La violencia de género es un problema que tiene un alcance mundial: la OMS estima que una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual. La violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual sobre la que apenas se informa debido a la impunidad de la cual disfrutan los perpetradores, y el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas.
En general, la violencia se manifiesta de forma física, sexual y psicológica. Los efectos psicológicos adversos de la violencia contra las mujeres y niñas, al igual que las consecuencias negativas para su salud sexual y reproductiva, afectan a las mujeres en toda etapa de sus vidas.
Entre ellas caben destacar las desventajas tempranas en materia de educación. Éstas no sólo constituyen el obstáculo principal para alcanzar la escolarización universal y ejercer el derecho a la educación de las niñas, sino que también restringen el acceso a la educación superior a la mujer limitando sus oportunidades de empleo.
Las mujeres y niñas que viven en la pobreza son más vulnerables a la explotación sexual, incluida la trata de seres humanos. Por otro lado, aquellas que sufren violencia doméstica o por parte de un compañero sentimental tienen menos opciones de escapar de relaciones violentas, debido a su falta de ingresos y recursos.
Globalmente, las mujeres son más pobres que los hombres. Las mujeres representan una gran proporción de la economía informal en todos los países y los datos indican que los sectores de la economía más perjudicados por las medidas de aislamiento social las afecta de modo importante.
En el mismo sentido, los indicadores dan cuenta de un aumento de la violencia de género, que recrudece por el confinamiento y por el limitado acceso de las mujeres a los servicios públicos de atención, prevención y sanción de la violencia, que no son considerados como esenciales, y aunque la mayoría de los gobiernos está adecuando las medidas al contexto de la emergencia, no son suficientes.
El resto de los datos indican que, si bien la pandemia afectará a la pobreza global en general, las mujeres sufrirán el impacto de manera desproporcionada, especialmente aquellas en edad reproductiva: para 2021, por cada 100 hombres de 25 a 34 años que vivan en pobreza extrema (con 1,90 dólares al día o menos) habrá 118 mujeres, una brecha que podría aumentar a 121 mujeres por cada 100 hombres para 2030.
Si bien se esperaba que la tasa de pobreza de las mujeres disminuyera en un 2,7% entre 2019 y 2021, debido a la pandemia del COVID-19 las proyecciones ahora apuntan a un aumento del 9,1%.
La violencia contra la mujer sigue siendo un obstáculo para alcanzar igualdad, desarrollo, paz, al igual que el respeto de los derechos humanos de mujeres y niñas. No se trata de mujeres vs. hombres.
Para corregir la desigualdad de género hay que corregir los desequilibrios de poder y para ello, primero, debemos advertirlos dejando de naturalizar conductas típicas de una sociedad patriarcal.