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Nilda Cabrera se encontraba en el cuarto mes de gestación, cuando se realizó uno de los tantos controles rutinarios. Sin embargo, lo que consistiría en un chequeo habitual se convirtió en el comienzo de una odisea médica. “Fui para hacerme una ecografía para enterarme el sexo del bebé y me terminé enterando que mi hija tenía una malformación en su corazón”, dijo a PRIMERA EDICIÓN la mamá de Abigail.
“El ecógrafo se dio cuenta de que no estaba todo normal así que me derivó con Lisandro, quien confirmó que la bebé no se estaba gestando con normalidad y la diagnosticó con hipoplasia de ventrículo derecho”, agregó. A partir de entonces, “el proceso fue bastante largo: al octavo mes de embarazo viajamos a Buenos Aires porque sabíamos que si Abigail nacía en Misiones, se moría”, dijo.
En julio del 2012 nació Abigail en el Hospital Italiano y con tan solo seis días de vida, se sometió a su primera cirugía. Luego de seis meses, la intervinieron nuevamente y una vez más a los tres años.
En el control anual que se realizó en Buenos Aires en noviembre de 2016, la doctora habló por primera vez de un trasplante y un año después, informaron a la familia que la condición de Abigail había desmejorado por lo que la iban a ingresar a la lista de espera del INCUCAI por un corazón.
“Fue el segundo momento más duro para mí, el primero fue cuando me enteré su diagnóstico. Estuvimos todo un año esperando que aparezca un donante”, contó, recordando que la espera no fue nada sencilla.
Luego de un año de controles médicos periódicos, pinchazos, prácticas y estudios diversos, en el 2019 Abigail fue trasplantada y después de intensos meses, la familia volvió a Misiones. “El momento en que mi hija abrió los ojos luego del trasplante, fue el más emotivo de mi vida. Cuando vi a Abby con su papá, todas las preocupaciones desaparecieron al menos por un rato”, confesó.
En cuanto a la pandemia, Nilda aseguró que “en lo único que nos afectó fue en los controles rutinarios porque no vamos a Buenos Aires desde que comenzó la cuarentena”. Sin embargo, “no sentimos que haya sido un gran cambio porque desde que nació Abby nos acostumbramos a ser cuidadosos. Ella por ejemplo siempre usó barbijo y antes le daba vergüenza usarlo porque la gente la veía mal o con miedo, pero ahora como todos tienen que usarlo, ella está chocha”, concluyó.
Extrañaban Misiones
Para poder ingresar a la lista de espera, la niña debió mudarse temporalmente a Buenos Aires. En un principio lo hizo con su mamá, y luego viajaron su papá y su hermanito.
Le regalaron un corazón
La niña sabe que alguien le regaló su corazón para que pueda seguir viviendo, pero los médicos le recomendaron a la familia que no le cuenten mucho más hasta que crezca.
Un antes y un después
Actualmente, Abigail tiene ocho años y una calidad de vida completamente normal. Aunque debe cuidarse de no enfermarse y se somete a controles de rutina, Nilda no siente que su hija se desenvuelva diferente que otros chicos. “Es una nena que requiere muchos cuidados principalmente pero siempre seguimos al pie de la letra las indicaciones médicas y con el tiempo nos súper acostumbramos”, contó.
Hoy, ocho años después de que su hija haya sido diagnosticada con hipoplasia, Nilda asegura que “el diagnóstico prenatal le salvó la vida”. Y este hecho también cambió la vida de su familia. Nilda por ejemplo contó que “desde la Defensoría del Pueblo trabajamos activamente en la concientización del diagnóstico prenatal. Nuestro objetivo es que la gente se acerque y se asesore sobre el tema porque vemos que todavía hay mucha desinformación en el tema. Si bien con la pandemia no pudimos hacer mucho… seguimos trabajando”. Finalmente, la mamá de la pequeña guerrera agradeció a los médicos que la acompañaron, principalmente al actual médico de Abigail, el Joaquín Ratti cardiólogo.