“Si seguimos así acabaremos con el aire puro, pasaremos a utilizar máscaras para purificar el oxígeno que respiremos”, advirtió Waldemar Laumann, presidente de la Federación Misionera de Bomberos Voluntarios.
Escenas que los misioneros veíamos en los medios de comunicación respecto a otras provincias o países, ahora llegaron a la tierra colorada. Potentes “lenguas de fuego”, humo y la destrucción de un tesoro verde que está en peligro.
Así como lo expresaron los bomberos voluntarios misioneros, hay otras organizaciones de ambientalistas y hasta dirigentes políticos que acuerdan la misma posición, que toma más fuerza con el correr del tiempo. Se hace cada vez más urgente la sanción de normas legales capaces de dotar de mayor severidad en las penas para los que incendian nuestros montes nativos o bosques implantados.
Si no se ponen límites en materia de control como desde la Justicia (que es la que sanciona), en poco tiempo nos estaremos lamentando de lo mucho que habremos perdido de flora y fauna por las llamas que no perdonan nada a su paso.
No podemos estar pendientes de las lluvias como solución a este grave problema que tomó dimensiones muy grandes, en algunos casos incontrolables.
Para colmo de males, además de la prolongada sequía y las bajantes de los ríos y arroyos que nos ponen en una situación crítica, el avión hidrante que se trajo se averió y casi un centenar de hombres y mujeres debieron hacer largos caminos con sus pesadas mochilas para intentar controlar lo que apareció descontrolado por largas horas.
Son esos mismos hombres y mujeres (bomberos, guardaparques, voluntarios civiles, policías, empleados municipales, entre otros) que ven cómo se consume nuestra riqueza natural entre las llamas, productos de un grupo de desaprensivos que buscan ocupar terrenos, arrasando previamente lo que encuentran a su paso.
A estos trabajadores, en especial a los bomberos voluntarios, les debemos un particular y enorme agradecimiento por dejar todas sus actividades para proteger un patrimonio natural único que sigue estando en riesgo de vida. Institucionalmente hay mucho por hacer para que los incendios no se lleven lo poco que queda de “pulmón verde” en esta región del continente.