El segundo juicio por la muerte de Pablo Antonio Fraire (28) ingresó el viernes en un cuartointermedio de siete días. El 16 de octubre será el turno de alegar, acusar y defender a Gabriel Cristóbal Leal (43) acusado de “homicidio calificado por ser cometido con el concurso de dos o más personas, alevosía y criminis causa”.
El asesinato a puñaladas del joven estudiante y empleado posadeño quedó registrado a las 20.30 del lunes 25 de noviembre de 2002 sobre la calle Francia a veinte metros de la avenida Tomás Guido, barrio Alta Gracia de esta capital.
El jueves pasado, en la octava jornada de testimoniales, los integrantes del Tribunal Penal 2, Gregorio Augusto Busse (presidente), Juan Manuel Monte y Miguel Ángel Faría (vocales subrogantes) decidieron que todas las declaraciones de testigos que obran en las más de 1.900 fojas de expediente, serán incorporadas por lectura al debate y para el análisis de veredicto.
Entre los testigos que no pudieron declarar en este debate (el primero se realizó en noviembre de 2009 y fueron condenados Oscar Ramón “Poli” Castel y Ariel Gustavo “Axel o Porteño” Aranda Alvarenga a prisión perpetua) hubo dos que generaban expectativa y que no pudieron comparecer por diferentes circunstancias. Isabel Piris (63) y Carmen Alicia Ifrán (47).
De sus testimonios judicializados en febrero de 2005, PRIMERA EDICIÓN tuvo acceso a puntos clave. Por ejemplo, Piris sostuvo en la instrucción del juez Eduardo D’Orsaneo: “Conocí a Ariel Aranda porque era vecino mío, entablamos una amistad con él y su mujer, teníamos mucho trato. Con respecto a que yo lo acompañé a la terminal el día 15 de noviembre de 2002, eso no es cierto, como tampoco es cierto que mi hijo le haya cuidado la casa”.
Sobre si el 30 de noviembre de 2002, cinco días después del crimen de Fraire, fue a buscar a Aranda a la terminal de colectivos de Posadas, también negó: “Nunca lo fui a buscar a la terminal a Ariel. Sí, conocía a que se dedicaba. Se dedicaba a robar”. “Un día de esos (noviembre de 2002) a las 6 de la mañana, Ariel llegó corriendo, ingresó por el costado de mi casa. Estaba asustado, nervioso y le pregunté qué le había pasado porque tenía la remera azul o negra con apliques blancos manchada con sangre y tenía sangre en la mano. Me dijo que le había hecho boleta a un tipo, que fue por un ajuste de cuentas ya que no le había pagado lo que le debía de la venta de una hidrolavadora, que el tipo trabajaba cerca del lavadero ‘Ocho Picos’ por avenida Lavalle, dijo que le había pagado la mitad y después no le quiso pagar más y se pudrió todo. Ariel juntó la ropa y salió corriendo, la quemó en el fondo de la casa, se cambió y salió corriendo”.
“Al rato salió la señora con las nenas, con bolsos y me dijo que Ariel se había mandado una cagada y que se iban a Buenos Aires. A la semana, más o menos, volvió solo, estuvo dos días en la casa y se alquiló una pieza cerca de la Rotonda. A los quince días volvió Isabel y se quedó en la casa una semana. Después se fue a vivir con Ariel”.
“Después de un tiempo, Ariel me comentó que cuando le hicieron boleta al tipo, estaba Poli y Santiago, que fue todo de golpe y que luego del quilombo, Poli había llevado la camioneta para guardarla y desarmarla, pero se cagó y la abandonó”.
“Lo fui a visitar (estaba detenido) y Ariel me había dicho que habían matado a Pablo Fraire. Me dijo además que esperaba que Poli no lo mandara al frente y me pidió que hable con Santiago para que cambie la declaración, cosa que no hice. Me pidió también que diga que lo acompañé a la terminal el 15 de noviembre, pero yo no voy a mentir”.
Carmen Alicia Ifrán (45) nacida en Bonpland, Misiones, actualmente con residencia en Chajarí, Entre Ríos, declaró en 2005: “Yo salí dos meses con Ariel Aranda, de sobrenombre ‘Axel o El Porteño’. El iba de vez en cuando a mi casa, no vivía conmigo, pero se quedaba, tenía ropas en casa y por su intermedio conocí a Gabriel Leal, que también iba a mi casa”. “Al Porteño lo conocí en un boliche bailable, me dijo que trabajaba en el (hospital Pedro) Baliña, que era enfermero y que Gaby, al parecer, no hacía nada. Al pasar el tiempo me di cuenta que en algo raro andaban”.
