
Hace seis meses que cocina para ayudar a los adultos mayores de su barrio que viven en condiciones precarias.
Cerca de 35 ancianos tienen su plato de comida asegurado los fines de semana gracias a Cristina, además de algunas familias y niños que se sumaron con sus tappers porque tampoco tienen para comer. Sin embargo, al no recibir ningún tipo de ayuda estatal, la situación se hace cada vez más difícil y Cristina teme no poder seguir ayudando.
La historia de Cristina Kunz se hizo pública cuando, gracias a los medios de comunicación, lograron finalizar la construcción de su casa en el barrio A 3-2 de Posadas. Después de haber vivido tantas angustias y sufrir tantas pérdidas, Cristina logró mantenerse en pie gracias a su esfuerzo y la colaboración de la gente.
“Por esa misma razón, porque yo conozco la necesidad y sé que hay muchos que realmente dependen de este plato de comida que cocinamos, es que empecé a ayudar y realmente no me gustaría tener que dejar de hacerlo”, dijo a PRIMERA EDICIÓN. Por ello, apeló nuevamente a la solidaridad de la gente para que en esta oportunidad la ayuden a ayudar:
“Veía que no estaban bien”
Según contó Cristina, “a una cuadra de donde vivo hay un complejo habitacional de adultos mayores. La mayoría se quedaron solos porque con la pandemia, sus parientes del interior o de Paraguay no vinieron. Los abuelos deben tener su platita de la jubilación, pero todos sabemos que actualmente es imposible vivir sólo de eso, no les alcanza”.
Entonces, “durante la semana se las arreglan y van a un comedor a la vuelta de mi barrio, pero el fin de semana o los feriados quedan librados a su suerte”, siguió.
Esta situación preocupó a Cristina que comenzó a notar que la mayoría no estaban bien alimentados, tenían las vestimentas muy sucias y parecían muy deprimidos.
“A veces me iba a visitarlos los fines de semana y me enteraba que no habían comido nada desde el viernes. Había otros que el viernes retiraban su porción de comida y la racionaban para que les alcance durante todo el fin de semana”, relató.
Al mismo tiempo, Cristina tenía una amiga que estaba pasando por una situación personal difícil y quería ayudarla de alguna manera.
“Un día le propuse empezar a cocinar para los abuelitos con el objetivo de que ellos tengan un plato de comida y para que ella también se despeje y tenga su mente ocupada en otra cosa, porque el encierro la estaba perjudicando mucho a ella y a mí también”, contó. Así, empezaron a cocinar en una olla donada por la Universidad Nacional de Misiones.
“En un primer momento nos enfocamos sólo en ellos y cocinamos en la vereda, con todo el protocolo y los cuidados, porque en nuestras casas tampoco tenemos el espacio suficiente. Con el tiempo, se fueron sumando familias que vienen con el tapper pidiendo un plato de comida y no nos podemos negar”, dijo.
Ante el aumento de comensales, decidieron hacer carteles y recorrieron el barrio entregándolos para invitar y mostrar lo que hacían con el objetivo de pedir colaboración.
“Por suerte entre todos los vecinos juntamos lo justo y así nos fuimos manteniendo. Entre los vecinos de acá y los amigos de cada uno juntamos un poco de harina, arroz, carne o lo que cada uno pueda aportar. Yo por ejemplo vivo de mis ventas ambulantes y no tengo mucho para aportar pero con lo poquito que juntamos, podemos ayudar”, señaló.
Y es que según contó, “acá en el barrio todos vivimos con lo justo. La mayoría somos vendedores ambulantes o miembros de cooperativas que como mucho ganamos $6.000 al mes. Y sin embargo son estas personas las que igualmente sacan de sus alacenas un paquete de arroz para colaborar. Son estas las personas que te donan un zapallo… uno pone un caldito, el otro un paquete de aceite, un vecino que tiene una carnicería nos regala puchero, así nos organizamos y nos sosteníamos bastante bien hasta agosto. Ahí todo se complicó”, se lamentó.
La situación se hace insostenible
El 9 de agosto, la amiga con la que Cristina había comenzado a cocinar, se suicidó. “Perdí a mi compañera, no soportó más y se suicidó. Y aunque su marido trata de ayudarnos, no llegamos a llenar las ollas y a mí se me está haciendo insostenible la situación. Hay fines de semana que no puedo cocinar porque no tengo los ingredientes y me duele ver a un abuelo golpeando mi portón con su tapper y tener que decirle que hoy no va a comer”, contó.
Y a pesar de que la ayuda de los vecinos permitió sostener este proyecto durante seis meses, lo cierto es que sin apoyo de ningún organismo estatal, Cristina teme que en poco tiempo los ancianos y familias a las que ayudan, se queden sin su plato de comida.
“Me fui dos veces a Desarrollo Social, presentamos notas y llamamos pero me dicen que no me pueden atender. Todo lo que hicimos hasta ahora fue a pulmón, pero ahora necesitamos que nos den una mano”, pidió.
“Yo quiero seguir cocinando, quiero seguir ayudándolos y si tuviera alguna colaboración, por más mínima que sea, yo sé que voy a poder hacerlo”, añadió.
Finalmente, agradeció a PRIMERA EDICIÓN porque “publicaron mi historia de vida y gracias a ellos tuve la ayuda que necesitaba. Les debo eternamente mi vida y todo el resto que tengo. Me ayudaron a salir adelante en un momento terrible de mi vida”, concluyó.
Números de contacto
Sin saber ya qué puerta tocar, Cristina apela nuevamente a la solidaridad de la gente. Piden ayuda con alimentos no perecederos, verduras y carne. Además, solicitaron ropa para los ancianos y pañales para adultos, ya que muchos de ellos están durante semanas con la misma ropa.
Para ayudarla, pueden comunicarse con el número de Cristina sólo a través de llamadas o mensajes de texto a su celular al 3765170025. Para comunicarse por Whatsapp, pueden hacerlo al contacto de sus colaboradores al 3764136821 (Daniela) o al 3754660402 (Kuki).