De todos podemos aprender si estamos abiertos para hacerlo, si observamos sin apuros, con ojos curiosos y la mente abierta. El otro día vi un documental sobre la vida de un pulpo, no pensé que fuera algo donde vería tantas enseñanzas y sin embargo estaba lleno de lecciones escondidas.
El documental contaba la historia de un cineasta que de niño siempre le gustó bucear, pero de adulto había dejado de hacerlo. Se sentía estresado, no podía relacionarse bien con sus afectos y un día se le ocurre volver a bucear.
Lo primero que llamó mi atención es esta costumbre habitual al crecer de alejarnos de aquellas actividades que de niños nos daban placer, que nos conectaban con nuestro Yo interior. Sin darnos cuenta en el ritmo alocado del día a día, dejamos para mañana y luego pasado y más tarde nunca aquello que nos hacía sentir felices.
¿Escribir?, ¿bailar? ¿actuar?, no importa cuál sea la actividad, lo importante es cómo nos conecta y nos hace sentir. El cineasta decide hacer un cambio en su vida y vuelve a bucear, allí se encontró con una pulpo y sintió algo especial, regresó al lugar cada día para poder conocerla mejor y ganarse su confianza.
La observaba de lejos, poco a poco acercándose más y aprendió que la confianza se gana con paciencia, constancia y hechos prolongados en el tiempo, pero a veces basta un segundo para perderla como cuando un día se le cayó una lente e hizo un movimiento brusco que asustó mucho al pulpo, al punto de abandonar su guarida.
Aprendió que si de verdad queremos construir una relación con alguien debemos aceptar nuestros errores, intentar repararlos y volver a recuperar esa confianza perdida, aunque para ello debamos empezar todo de nuevo y transitar un camino más difícil que el anterior.
Estando sumergido en el fondo del océano, pudo ver que al igual que en nuestra vida hay un sinfín de inconvenientes, peligros y desafíos, que la clave es la actitud que adoptemos. Siempre está en nosotros ante una situación difícil, la elección de pararnos sobre lo que tenemos para afrontarla en vez de mirar lo que nos falta y apoyados en lo que sí podemos, desde ahí, construir algo.
Un tiburón atacó al pulpo y le arrancó una de sus patas, el pulpo sufría muchísimo, el cineasta quería ayudarla, pero no podía, como nos pasa a nosotros cuando estamos atravesando un momento difícil, pueden acompañarnos, apoyarnos, pero somos nosotros los que debemos decidir superarlo, hacer el esfuerzo, dar el salto.
Ella se encerró en su guarida hasta regenerar su pata, pronto volvió a encontrarse al tiburón y ante un nuevo ataque de su viejo enemigo, no se rindió, aprovechó sus aprendizajes anteriores, pensó nuevas estrategias y tomó decisiones rápidas, es que cuando podemos superar lo que tanto nos costaba, resurgimos fortalecidos, llenos de enseñanzas, una mejor versión de nosotros mismos.
Esta historia nos muestra cómo el amor trasciende todas las fronteras, límites e idiomas, tiene un lenguaje diferente: el de la confianza, el respeto y el pensar en el otro más allá de cualquier diferencia. Nos enseña que siempre hay desafíos, pero no importa cuán difícil sea todo, si creemos en nosotros mismos, si confiamos en nuestro potencial, encontraremos el camino.
La vida está llena de lecciones y oportunidades, aprender a mirar es un aprendizaje, como dice Antoine de Saint-Exupéry en su libro El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”, siempre hay un camino si sabemos mirar.