“Fui dos veces a la casa de la avenida 115 y conocí al hermano que le dicen Poli, a la mamá Blanca (Cequeira) y a un hermano más chico que no recuerdo el nombre”. “Le pregunté a Axel qué tipo de negocio hacía, porque siempre lo buscaban de noche y se iba. Me comentó que robaban computadoras en el interior. Que lo hacía con Poli y con Gaby y que a veces las vendían acá o en el interior. No le hice caso, no le daba importancia a lo que decía porque siempre me traía plata y yo tenía mis nenas. Siguieron frecuentando mi casa Porteño y Gaby. Axel siempre le pedía prestada la moto a mi hermano y este le prestaba, pero siempre se la devolvía, se iba un ratito y volvía”.
“El día del cumpleaños de mi hermano, el 25 de noviembre, le pidió la motocicleta y me dijo que se iban a hacer negocio con una computadora y que iba a volver a la noche, pero no lo hizo. Al otro día con mi hermano nos fuimos a la casa de su mujer en el barrio Centro Correntino. La mujer le dijo a mi hermano que no sabía nada del Porteño, que no apareció por ahí. Nos fuimos y al tercer día apareció por mi casa con la moto de mi hermano”.
“Me enojé con él. La moto quedó en el frente y el entró al fondo de la casa, yo estaba enojada y le preguntó a dónde fue con la moto. Me dijo que yo era una tarada, que no sabía lo que le pasaba, que no lo podía tratar mal, porque tuvo un problema y que había matado a un vago. Me dijo que todo le salió mal. Me agarró del cuello y me pegó en la cara. Justo llegó mi hermano y le pedí que se fuera, que no quería saber más nada de él. Llamó un remís y se fue. No sé si estaba drogado. Fue lo último que hablé él”.
“A los días vino Gaby. Era de noche y estaba asustado. Apareció con un brazo raspado y también la cara. Le pregunté qué le pasó, me contestó que lo buscaba la policía, que entraron a la casa y escapó”.
“Me dijo que el Porteño había matado al vago (Fraire), que salió todo mal y que por culpa suya lo buscaba la policía. Que tenía entendido que le había querido vender la moto de mi hermano al chabón que murió (Fraire). Me dijo que tenga cuidado, que no lo deje llegar más a mi casa (a Aranda) para no meterme en problemas. Ahí me dijo que se iba pero no sabía a dónde, me saludó y se fue”.
“Después no supe más nada. Cuando a Gaby lo metieron preso en la comisaría Novena lo fui a ver dos o tres veces, le fui a llevar cigarrillos pero no hablé más del tema”.
Ifrán también apuntó: “Ariel andaba con un arma siempre. Un 38 y una tijera de veinte centímetros en la mochila. Consumían cocaína tanto Gaby como Axel. Gaby también fumaba porro”. “Axel siempre frecuentaba con Poli y Gaby. También con uno que le dicen Pájaro, más grande, de 40 años que vendía droga y también robaba”.
“Negociar”
Ifrán, según consta en su testimonio, agregó: “Axel iba a ir a negociar con Gaby y Poli, porque siempre andaban los tres juntos. El decía que iba a negociar pero lo que hacían era vender lo robado. Cuando iba a robar me decía que iba a laburar”. “Yo sé que robaban computadoras, mercaderías y una vez, hasta una caja fuerte”.
“Axel (Aranda) me dijo que lo mató pero no me dijo cómo y Gaby me dijo que había salido todo mal”.
El ADN, clave del debate
De las nueve jornadas de testimoniales, la del lunes 5 de octubre fue trascendente por la declaración de Gustavo Penacino, director del laboratorio genético del Colegio de Bioquímicos y Farmacéuticos de Capital Federal.
Por videoconferencia detalló la segunda pericia genética encargada en este expediente y en la que detectó tres pelos en una remera de Pablo Fraire, el ADN nuclear detectado correspondía en un cabello al registro de Gabriel Cristóbal Leal, los dos restantes a la víctima del homicidio.