En momentos de altos niveles de conflictividad social, el diálogo sigue siendo el mejor camino para su abordaje. Más allá de quienes prefieren el lenguaje de trinchera y quienes apuestan a la grieta, cada uno de nosotros posee la capacidad de dialogar para generar posibilidades de transformación.
El diálogo es una manera de comunicar que apunta a “comprender” al otro, en lugar de tratar de convencerlo que tenemos la razón.
En escenarios como el actual, en sociedades divididas, proponer el diálogo para gestionar conflictos puede sonar revolucionario, sin embargo, el aumento de la violencia de todo tipo deja a la vista la ineficacia del enfoque tradicional. El “codazo y la exclusión” sólo generan más de lo mismo, el cambio de paradigma se impone.
Emprender el camino del diálogo requiere valentía y humildad, requiere estar dispuestos a escuchar lo incómodo, a escuchar al que piensa distinto, requiere atrevernos al cambio, y el cambio cuesta, porque cuesta lo diferente, porque al sentir amenazada nuestra identidad el miedo aprieta.
El diálogo requiere respeto y autoconocimiento para poder manejar nuestras propias ansiedades ante el dolor ajeno. Dialogar nos sirve para entender al otro, lo que no implica que tengamos que coincidir. Dialogar nos permite conversar, y en la conversación está la conversión, el diálogo entonces nos permite la transformación.
Es imperante la necesidad de encontrar nuevas maneras de relacionarnos. El diálogo nos da la posibilidad de construir la confianza indispensable para emprender ese camino, creando bases sólidas, nos ofrece ese tiempo y espacio para que las personas puedan mostrar la complejidad de sus respectivas realidades.
La tan ansiada paz social requiere nuevas maneras de gestionar los conflictos, el diálogo nos permite hacerlo constructivamente, por eso hay que “cuidarlo”.
Lo cuidamos cuando previamente generamos las condiciones para que sea productivo, lo cuidamos cuando podemos realizar la distinción entre diálogo, debate y discusión, situaciones todas válidas pero que nos llevan a destinos diferentes. Si no lo cuidamos, podemos caer en la fatiga del diálogo.
Generar un buen diálogo nos permite la interacción genuina, permite la escucha a través de la cual los seres humanos podemos transformarnos. Hagamos el esfuerzo de tener en cuenta las preocupaciones del otro como si fuesen propias, inclusive cuando persista el desacuerdo.
El diálogo genera el escenario para el encuentro ante el otro a fin de reconocernos cada vez mas humanos. Dialogar nos permite conectar de corazón a corazón.