“Y llega un día que te escuchás hablando como ella, cocinando como ella, retando como ella, cantando como ella, enseñando como ella, bailando como ella, escribiendo como ella, llorando como ella.
Y llega un día que esos zapatos gigantes que tanto te probaste te quedan, y podés recorrer su huella. Y con cada paso vas entendiendo todo lo que alguna vez criticaste. Y entendés los límites, los retos, los enojos, las preocupaciones, los miedos.
Y agradecés que estuvo ahí, acompañándote de cerca, cuidando, vigilando. Y agradecés sus desvelos, sus sacrificios, su tiempo.
Llega un día que te mirás al espejo y la ves.
Porque unos meses estuvimos en ella pero ella siempre va a estar dentro nuestro”. Anónimo.
Y los veranos los pasamos poniendo protector solar y repelente, y la colonia de vacaciones nos genera sentimientos encontrados y llega la noche y nos debatimos entre dormir o trasnochar para poder leer un ratito solas y recursamos la primaria y la secundaria tantas veces como hijos tengamos y nos encontramos resolviendo miles de cosas por minuto mientras vamos abrigándolos y tratando de encontrar ese delicado equilibrio entre guiar y soltar, entre acompañar y respetar las individualidades.
Y este maravilloso camino nos llena de enseñanzas sobre la libertad, el amor, la culpa mientras vamos haciendo lo que podemos y aprendiendo en la marcha.
Porque mientras recorremos todos estos desafíos hacemos otro montón de cosas copadas e importantes lo que no implica que a veces nos desborde la compra del supermercado, no lleguemos a la reunión de padres o nos olvidemos de forrar el cuaderno.
Y las mamás que trabajamos sabemos que podemos ser cuestionadas por cosas que nunca van a ser cuestionados los padres, trabajen o no y a veces podemos contar con una red fantástica de abuelas, tías y madrinas y otras tenemos que salir corriendo y dejar lo que sea para buscar a nuestros hijos del colegio.
Y a veces nos pesa eso del tiempo de “calidad” que tenemos que dar a nuestros hijos porque no nos sale ni calidad ni cantidad, son esos momentos de crisis en que nos dan ganas de largar todo e ir a jugar con ellos y otras veces no vemos la hora de ir a trabajar (y nuestros hijos también).
El modo en que hoy vemos a la mujer y a la maternidad –gracias a la lucha y el esfuerzo de mucha gente– no se parece en nada a la forma en que lo hacíamos, no quince años atrás, tan sólo cinco.
La maternidad es lo mejor que me paso en la vida, disfrutémosla alejándonos de las miradas ajenas y los mandatos pre establecidos, todas sabemos que hacemos lo mejor que podemos. FELIZ DÍA!