denunciar al “Diablo”. Les advertía que si lo detenían por alguna denuncia, lograría regresar para matarlas a todas, a las hijastras y a su madre.